Cargando



Contextos



RAÚL JUÁREZ ALBARRÁN

Colima, tierra prometida


Sábado 18 de Mayo de 2019 7:08 am


EN 1957 recién llegamos a Colima mi padre y yo, en un azaroso viaje desde Tehuacán, Puebla, por motivo de trabajo como epidemiólogo el doctor Alfredo Juárez Brito, quien traía la encomienda de combatir el paludismo, las enfermedades gastrointestinales y la lepra en el estado. Mi madre y cinco de mis hermanos, arribaron a la tierra de los cocos y los palmeros poco después. 

Colima era para nosotros la tierra prometida. Situada al pie de dos colosos imponentes y en la costa el mar, con el asombro del tronar de la famosa ola verde. No conocíamos el mar. Veníamos de lugares fríos. Primero, desde el Estado de México, igual, al pie del Nevado de Toluca, y después vivimos 7 años en Zacatlán y uno en Tehuacán, Puebla.

Recuerdo bien mis años mozos, mi padre nos hizo conocer la geografía colimense en paseos a los ríos, al mar y a los pinos, por Tonila. Como empleado federal, a los varones nos inscribieron en la Escuela Federal Tipo República Argentina, y a las tres mujeres en el Colegio Anáhuac. 

El centro de la ciudad fue para nosotros campo de acción y de juegos. Vivíamos a dos cuadras del Jardín Libertad. Nuestros vecinos: los De la Madrid Virgen, los Espinosa de la Madrid, Sergio y Germán Medina, el notario Arturo Noriega y sus hijos, profesor Salvador Rodríguez, sus hijas que atendían el negocio de abarrotes “El puerto Arturo”. Por la parte oriente del Mercado Grande estaban los Moreno; en la entrada del mercado, don Juan y doña Digna, con hijos e hijas. En el sur, el Güero Gámez y sus hijos, una de ellas, hoy esposa de mi hermano Alfredo. En la misma calle de Reforma vivía Conchita Hernández y sus hermanos, el Cato y Alfonso, así como mi tocayo Raúl y Javier Espinoza, igual, la familia de Carlos Salazar.

En ese contexto regreso al sexto año de primaria en la Tipo, era maestro de ese grado el famoso Peter, Pedro Murguía, buen jugador de baloncesto, excelente amigo y mejor maestro. Él y su querida esposa Pera, nos pusieron la muestra a muchos de nosotros.

Pero lo que deseo resaltar es que en esos años había en nuestro México un sentimiento nacionalista, en el que los valores como la solidaridad afloraron cuando el presidente Lázaro Cárdenas expropia las empresas petroleras en manos de extranjeros. La empresa Pemex fue pilar del desarrollo y dio pie para que el Estado, creador de las instituciones para   mitigar las desigualdades sociales y abatir la pobreza que sigue siendo lacerante. La petrolera se convirtió, con el tiempo, en una cueva de intereses que beneficiaron solamente a dirigentes sindicales y a funcionarios corruptos.

Desde que se inicia la etapa del neoliberalismo con Salinas de Gortari, y con el arresto del líder sindical, Hernández Galicia, La Quina, nos dimos cuenta que la abundancia que pregonaba López Portillo se iba acabando como lo hiciera Cantarell, que producía 2 millones de barriles por día. No hubo cambio de paradigmas.

Hoy, en la 4T, el Presidente quiere volver al pasado, sin embargo, las condiciones son otras. En primer lugar, el freno a las licitaciones para empresas, la apuesta por una nueva refinería, las críticas a las energías renovables. En lo que aún no hay consenso entre el gobierno y el sector privado es acerca del fin: la urgencia de aumentar la producción de Pemex. No basta con decir que el neoliberalismo está muerto.

La petrolera atraviesa por uno de sus peores momentos, lo que ya hemos mencionado, la inestabilidad de precios del hidrocarburo, pero lo que más duele es la enorme deuda que recién acaba de ser refinanciada en el corto plazo gracias a la intervención de J. A. Meade. El problema es la producción y el costo de extraer crudo de aguas profundas.

Los mismos economistas de López Obrador hablan de ir a lo seguro, es decir, invertir lo necesario en extracción, para lo que hay disposición de inversionistas, en lugar de que el Estado invierta en producir gasolinas. El costo- beneficio de la primera opción es más favorable. Lo otro son sueños guajiros. Difícil se ve llegar a la tierra prometida en campaña por López Obrador.