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De ayer y de ahora



ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

La comunicación en familia


Domingo 14 de Julio de 2019 7:28 am


SI consideramos a la comunicación como el medio con que damos a conocer nuestras necesidades, sentimientos, pensamientos e intereses a las personas que nos rodean y a su vez captamos de ellas sus respuestas, nos damos cuenta que este proceso puede verse alterado, obstaculizado o deformado por múltiples factores. Partamos de que la persona –digamos un adulto– tiene una especial manera de percibir el mundo: su concepción de él. Allí está la síntesis de miles de vivencias, experiencias, convicciones  y adscripciones de valor y sentido a los objetos de nuestra percepción. Así, nuestra concepción del mundo y de la vida son los “lentes” con los que vemos y percibimos. Y esto está dado en gran parte por las miles de comunicaciones que vivimos en familia.

Ahora, cada persona es un microcosmos, es decir, al tener, consciente o inconscientemente, una concepción del mundo y de la vida, vive su circunstancia de acuerdo con ello, de tal manera que lleva a su vida diaria sus expectativas, sueños, temores, recelos; su infancia, desdichada o no; sus carencias, sus emociones reprimidas, sus asuntos no resueltos, sus logros, sus dificultades… y así interacciona con los demás. Así es importante advertir que en una comunicación no sólo se transmite información (o contenido) sino también hay otro aspecto que se refiere al tipo de mensaje que es, donde está implicada la relación que se da entre los que se comunican. Así, el contenido es lo que se dice y la relación es a quién y cómo se le dice.

Es clave para la comunicación la retroalimentación, en especial la comunicación sobre la comunicación, la llamado metacomunicación. Así, es  fácil interpretar mal a una persona al hacer suposiciones de lo que quiso decir, lo cual puede tener graves consecuencias. No podemos proceder presumiendo que los demás lo saben todo. Tampoco partir de la suposición de que no importa lo que uno diga, porque los demás deben entendernos. No se trata de adivinar, sino de comunicarse clara, directa, respetuosa y oportunamente.

Veamos ahora a dos novios que van a casarse. Cada uno de ellos llega al matrimonio cargando cada quien su “paquete” familiar, es decir, las pautas familiares aprendidas en su familia de origen, desde donde interaccionarán con la pareja, y ambos establecerán sus propias pautas en su nueva familia. Aquí pueden surgir múltiples problemas de comunicación. Son variados  los aspectos donde la comunicación produce conflictos: por ejemplo, donde hay una “distorsión de la realidad” por parte de ambos cónyuges, donde los dos individuos  tienen o pueden tener visiones dispares de muchos elementos de su experiencia. También las relaciones “enfermas” se caracterizan por una constante lucha acerca de la naturaleza de la relación. Pensemos que las relaciones familiares pertenecen a un plano donde muchas veces no rigen las normas corrientes del juicio y la conducta. Son muchas veces un laberinto de tensiones, disputas y reconciliaciones, cuya lógica es contradictoria, cuyos valores y criterios están distorsionados. “Si me amaras, no me contradirías”. Las contradicciones, las paradojas pueden invadir nuestras relaciones e interacción y afectar nuestra conducta y salud. Además, ponen a prueba nuestra congruencia.

De acuerdo a lo expuesto, podemos sacar algunas conclusiones básicas: La comunicación es una condición básica y fundamental de la existencia humana. La comunicación es un proceso complejo que requiere estudio y análisis profundo. Los tipos de comunicación, el lenguaje puede influir en los estados de ánimo, opiniones, decisiones, y afectar la conducta; la comunicación terapéutica conoce los pormenores de la comunicación en todas, o casi todas, sus manifestaciones, y así está en posibilidades de ofrecer al que vive algún problema, desorden o enfermedad, una reestructuración de “su mundo” y reinsertarlo en un plano de salud y funcionalidad.