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Despacho político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Árboles


Martes 21 de Mayo de 2019 7:51 am


DURANTE décadas, los colimenses se han regocijado por que su estado verde. En cierto modo, tenían razón. La deforestación no era un problema notable, o mejor dicho, visible antes del siglo 21, a pesar de que el tráfico ilegal de madera ocurría en escala pequeña.

Parecía haber árboles de sobra. Vemos camellones con vegetación hasta excesiva. Se han sembrado con tal densidad que muchos crecen con dificultad al lado de otros mayores y hasta gigantescos que les ganan la luz y el agua. Se les ve esmirriados por años, sin futuro cierto. Pese a todo, la ciudad daba la impresión de arbolada.

Vestigios de huertas del siglo 19 contribuyeron a esa impresión. La carretera a Comala agrega esplendor a un paisaje urbano y suburbano de verde perenne. En las orillas de esa ruta crecen formidables parotas y ejemplares de otras especies en menor número. Las más jóvenes fueron sembradas por impulso del gobierno de Griselda Álvarez.

Basta asomarse un poco más allá de las orillas de varias carreteras para caer en la cuenta de que la floresta colimense está cada vez más lejos de ser tan exuberante como nos lo parece a primera vista. Y si nos adentramos en llanos, cerros y montañas, con frecuencia observaremos que no es tanto como imaginamos. La deforestación corre más rápido que las acciones particulares y gubernamentales.

Sin que lo notemos, bajo el manto protector de la clandestinidad y la ceguera oficial, el contrabando de madera crece. Especies maderables son con frecuencia arrasadas por la tala ilegal en tierras escondidas a la vista del ciudadano común. Quedan ahí los tocones, constancias del paso de motosierras. Igual se derriban parotas que primaveras, granadillos, zangualicas y otate.

La fiebre de la pequeña minería también ha contribuido, más de cuanto pensamos, a deforestar tierras que, sin vegetación, están listas para la erosión, para perder, tanto por la acción de las escorrentías del tiempo de lluvias como por el viento, la capa vegetal o sustrato, de poca profundidad, en donde se encuentran los nutrientes de que se alimentan las plantas. Es fácil y rápido destruir esa capa. En cambio, la formación de un centímetro de profundidad de esa cobertura puede tardar más de un siglo. Sin responsabilidad ni control, se han autorizado miles de permisos para explotar supuestos o reales yacimientos de minerales. Después, nadie vigila que siquiera se reforesten suelos en “compensación” del daño.

Los incendios forestales son otra causa relevante de deforestación. Provocados por labores agrícolas, el arcaico método de tumba, roza y quema de vegetación para despejar tierras para sembrar, en ocasiones la lumbre sale de control y se extiende a predios forestales en los valles y las sierras. Otros más son producto de fuego aleatorio, como las pavesas de fogatas de excursionistas, colillas de cigarro mal apagadas o, en menor medida, por el efecto de lupa de vidrios arrojados al monte. Hay quienes provocan incendios forestales de manera deliberada. Sólo una persona ha sido capturada por ese delito en lo que va del año, en el país.

Cientos de miles de hectáreas de vegetación han sido arrasadas en los tres meses últimos en territorio nacional, Colima incluido. Con el tiempo, algunas se recuperarán de manera natural, en el mejor de los casos; otras, perderán la capa vegetal en los meses por venir, cuando las corrientes de agua de lluvia arrasen el suelo, sobre todo en terrenos con pendientes pronunciadas.

Ciertos tipos de agricultura depredan más. El cultivo de aguacate, según expertos, ha deforestado grandes superficies, con el agravante de que la producción de esta fruta requiere de enormes cantidades de agua. 

Programas gubernamentales de reforestación han sido tan insuficientes como inútiles. Algunos beneficiarios de esas inversiones plantan árboles únicamente en sitios donde los supervisores podrían revisar. Simulan. El subsidio lo gastan en compras que nada tienen que ver con reforestar. Dinero tirado a la basura. 

Peor aun: se da importancia, al menos en el discurso, al bosque por los grandes árboles. Se desprecia, en cambio, el sotobosque, es decir, la vegetación baja que crece junto a esos árboles altos. Sin embargo, su importancia es fundamental para el sostenimiento sano de los ecosistemas. 

La expansión urbana es otra causa de depredación de la floresta. En “compensación”, fraccionadores siembran dos o tres arbolitos, casi siempre de especies exóticas, para dar la impresión de preocupación por el ambiente. Las casas, construidas cada vez más pequeñas, ni siquiera disponen de espacio para que sus moradores siembren árboles en el patio.

Se necesita deliberar sobre la deforestación en Colima y encontrar el remedio. De entrada, digo que debe detenerse el derribo de árboles ya, imponer una veda drástica y vigilar que se respete, antes de que el destino nos alcance.


MAR DE FONDO


** “Descálzate/ los ojos:/ el mundo es un jardín/ de páginas/ o un libro/ ¿qué sabría/ 

si no fuera por él?/ ¿de quién habría aprendido/ tolerancia y bondad/ sino del suelo/ 

que lo mismo alimenta/ la ortiga que el jazmín?/ si no fuera por la noche/ y el alba/ 

¿cómo habría tenido la certeza/ de que nada termina/ de que todo termina/ de que se llora hasta la última lágrima/ y luego nos despierta/ la serenidad?”. (José María Parreño, español, 1958-. Fragmento de Descálzate...)