Cargando



Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

La bendición


Martes 13 de Agosto de 2019 7:08 am


¿QUÉ tanto de verdad tiene la afirmación “extraoficial” de que Alejandro Moreno Cárdenas, Alito, tuvo la temprana bendición de Andrés Manuel López Obrador para ser electo presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI?

Por ahora, sólo los protagonistas de la elección y el propio López Obrador saben si eso es verdad o uno más de los rumores que acompañan al quehacer político nacional en calidad de marca indeleble.

Pero lo sabremos pronto. Alito arrasó a sus dos contrincantes. Ivonne Ortega (9.17 por ciento de la votación) se quejó, en campaña, de los ya más que conocidos trucos electorales del PRI a favor del gobernador de Campeche con licencia. Las mismas artimañas que a ella, como a incontables otros, le sirvieron para llegar a la gubernatura de Yucatán y a otros cargos. Lorena Piñón (2.47 por ciento) pasó en silencio. ¿A alguien le sorprende que el PRI se haya comportado como siempre? Se necesita ser pura ingenuidad para esperar otra conducta.

Sin embargo, los trucos priistas no le son exclusivos. Les ha sucedido igual que a los medicamentos de patente vieja: las fórmulas pasaron al dominio general y con ellas se elaboran genéricos. Todos los partidos, Morena incluido, portan activos los genes de la maniobra para sacar ventaja, sean contrincantes internos o externos; da igual.

Tampoco es propiedad privada de los políticos mexicanos. Recuérdese que la elección de George W. Bush se definió en el pantanal de Florida, cuando ocurrió un hecho casi idéntico al “se cayó el sistema” de votación. 

En Estados Unidos, la votación nacional la organizan los estados. Existe una comisión electoral federal más o menos equivalente al INE mexicano, sin las amplias facultades legales de este último. Allá, se restringe a asuntos técnicos. Cierta vez, platicando en Washington, D.C. con el presidente de esa comisión, admitió la acción de “mapaches” en su país. Le pregunté qué clase de trucos aplicaban. Salió por peteneras. Le repregunté. Y volvió a fingir que la virgen le hablaba. Insistí ofreciéndole que si me precisaba cuáles trampas se utilizaban en su país, le haría una relatoría de las usuales en el mío. Declinó el intercambio. Lo más que dijo: en Nueva York, la mafia italiana operaba las tretas.

Los italianos se las gastan como pocos en materia de alquimia electoral. Africanos y asiáticos podrían escribir un tratado de artimañas comiciales. En Venezuela, actualmente, podrían ilustrar a la mapachería mexicana priista, panista, morenista, petista y cualesquiera otros “istas”. 

Así que nadie se ha sorprendido con que Alito –a quien remotejaron Amlito y de quien aseguran los dichos perversos que hasta podría modificar una letra de su segundo apellido para que en vez de Moreno sea Morena– haya ganado con 84.12 por ciento, según los datos del conteo preliminar difundidos ayer. Mañana, darán los definitivos.

Más que una broma, los motes Amlito y Morena, son expresiones de uno de los varios destinos inmediatos del PRI. Debilitado hasta casi la discapacidad en los comicios de 2018, el tricolor enfrenta la disyuntiva de convertirse en opositor beligerante o en colaborador del gobierno en las coyunturas que se precisen. La primera alternativa le rendiría frutos en el largo plazo y las heridas aún abiertas tardarían más en cerrarse que el tiempo de vida que le garantizaría la ruta opositora. Desde el gobierno, lo harían pedazos con un único cuchillo: el combate a la corrupción, hasta ahora con poco uso. La segunda lo trocaría en partido de mediana fuerza, colaborador, compañero de ruta cuando haya manera de caminar al alimón, a la espera de una oportunidad de ascender desde minoría al balcón del Palacio Nacional. Difícil, no imposible. Recuérdese cuando lo “mataron” en 2000.

La genética presidencialista del priismo –desde que Plutarco Elías Calles diseñó la fórmula antidispersión– es indeleble. Sin ella, sería cualquier cosa, menos partido capaz de volver al gobierno.

Infiero que optará por la segunda alternativa. Eventualmente, López Obrador necesitará el respaldo del PRI en el Congreso de la Unión o para fortalecer posiciones políticas suyas. A Morena y al PRI se les podría aplicar el letrero de los retrovisores de los autos: “Los objetos en el espejo están más cerca de lo que aparentan”. Los une el nacionalismo revolucionario o lo que de esa doctrina añeja subsista en la globalización. Contra el optimismo de no pocos morenistas parido por la coyuntura electoral de 2018, el PRI no está muerto. Lo sabe López Obrador y lo saben los priistas. Guste o disguste a unos y otros, todavía respira y sigue siendo el mismo. Si cambiara, se esfumaría, incluso si el Presidente intentase rescatarlo. 


MAR DE FONDO


** “Estoy amándote como el frío/ corta los labios.// Arrancando la raíz/ a lo más diminuto de tus ríos.// Inundándote de dagas/ de saliva esperma lumbre.// Estoy rodeado de agujas/ tu boca más vulnerable.// Marcando en tus costados/ el itinerario de la espuma.// Así es el amor: mortal y navegable”. (Eugenio de Andrade, portugués, 1923-2005. El amor.)