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Franco Zeffirelli



RAÚL PÉREZ OSORIO


Martes 18 de Junio de 2019 12:00 am


Padre: lo único cierto

es que tú no estás muerto.

Nicolás Guillén


EL sábado pasado me encontraba en una pequeña choza que me agrada, puse agua a unos exuberantes girasoles e internamente, por ese insignificante acto, me sentí feliz. Me preparaba para elaborar el artículo que semanalmente envío a Diario de Colima, revoloteaba la idea de quién en realidad se opone en este país para que las cosas cambien y sean mejores; esa era mi intención, pero una noticia cambió totalmente los planes, sufrí un impacto que, seré sincero, silenciosamente, empecé a llorar.

Creo que es insuficiente tratar de describir este sentimiento que permanecía dormido. En 1986, apareció un libro titulado Zeffirelli, que precisamente es la autobiografía de uno de los hombres más brillantes del arte, la cultura, el cine y la literatura, para quien o quienes son afines. Ha muerto Franco Zeffirelli.

Quiero mencionar que la primera película que vi en el cine fue Romeo y Julieta, de William Shakespeare, y el director de la misma era Zeffirelli. No perdí un solo instante del filme, aunque ya había leído la obra del bardo inglés; después se me despertó la obsesión por adquirir sus obras completas y prácticamente las leí todas; además, vi películas como Hamlet, Jesús de Nazaret, La fierecilla domada y otras, así como sus obras de teatro.

¿Quién es él? He aquí algo de su biografía. Zeffirelli nació en Florencia, Italia; su nacimiento ocurrió en circunstancias muy difíciles. Su madre estaba casada con un hombre que prácticamente ya estaba desahuciado por una terrible enfermedad, ella se dedicaba a la alta costura y era muy apreciada por la sociedad florentina. El padre de Zeffirelli, Ottorino Corsi, se dedicaba a la venta de telas, y como mujeriego empedernido, enamoró a la madre de Zeffirelli y la embarazó. La señora, como pertenecía a una clase social alta, se sintió apabullada por los terribles y brutales prejuicios sociales y religiosos. La mamá tuvo que esconder al niño y no podía darle el apellido ni el vaquetón del padre; además, era juzgada por la sociedad italiana como una magna pecantrix, es decir, una pecadora sin límite, eso minó su salud y pronto murió.

La tristeza y orfandad marcaron la vida de Franco. Una de tantas mujeres que tenía el padre de Zeffirelli, cuando éste era niño, fue a la escuela primaria, lo esperó a la salida, y le gritó al pequeño: “bastardino, bastardino”. Zeffirelli corrió a la casa de su tía Lide, quien le preguntó cuál era el motivo de su espanto, Franco le narró lo que sucedió, la tía se enfureció y se dirigió a la casa de la enloquecida mujer, para arreglar el asunto.

Esto lo asocio con una anécdota personal. Cuando yo era niño, mi padre hacía las correcciones con un chicote de dos pajuelas, me iba a pegar por no recuerdo qué cosa que hice, ni quiero acordarme. Corrí directamente a la casa de mi abuela Meña, porque sentí que mi madre no iba a poder con la furia paterna. Llegué a su casa, muy delgada la abuela, diario a pierna cruzada y con un cigarro que día y noche no se lo despegaba de los labios; me puse tras ella y vi que mi padre iba entrando a la casa de mi abuela, se acercó como a 5 metros, se levantó mi abuela, y de manera temeraria y contundente le dijo: “¿Qué se te ofrece?”, mi padre, se quedó como petrificado, dio la vuelta y se marchó. Para mí, ahí empezó el día mundial de la mujer.

Continuando con Zeffirelli, ninguna familia le dio su apellido y, al azar, él se puso el de Zeffirelli. Cuando la fama empezaba a surgir, se acercó su padre y le dijo que se pusiera su apellido, porque descendía de Leonardo da Vinci, el Genio del Renacimiento. Zeffirelli no negó lo dicho por el padre, pero jamás aceptó el apellido que se le negó en la niñez.

Zeffirelli nunca buscó los afectos, se volvió muy introvertido. He aquí la secuela: “Todavía tengo dificultades para confiar en el amor, cuando me lo ofrecen. Eso es algo que ha marcado mi vida. Aún lo busco –sin duda seguiré haciéndolo siempre–, pero incluso cuando me dan amor, pocas veces consigo absorberlo con plenitud y creer que perdurará”.