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Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Otra reforma


Martes 18 de Junio de 2019 7:14 am


CADA que han alcanzado la mayoría legislativa, los partidos se afanan en reformas electorales. No es que los invada de súbito un espíritu democrático que los ilumina. Más bien, procuran la cimentación de un poder futuro cercano al absoluto, si se puede, si los demás se dejan.

Del afán reformista que caracterizó al PAN y que enloquecía al PRI, Morena no escapa. Se prepara ahora mismo a dotarse de una legislación electoral que a partir de 2021 le arroje mayorías inapelables, autocráticas. Si hoy tiene un poder que pesa más que sus sueños mejores antes del 1 de julio de 2018 y que le llegó por sorpresa, se apresta a agrandarlo cuanto pueda.

PRI y PAN elaboraron reformas electorales para conservar suficientes escaños y, decían, dar gobernanza al país, al sistema. Antes, en 1979, la reforma de Reyes Heroles abrió algunos caminos a elecciones libres. No lo eran del todo transitables y llevó a la izquierda revolucionaria a meterse en el pantanal de la lógica electoral. Hubo, eso sí, más amplios márgenes que los comunes en el régimen priista todopoderoso. Después de los acontecimientos de 1968 y 1971, derrotadas las guerrillas rurales y urbanas y tras el surgimiento de una considerable cantidad de partidos clandestinos y semiclandestinos, el Estado se abrió un poco por necesidad de sobrevivir. 

Las posteriores reformas ajustaron el sistema electoral a elecciones libres, sin que en los hechos desaparecieran las trampas frecuentes, que perviven hoy todavía, y, en lugares específicos localizados, aún aparece la violencia. Aun así, la creación del Instituto Federal Electoral, transformado luego en Instituto Nacional Electoral, con autonomía amplia, permitió la organización de comicios al margen del gobierno. La última elección manejada por el gobierno fue la de 1988, cuando el sistema de cómputo de votos en manos del hoy funcionario morenista Manuel Bartlett, “se cayó” para posibilitar el triunfo de Carlos Salinas de Gortari a costa de la credibilidad del respeto al voto. 

Bajo la presión del desprestigio y de fundadas dudas sobre la legitimidad de su Presidencia, Salinas abrió aun más el sistema electoral. Cedió para conservar el poder. Punto de quiebre político en la historia reciente, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, primero, y el de Francisco Ruiz Massieu, en seguida, y la cauda que llevó al misterioso suicidio a su hermano Mario, a la cabeza de las investigaciones, dobló de manera definitiva el sistema electoral, si bien todavía pudo empujar a Ernesto Zedillo a Los Pinos. El alzamiento del Frente Zapatista de Liberación Nacional, que agrandó la crisis del sistema, dio motivo a una campaña de miedo que orilló a los electores a preferir al candidato del PRI.

La “sana distancia” entre el gobierno y el PRI marcada por Zedillo, que paradójicamente mantenía control férreo sobre su partido, abrió deliberadamente la puerta a la alternancia en la Presidencia de la República. Vicente Fox ganó. El PRI cayó al tercer lugar. En 2006, apenas pudo el PAN conservar el poder presidencial, con Felipe Calderón. Y en 2012, un PRI que prometía cambio y renovación, regresó a Los Pinos. El incumplimiento tricolor dio a López Obrador la oportunidad de arrasar, con el respaldo de una ciudadanía harta de la corrupción y la inseguridad pública.

Esa alternancia ha sido posible por la libertad electoral, por el respeto al voto (con todo y las fallas evidentes) garantizado por el sistema político y organismos como el INE y el Poder Judicial, mediante su ala electoral. Todavía insuficiente, pero funciona.

If it’s not broke, don’t fix it, sentencia un ilustrativo dicho estadounidense: “Si no está descompuesto, no lo arregles”, es la traducción. Eso pasa ahora mismo. ¿Por qué habría que dedicar el Poder Legislativo tiempo y esfuerzo en reparar algo que no está descompuesto? ¿Por qué le parece a Morena urgente cambiar el sistema electoral que lo llevó a la Presidencia de la República y le otorgó notables mayorías en las cámaras legislativas federales y de muchos estados? 

La única explicación visible es que pretende acaparar más poder, incluso con el riesgo de dar marcha atrás a muchos de los avances democráticos que les han costado sangre, sudor y lágrimas a varias generaciones de mexicanos. 

Así estamos bien, así está funcionando bien, así debe seguir. Si los electores le refrendan a Morena la oportunidad que le dieron en 2018, estará bien. Y si cambian de opinión y voto, también es correcto. Es un riesgo abrirle camino al pasado autoritario.


MAR DE FONDO


** “Ahora que ya estoy solo te llamo suavemente/ y bajas a mi boca como un fruto maduro/ desde el árbol eterno donde existes y velas,/ con las ramas rozadas por los astros desnudos./ Ahora que ya estoy solo puedo morir. Tú sabes/ que a la muerte hay que ir sin que nadie nos llore,/ ocultando las rosas del amor que encendimos/ y el que sólo fue sombra que soñamos de noche./ Por eso está ya el fruto temblando entre mis dientes/ mas no quiero morderlo sin que tú me lo digas”. (José Luis Hidalgo, español, 1919-1947. Ahora que ya estoy solo te llamo suavemente...)