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Notas sobre la entrevista a Urzúa



RODRIGO MARTÍNEZ OROZCO


Jueves 18 de Julio de 2019 7:15 am


“EL problema de este gobierno es su voluntarismo”, sintetizó Carlos Urzúa, en una entrevista hecha por Hernán Gómez para la revista Proceso. Esta frase en particular, pero también la entrevista completa, está cargada de significados muy interesantes. ¿Cómo podemos leer e interpretar dicha entrevista? Interpretar, en pocas palabras, es dotar de sentido. Vamos paso a paso.

En primer lugar, Urzúa se refiere a su conflicto con Romo, el principal personaje con el que tuvo diferencias. El ex Secretario de Hacienda criticó la tendencia ideológica cargada hacia la extrema derecha de Romo. “¿Cómo un hombre así, que llegó a admirar a Augusto Pinochet y a Marcial Maciel, acabó no sólo siendo amigo de López Obrador, sino incluso siendo el jefe de la Oficina de la Presidencia?”. Sobra decir que es una pregunta legítima. Lo que Urzúa le cuestiona al Presidente es por qué no escogió alguien más afín ideológicamente para un puesto tan importante, mientras que el propio Urzúa, un economista con sentido social, es tachado públicamente de neoliberal, para relegarlo al bando de los malos de la historia. En sentido meramente práctico, lo de Romo es un mensaje para el empresariado. Romo representa a este sector dentro del gobierno y ayuda a dar una cara moderada al régimen.

Después, Hernán Gómez pregunta por otras razones para la renuncia del titular de Hacienda, además de Romo, como los grandes proyectos de infraestructura. 

Urzúa se declara partidario de proyectos de tal envergadura, pero está en desacuerdo con la prisa y con el modo de proceder, que ignora las evidencias y opiniones de expertos. Más allá de las cuestiones particulares de cada proyecto, Urzúa pone la atención en dos cuestiones fundamentales que explican qué quiso decir con “voluntarismo”. La prisa y el ninguneo al conocimiento especializado van de la mano, pues una transformación como la que tiene en mente el Presidente, a un ritmo acelerado, requiere de un mando personalizado y firme y de un respaldo popular amplio a dicha forma de ejercer el poder. Se avanza más rápido así que con un poder dividido. El problema es que el conocimiento especializado, que no puede hacerse de lado en cualquier gobierno virtuoso, requiere tiempo para ser generado y después aplicado. Es en este sentido que el “voluntarismo” se pone por delante del conocimiento. “Voluntarismo”, pues, es poner la voluntad por encima de otros criterios, racionales o no.

Urzúa también se refirió a su desencuentro con López Obrador a la hora de discutir las acciones de Manuel Bartlett en la CFE, principalmente en relación con el gasoducto construido por Transcanada. “Me dijo que yo era un neoliberal. Para López Obrador, cualquiera que lo critique lo es. También me aseguró que Bartlett es un gran abogado y que cómo me atrevía a cuestionarlo”, reveló Urzúa. Lo preocupante es el criterio que usa López Obrador para calificar quién es más calificado en su profesión (uno economista, el otro abogado) de acuerdo con sus creencias políticas. El nacionalismo estatista se convierte en mérito profesional. Urzúa, que se ha desempeñado como académico y como profesional de la economía al más alto nivel, queda relegado a una jerarquía inferior a la de Bartlett que le impide siquiera cuestionar a quien debería ser uno de sus pares.

La cuestión no es nacionalismo estatista sí o nacionalismo estatista no, la cuestión es generar un espacio de encuentro entre “voluntarismo” y racionalidad. Por otro lado, tanto Urzúa como Muñoz Ledo –más allá de si estamos de acuerdo con ellos– nos muestran la necesidad de hacer públicas las discusiones y desacuerdos internos del partido y Gabinete en el gobierno. Centralismo sí, porque es necesario, pero no personalismo radical.