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Momentos



EVA ADRIANA SOTO FERNIZA

Artemisa


Sábado 25 de Mayo de 2019 8:04 am


CUANDO jovencita, quise ser antropóloga, y para ello era evidente que tenía que salir de mi terruño e instalarme en la Ciudad de México, cosa que no fue posible. La vigilancia paterna y el celo por mi seguridad, no contribuyeron a que me marchara. Pocas de mis compañeras de generación pudieron salir a estudiar fuera, y cuando digo pocas, fueron contadas con los dedos de las dos manos, sin llegar a la decena. Así que estudié abogacía para tener, pues, una carrera, ya que era lo que aquí había entonces, además de contabilidad y enfermería. Y el sueño de andar por el mundo estudiando civilizaciones y desenterrando una que otra osamenta se quedó en eso, en sólo un deseo. Quizá por ello he admirado a las mujeres aventureras, osadas y valientes –características de las que, por cierto, carezco–, y me atrae la lectura de exploraciones realizadas por mujeres en diferentes épocas, debido sobre todo al doble esfuerzo que esto implica, por el sólo hecho de pertenecer al género femenino.

Me cautivó, entre varias de estas singulares mujeres, la francesa Alexandra David-Néel (1868-1969), quien ostentaba un montón de títulos, entre ellos los de exploradora, antropóloga, escritora, orientalista, cantante de ópera, periodista, budista y algunos dos o tres más. Todos ellos bien ganados y realmente auténticos. Trascendió por sus viajes famosos y largas estancias en el Tíbet (1911-1925), donde la antropóloga fue capaz de superar temperaturas extremas, animales salvajes, hambre y enfermedades. Su resistencia era algo que Alejandra preparaba concienzudamente, no quería que ninguna práctica no le fuera posible debido a alguna limitación física. Por ello se preparaba a fondo, caminando diario 40 kilómetros. “Para aquél que sabe mirar y sentir, cada minuto de esta vida libre y vagabunda es una auténtica gloria”, confesaba emocionada a sus seguidores. 

Como gran luchadora emprendió un último viaje a sus 100 años, para conocer el Himalaya; sin duda fue una vida enteramente dedicada al descubrimiento. Tal fue el grado de su pasión, que dejó todo lo demás como secundario en su vida. La he imaginado en aquellos años del Siglo 19, con aquellos incómodos ropajes de la época y con todos los prejuicios que la sociedad cargaba sobre el género femenino. A los 101 años murió tranquila, en su casa de campo en la Provenza francesa. Un año antes, recién cumplido el siglo de vida, había vuelto a renovar su pasaporte, “por si acaso”. Estaba con vida, por lo tanto, aún podían aparecer, cada mañana, nuevos proyectos que realizar.

Y de aquella lejana Alexandra y de los elevados Himalayas, a nuestro género ya sólo le falta alcanzar la Luna.  La buena noticia es Artemisa. Así se llamará la misión de la NASA que enviará por primera vez una mujer a la Luna. Este proyecto espacial ya tiene fecha, será en 2024, lo que significaría el regreso a las misiones tripuladas al satélite de la Tierra, lo cual estaría sucediendo 50 años después de que aterrizara Apolo 11, el 20 de julio de 1969, con los primeros hombres que pisaron la Luna.

El administrador de la NASA, Jim Bridenstine, explicó que la misión se llamará Artemisa, en honor a la diosa de la Luna en la mitología griega y hermana melliza de Apolo –nombre del programa cuyo objetivo fue situar por primera vez al hombre en la Luna–. Bridenstine destacó que el programa que enviará por primera vez una mujer a la Luna, dará forma al futuro del  organismo. “Este programa permitirá que una nueva generación de chicas jóvenes, como mi hija, se vean a sí mismas de una manera que no lo harían de otra forma”, subrayó. 

Ahora, según explica la agencia espacial norteamericana: “la diosa griega personificará el camino de vuelta a la Luna de la primera mujer y el siguiente hombre”. Desde que Neil Armstrong puso un pie en terreno lunar por primera vez en la historia, nuestro satélite ha recibido la visita de otros 12 astronautas, la última vez en 1972, con el Apolo 17, sin embargo, ninguna mujer lo ha hecho hasta ahora. Además, los tripulantes de la misión Artemisa entre los cuales habrá una mujer, estadounidense por cierto, tendrán la oportunidad de pisar una superficie nunca antes conocida por la humanidad, el polo sur de la Luna. “Un pequeño paso para una mujer, un gran paso para el feminismo”.


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