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ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Nombres, ciruelas y venados


Sábado 18 de Mayo de 2019 7:29 am


1.- En Zacualpan habrá, mañana, domingo, la primera –esperemos que de muchas más– edición del Mercadito Cultural, que entre otras cosas ofrecerá diez variedades de ciruela (Spondias purpurea, su nombre científico).

Fruto pequeño que se da, sobre todo, en la costa mexicana del Pacífico y se extiende por Centroamérica y algunos países del norte de América del Sur, en Colima es apreciado por la dulce suculencia que embelesa paladares. 

Aunque no es un cultivo de amplia extensión comercial, acaso por su temporalidad entre la primavera y el verano del subtrópico, es importante para muchos campesinos que la cultivan en pequeña escala o la recolectan silvestre.

En el valle de Colima prolifera. Resistente a la sequía, el árbol pierde el follaje por este tiempo cuando las drupas aparecen verdes y en unas semanas crecen, maduran y tornan a colores rojo y amarillo, según la variedad. Su sabor va de agridulce a dulce pleno. Pájaros, iguanas, ardillas, insectos y otros bichos también acuden al banquete que les ofrece el árbol de ramas vidriosas, frágiles. De las ramas, precisamente, se pueden obtener nuevos ejemplares con sólo dejarlas acostadas en el suelo para que brote raíz y surja un árbol nuevo.

En poblaciones y rancherías en torno a Zacualpan, con ciruelas se elabora un tamal de ciruela. Cocinado con piloncillo (panocha, le nombramos los colimenses de cepa), en un cazo de cobre, al formarse una suerte de mermelada y enfriarse, porciones se envuelven en hoja seca de maíz. Es una manera de conservar el fruto por largo tiempo, me explicaron alguna vez mujeres de esa región, cuando hice un reportaje de su actividad.

Ojalá sea concurrido el Mercadito Cultural de Zacualpan y que pronto el cultivo de ciruela se convierta en fuente relevante de ingresos para poblaciones rurales y encuentren más formas de conservación de las ciruelas para que se disponga de ellas todo el año.

2.- Conozco unas cinco variedades de Spondias purpurea. De esas, dos son silvestres. La drupa de éstas es más pequeña y por lo general agria. Hay rojas y amarillas. El árbol es más pequeño que el de huerta o traspatio. Supongo que las condiciones de severa austeridad del monte le impiden alcanzar el esplendor de sus correspondientes domésticos.

Cazadores de venado que practican la modalidad del acecho, suelen guardar en secreto, tanto como les sea posible, la ubicación de ciruelos silvestres a donde los ciervos acuden a alimentarse el tiempo en que otras drupas como el mojo y el capire comienzan a escasear. 

Fruto suculento, la ciruela proporciona pulpa y agua a venados, jabalíes y tejones que la procuran desde los días secos de marzo hasta que finaliza la frutecencia con el inicio de las lluvias.

Pájaros y ardillas acuden al banquete. Con sus movimientos tumban la fruta madura. Del suelo del bosque la recogen los otros bichos. Por esa razón, los cazadores acechan la llegada de los ciervos y los jabalíes que pronto dan cuenta de las drupas, de las que sólo dejan el hueso que con las escorrentías pluviales terminará en un sitio lejano que, si es adecuado, dará lugar a otro árbol que en unos años ofrecerá su fruta a la glotonería de los animales silvestres.

Para la caza, no basta con hallar un árbol “bueno”. Se necesita un complemento: el baluarte. Como los ciruelos frutecen en sequía, el monte es entonces una galería de esqueletos vegetales, cuando casi todos los árboles han perdido el follaje en el bosque caducifolio. Si cerca hay uno perennifolio, el tirador podrá colocar en lo alto una hamaca a esperar el arribo de la presa. Si no tiene tal suerte, habrá de construir un baluarte o, como decimos en Colima, un “espiadero” que lo cubra y a la vez le permita ver y, en su momento, disparar. Construirlos requiere conocer los detalles de esta modalidad cinegética; no cualquiera los acondiciona correctamente.

3.- La relación e interacción entre humanos y animales desde que nuestra especie comenzó a cazar para sobrevivir, nos ha dejado su impronta en nombres y apellidos.

Un rato de ocio, me hizo caer en la cuenta de cómo los animales transfieren elementos de identidad a personas. 

Así, hay apellidos que derivan de aves y mamíferos. Por ejemplo, los apelativos Águila y Aguilar evidentemente provienen de esa rapaz de la que hay numerosas especies. También existen Gavilán y Gavilanes. Muy comunes en el noreste de México, Garza y De la Garza.

Otro es Borrego, cuyo origen resulta obvio. De vez en vez, también sirve para motejar a personas de pelo crespo.

Cabral viene de las cabras, por supuesto. O uno de mayor amplitud, León. Curioso e infrecuente es el segundo apellido del gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo. Más raro es el apelativo Culebro, que en ocasiones se usa por mote.

Algunos apellidan Pescador, en obvia referencia a una actividad ancestral que ha contribuido a que estemos en el planeta.

Debe de ser, supongo, en algún grado incómodo llevar el apellido Porco, pero hay en Estados Unidos mil 239 personas que así firman y en Argentina mil 165, los países donde más abunda. Por su frecuencia, ocupa, en el mundo, el lugar 84 mil 587.

La historia de nuestra especie está ligada sustancialmente a la de los animales con los que compartimos casa, el planeta.