La marcha del orgullo
PETRONILO VÁZQUEZ VUELVAS
Viernes 05 de Julio de 2019 7:27 am
HACE como 40 años, mi domicilio en la Ciudad de México era la calle Héroes, número 50, en la colonia Guerrero. El interior era un cuartuchillo de mala muerte, húmedo, pintado de color verde, que traté de arreglar con un cortinero más amable. Había dos vecindades a los lados, alegres y jacarandosas, todos los fines de semana se festejaba algo, y aunque el rumbo era de un barrio bravo, pronto me adapté a mis vecinos, quienes me identificaban perfectamente. Mi casero era un luchador retirado que cada fin de semana agarraba tremendas guarapetas y cuando llegaba a su casa, de seguro remataba en mi pequeño espacio para contarme las anécdotas de su tránsito por el pancracio. Hasta que no venía la esposa por él, deshaciéndose en disculpas y llevándoselo tras una bien cuidada catilinaria. Ese sábado salí como a las 5 de la tarde, con mi clásico pantalón de mezclilla y el saco obligado de los chilangos de la época. Crucé la calle Mina, llegué al Metro Hidalgo y atravesé la Alameda Central para llegar a la calle Juárez, con la idea de comprar un libro en la gran librería que se ubicaba en ese lugar, si alguien recuerda, se entraba y bajaba unos cuantos escalones, era muy grande. En la Juárez no había tráfico vehicular, las personas caminaban sin cuidado y muchas volteaban al norte por el rumbo de la Lotería Nacional. Poco argüendero también, yo me planté en el arroyo de la calle para divisar a lo lejos un contingente multicolor. Dejé de momento la compra en el orden de mis prioridades para acomodarme en la orilla y esperar lo que parecía un contingente. Cuando estuvo más cerca recuerdo muy bien haberme impresionado la gigantesca manta que llevaban al frente que decía “Rompiendo el silencio”, pronto empezaron a pasar, eran varios centenares con uniformes multicolores, la gente miraba atónita pero interesada y sin ningún grito de burla o exclusión. Era la primera marcha gay en la Ciudad de México aquel 25 ó 26 de junio de hace 4 décadas, más o menos. Había contingentes multicolores con disfraces, plumas, maquillajes, antifaces, globos, máscaras y mucho ritmo musical. Los espectadores estábamos admirados, la marcha era respetuosa, muy respetuosa, sobre todo los contingentes que no se disfrazaban; logré divisar a un maestro de la Facultad, me sorprendió, enfundado en un overol de mezclilla y con una banderita, iba muy serio; también divisé a Max Mejía, un colimense muy destacado a nivel nacional en esas luchas; en Colima habíamos formado parte del Grupo Comunista Internacionalista y luego fundadores del PRT, de tendencia trotskista. El evento trascurrió en un marco de mucho respeto por ambas partes, los contingentes, aunque coloridos y estridentes, no proferían palabras altisonantes o agresivas, sólo manifestaban con ese colorido lenguaje su agrado por estar en los espacios públicos. Cuando terminó de pasar con rumbo al Zócalo, los que nos quedamos parados viendo a las anaranjadas cuadrillas del departamento del Distrito Federal hacer la limpieza, hicimos múltiples comentarios, la sorpresa era mucha, ya que nunca se había visto en la megalópolis una manifestación de tal naturaleza. A casi 4 décadas, las marchas continúan anualmente, la diversidad sexual se ganó el espacio. La lucha del colimense Max Mejía y otro gran número de personas fructificó para bien, sólo hago votos porque todo se haga con absoluto respeto, esa es la clave de la coexistencia pacífica. EXEQUIAS Falleció esta semana un conocido albañil y contratista de La Caja, Jero Guzmán, envío mi pésame a su familia de La Caja y El Remate, esperando encuentren pronta resignación. Asimismo, mando un abrazo solidario para mi amigo Román Guzmán, hermano de Jero, y director de la acreditada banda musical San Isidro, de ese lugar.