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Psico-tips



GERARDO OCÓN DOMÍNGUEZ

Tones para los preguntones


Domingo 16 de Junio de 2019 7:37 am


PARA poder tener acceso al mundo que nos rodea, nos ayudamos de nuestros sentidos. Es por ello que cuando alguien nace con alguna limitación física, eso cambia su manera de recibir información del exterior y también vuelve especial la forma de procesar esa información: si la persona es invidente, es decir, sus ojos no sirven para ver, entonces sus percepciones se basarán en los otros sentidos… yo me convertiré en una voz y un olor… un perfume, una loción, una crema; incluso el aroma de mi sudor podrá servir para que me reconozca sin verme.

A medida que crecemos vamos desarrollando otras herramientas para poder obtener información, tales como el lenguaje. El lenguaje se comienza a construir desde el embarazo, pues alrededor de la semana 15, el oído se desarrolla, y el nene o la nena comenzarán a escuchar la voz de su madre. Mamá y papá, respectivamente, deberían comenzar a “hablarle a la pancita” para transmitirle mensajes de amor, fe, esperanza, cantar una copla, recitar un verso, platicar acerca de los planes de familia; papá podrá platicarle cómo le fue durante la jornada, mientras estuvo ausente, porque su dinámica es diferente, pero no por ello menos importante.

En procesos de embarazo donde se lleva una dinámica similar, suelen desarrollarse niños y niñas muy parlanchines y también muy preguntones. No obstante, entre los 2 y 4 años de edad, la mayoría de nuestros pequeños y pequeñas comiencen a preguntar por todo.

En consulta e incluso por la calle me toca ver cómo mamás y papás cortan ese proceso con un “cállate, nomás andas preguntando cosas”, sin importarles golpear y disminuir, una y otra vez, la saludable y natural curiosidad que traen instalada en sus cerebritos hambrientos de conocimiento: ¿Por qué el cielo es azul?, ¿por qué el agua moja?, ¿por qué soy alto?, ¿por qué eres mi papá?, ¿por qué hace frío?

Es verdad, no podemos saberlo todo, pero ya tenemos teléfonos inteligentes donde podemos encontrar respuestas a preguntas que hace 40 años ni se nos ocurrían. Por el otro lado, también tenemos derecho a ser ignorantes, pero no a ser indiferentes con nuestros hijos. Después de todo, su primera defensa contra este hostil y cruel mundo, somos nosotros. También somos, o deberíamos ser, su primer apoyo, su primera alternativa; pero si cuando preguntan algo, los mandamos a ver si la marrana ya puso, entonces, ¿cómo esperamos que ellos nos tengan confianza?, ¿con qué confianza nos van a expresar sus dudas sobre sexualidad? O sobre la muerte, la vida, incluso la ropa, el maquillaje… el amor.

También es verdad que a veces sus preguntas nos parecerán extremadamente complicadas para ellos… pues bien, tratemos de responder de acuerdo a su edad y entendimiento.

También es cierto que a veces sus preguntas nos parecerán demasiado simples, ingenuas, carentes de importancia; recordemos que ellos son recién llegados a este planeta… tienen pocos años de edad y carecen de experiencia y conocimiento que nos parece evidente.

Y no, no es cierto que eso sea trabajo de la escuela, ni siquiera de cerca. ¿Por qué? Simple y sencillamente porque las respuestas a sus preguntas, en muchas ocasiones, no están en los contenidos elementales, como podrá constatarlo cualquier persona que sea padre o madre y que haya puesto atención a esas preguntas. Muchas de esas preguntas son propias de una profesión o de un especialista, y podemos abonar buscando la respuesta entre nuestros amigos o en internet…

Lo bueno es que ya contamos con todas esas herramientas para que nuestros hijos se desarrollen más cultos, más curiosos, más inteligentes, más nuestros, más apegados a nosotros. Lo raro es que más adelante, en poco tiempo, para orgullo nuestro, sabrán más que nosotros. Si cultivamos esa curiosidad, seguirán hambrientos de conocimiento por el resto de su vida.

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*Psicólogo


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