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Escenario político



GABRIEL GONZÁLEZ CASTELLANOS

Docentes


Miércoles 15 de Mayo de 2019 7:42 am


DURANTE 36 años, los tecnócratas buscaron los mecanismos necesarios para insertar nuestro sistema educativo y los resultados del mismo, en los requerimientos económicos de los países de la OCDE, que se rigen por criterios de rentabilidad reflejados en competitividad, eficacia, en trabajo calificado, como lo exige el rampante imperialismo.

Así mismo, acudieron presurosos a la promoción de reformas educativas gerenciales, surgidos de clichés propuestos por organismos financieros como el Banco Mundial y derramados en países donde se aplican dichas genialidades, o lo que es lo mismo, surgen de los mullidos sillones de piel de alguna oficina burocrática, alejada de los intereses didácticos del sujeto escolar. Las últimas décadas, en que sexenalmente se mostraron los caprichos educativos, nunca se ha tomado como base de ellas la experiencia sistematizada de los docentes mexicanos, tarea que sigue pendiente.

Por ello, las distintas “evaluaciones” hechas al sistema educativo en su totalidad, con sus distintos componentes, sirvieron sólo para cuestionar el trabajo docente y la escuela pública. Y no sólo eso, sino para vilipendiar la figura magisterial y su quehacer, con el apoyo de medios televisivos e impresos al mejor postor, para crear condiciones de imponer la adecuación de reforma laboral patronal a las condiciones magisteriales, como presunta “reforma educativa”.

Y al ejercer sus derechos constitucionales la parte de maestros que se movilizan para expresar sus demandas, la casta burguesa difundió su visión sobre la educación y el papel de los docentes, considerando que el verdadero maestro es el que no ejercita sus libertades democráticas, sino el que calla ante la injusticia, el que desvía la mirada ante la libertad conculcada, el que vierte alabanzas y se postra ante el amo en turno hasta romperse la frente contra el suelo.

Es verdad que el quehacer del magisterio trasciende hacia el futuro, por la estrecha relación que se da con las nuevas generaciones. No es un desempeño que pueda realizarse en el más bisoño de los espontaneísmos, o en la más perversa de las irresponsabilidades. No es una labor de entretenimiento, simplemente porque va de por medio el futuro de una Nación. Ahí es donde se distinguen los verdaderos maestros.

Pero es necesario precisar que la vocación y atributos de nobleza para una labor de sacrificio como la docente, esgrimidos santurronamente por los neoliberales burgueses desplazados del poder, no son motivo para olvidar que los maestros son parte de una sociedad, que conforman una familia sujeta a necesidades económicas que se deben solventar, y que definitivamente no lo pueden lograr cruzándose de brazos.

El docente es formador de conciencias críticas, constructivas, que estimulan la capacidad de discernir para que surja la participación social en los graves problemas que aquejan al país, de lo que surge un compromiso permanente para transformar la sociedad. Hay docentes que tienen en sí, como dijera José Martí, el decoro de muchos hombres, llevan en su seno todo un pueblo entero, toda la grandeza y la dignidad de los hombres y mujeres libres que los hace actuar sin ambigüedades.

Quienes han dado un salto cualitativo así en su formación, saben muy bien que mejorar sus condiciones de vida, implica participar en la lucha política y que transformar un estado de cosas injusto no es cuestión de palabras o de gimoteos pequeño burgueses, sino de actuar y luchar por las causas sociales justas.

Hoy, se encuentran inmersos en nuevas condiciones políticas, propicias para su lucha por la democracia sindical y para las indispensables propuestas alternativas de educación, que alimenten la cimentación y desarrollo de un sistema educativo progresista. Es imperativa la participación en ese sentido, porque en contraparte, los charros y sus allegados, persistirán en saludar con sombrero ajeno…