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SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

El berrinche de Locho


Martes 21 de Mayo de 2019 7:39 am


NO es necesario citar aquí la Legislación respectiva, porque lo que cuenta es el análisis de la actitud, la reacción ante la crítica, el desacato en automático en el que vuelve a incurrir el alcalde Leoncio Morán, esta vez en torno a la fachada de la antigua central camionera, un edificio que data de principios del Siglo XX y que él autorizó pintar con colores chillantes y en un estilo que se confronta con el espíritu legendario de la estructura de acero, donde incluso, desde mi infancia, recuerdo haber tomado los camiones que hacían la ruta Colima-Tecomán.

No es privilegio de unos cuantos y mucho menos de los gobernantes, aferrarse a la legislación personal, a los arbitrios internos, a la fácil y reprobable conducta de poner el mal ejemplo a los ciudadanos. La Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicas castiga incluso con cárcel a quienes incurran en daños a obras patrimoniales, a inmuebles históricos como es el caso de la mencionada vieja central que se ubica en el primer cuadro del centro histórico de la ciudad de Colima.

“Sobre mi cadáver”, habría respondido Leoncio Morán ante la invitación de las autoridades de la delegación del INAH en Colima para retirar la pintura con la que había autorizado se esmaltara la fachada del referido edificio. ¿Sobre mi cadáver? Claro, la postura es de irreductible intransigencia, muy similar e incluso más rabiosa que la de la Figura Obscena de José Luis Cuevas, cuya réplica, literalmente fue arrancada de su sitial donde había sido colocada para ser simplemente, y sin que nadie se lo pidiera, reubicada por el entonces edil capitalino.

Ya sabemos los colimenses que Leoncio es una figura ranchera y ese es su activo político más importante. Dicen que se enfrenta a las autoridades, que dice lo que piensa sin obstáculos de ninguna índole, pero, en esta ocasión, me parece que no sólo está dilapidando su capital electoral en pequeñas fogatas que le costarán, a la larga, una buena tajada de aquello que podría, si su conducta fuera otra, llevarlo a la candidatura al gobierno del estado. ¿Quién querrá un gobernante veleidoso, sin timón, impulsivo? Al menos eso es lo que está demostrando con su carácter pendenciero ante una circunstancia tan obvia como dicotómica: la ley debe acatarse, no hay de otra.

Es una pena que un alcalde que tiene tanto arrastre entre la clase media baja y la burguesía colimense, eche por la borda un proyecto que busca vindicar para los ciudadanos bien nacidos y rodillones las riendas de la política estatal. Con esas posturas cerriles lo único que nos dice Morán Sánchez es que sus ocurrencias son las que seguirán gobernando en los años que le restan y, peligrosamente, en los que pudiera tener si llega a ser abanderado a la mencionada gubernatura colimota.


IMPUESTOS GRATIS


Resulta que en sólo dos sexenios, el del panista Felipe Calderón y el del priista Enrique Peña Nieto, las condonaciones de impuestos a las grandes empresas sumó la indignante cantidad de 400 mil millones de pesos. Una cifra fabulosa para un país de jodidos como el nuestro, donde los pequeños y medianos empresarios se ven obligados a cerrar sus negocios ante la voracidad de una carga fiscal cada vez más onerosa, donde no es posible montar un negocio sin antes sobar las manos de inspectores, del Seguro Social y de las activaciones fiscales que mes a mes nos absorben, a quienes somos personas físicas, hasta el 40 por ciento de nuestras ganancias, si sumamos todo el Impuesto sobre la Renta y el acumulado (los llamados impuestos trasladables) del Impuesto al Valor Agregado. 

¿Y todo para qué? ¿Para enriquecer los estómagos de los multimillonarios dueños de firmas que con una llamada al Presidente se quedaban con todo lo que le correspondía cobrar no tanto al Estado mexicano sino al pueblo de México? ¿Es eso justo? Nadie sabe cuáles serán los efectos de una revelación como ésta, pero lo que sí es cierto es que López Obrador acaba de pinchar con ambos dedos pulgares una enorme ampolla de pus, al eliminar el decreto que le permitía a su investidura “regalar” tales impuestos.