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End white supremacy



CHRISTIAN GALINDO


Sábado 13 de Julio de 2019 7:45 am


EN el siglo pasado, se acentúo la ideología política mejor conocida como white supremacism (supremacismo blanco), que se caracterizaba por la preservación del poder dentro de los sectores más influyentes de la sociedad, por aquellos, los de raza blanca, que se sentían superiores en todos los sentidos al resto de razas con las que de una u otra forma, y muchas veces en contra de su voluntad, tenían que convivir. 

La supremacía blanca rápidamente se extendió por los países que, a principios de siglo, estaban mejor organizados y, en consecuencia, fueron con el paso del tiempo, colocándose en posiciones relevantes en materia económica, política, científica y, desde luego, artística. 

Como es bien sabido, la distinción de clases, de razas, de religión, de preferencias, ha lastimado profundamente la relación que existe entre unos y otros desde aquellos tiempos y hasta hoy en día. Tan sólo al recordar cuántas historias llevadas al cine no nos han conmovido a razón de la pugna de esas distinciones, nos lleva a reflexionar sobre los efectos negativos que esta ideología ha tenido en el constructo social del pasado, pero principalmente en los efectos y la resonancia que ha causado en las generaciones herederas de este ordenamiento global. 

Hay que caer en cuenta que los años nos han venido encima, seguramente para el 2020, el ordenamiento global, comenzando por los gobiernos, los banqueros, las empresas más influyentes, los apoderados de la academia, y de otros sectores influyentes, tendrán nuevos rostros. 

Es muy probable que en este momento los representantes del poder estén en proceso de ceder la batuta y el liderazgo a una generación debajo de ellos, perfiles con la suficiente experiencia como para dirigir y administrar los espacios vacantes que la generación que creció con la ideología de supremacía blanca, dejará próximamente. 

Hay rostros vigentes, como el de Donald Trump y Ángela Merkel, que al analizar sus biografías, se identifica claramente que fue esta ideología la que los llevó al encumbramiento y permanencia en el poder. No sólo en el político, sino también en el empresarial y otros sectores relevantes como el de seguridad nuclear. 

Aunque suene paradójico, algunos de estos representantes desconocen que su estructura mental en materia de resolución de conflictos responde a las características de esta forma de gobierno suprema, que cuando están expuestos –lamentablemente– al escrutinio público, no se cansan de argüir que están abiertos a todas las voces y a todas las ideas, cuando es bien sabido que esto es totalmente falso.

El fin de la supremacía blanca –título de esta columna–, es una tendencia que ha generado fuerza durante los últimos años, dado que muchos de los nuevos rostros y directores de los grandes gobiernos y corporativos poderosos, están enviando señales que se traducen como el fin de una era excluyente, clasista y discriminatoria. 

La No continuidad a ideologías sociopolíticas que van en detrimento de la evolución social, es un compromiso que quienes lleguen a posiciones de poder y de influencia sobre las masas sociales, deberán tener presente, pues las características de los nuevos rostros en el poder, deben responder a las exigencias del presente, es decir, a los paradigmas que hoy circulan y pregonan los fondos y las formas en este que será, el comienzo del segundo cuarto de siglo. 

El éxito de los próximos administradores del mundo, se definirá principalmente en las capacidades para sobrellevar sus enmiendas, sin perseguir, ni callar o lastimar a quienes se opongan a sus ideas. 

Somos codepedientes. Así como el viento ardiente del Sahara genera sargazo en el Caribe mexicano, seguramente, las buenas acciones que se generen en el país menos visible del mundo, tendrá efectos positivos en quienes todavía se rehúsan a creer que este es el fin de la supremacía blanca.