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Psico-tips



GERARDO OCÓN DOMÍNGUEZ


Domingo 01 de Septiembre de 2019 7:19 am


Decía la doctora Murena Santos, una de mis muy queridas mentoras, que en la vida hay tres cosas que no se pueden esconder: el amor, el dinero y lo pen… Dejo esta frase para la reflexión, pues la inteligencia es muy venerada, así como lo contrario a la inteligencia, como sea que le llamemos (estupidez, cortedad, incapacidad, ineptitud), es repudiada.

El viejo y conocido refrán dice: “Al buen entendedor, pocas palabras”, y suponemos que las personas inteligentes siempre lo son, y son inteligentes en todo; por lo tanto, los tontos siempre lo son y son tontos en todo.

Involuntariamente, la escuela se encargó de ayudar confirmar este mito, aunque la apertura mental contribuye a que entendamos que no todos podemos ser buenos en matemáticas, así como no todos podemos ser pésimos. Einstein, por ejemplo, para poder desarrollar sus teorías tuvo que superar su dislexia, una discapacidad que provoca problemas de lectura, escritura y ortografía. Un ejemplo clásico es que cambian la letra b por la v, por más que estudien y repitan. Invierten el orden de los números en los teléfonos o en las matemáticas.

Desde la niñez se pueden vislumbrar niños y niñas tontas por doquier: tardan en aprender, aprenden las letras o las palabras al revés. Les cuesta trabajo entender frases pequeñas y peor con los textos largos. Las matemáticas son una pesadilla de profesorado y alumnado… El terrible “ahhhhhh”, coro de hastío cuando la maestra o maestro pide que saquen la libreta o libro de matemáticas. Máxime para los que somos disléxicos.

Así pues, existen otras diferentes formas de parecer tonto, que son las logopatías (disfunciones del lenguaje) tales como la dislalia, afasia, agnosia, disgrafia, disfasia y otros trastornos. Pero no es menester describir todas y cada una y menos aún a profundidad. En general, me interesa que sepamos que ninguna persona es tonta, sino que todos somos geniales si encontramos la forma. Y ello también depende de que encontremos nuestras debilidades y, ya sea que les saquemos la vuelta y nos dediquemos a otra cosa, o aprendamos a manejarlas.

Como diría Heliot Perez Zavala, gran amigo, “todos somos genios, sólo falta encontrar en qué”. Y yo agregaría que no todos sabemos cómo ser genios. ¿A qué me refiero con esto? Por principio de cuentas, lo importante es el adecuado y oportuno diagnóstico por parte de un profesional. Aunque los maestros reciben capacitación para identificar estos y otros trastornos, no necesariamente cuentan con las herramientas de diagnóstico para diferenciar unos de otros con precisión o incluso para prescribir un tratamiento adecuado.

El profesional de la salud nos indicará el tratamiento, nos dictará las técnicas a seguir tanto para que aprendamos a tratar a nuestros hijos e hijas de acuerdo al tipo de trastorno que tenga. También nos indicará los ejercicios que deberemos realizar en familia para lograr salir avante de esta, ya de por sí, estresante situación. Si para nosotros como padres puede ser estresante, imagínense para un niño o niña que pese a esforzarse el doble que otros alumnos, obtiene la mitad de los resultados.

El doctor Roberto Pérez, magnifico psiquiatra y padre de uno de mis mejores amigos, diría: “No importa el qué, si sabemos el cómo”. En otras palabras, si una persona con dislexia aprende a poner especial atención a los detalles que provocan sus errores, entonces dejará de cometerlos. No dejará de ser disléxica, pero podría incluso llegar a la genialidad en la ejecución de sus tareas.

Lo malo, es que existe una alta presencia y variedad de trastornos. Tantos, que lo difícil es encontrar a alguien que no tenga ninguno. Lo bueno, es que hay terapias que ayudan mejorar el desempeño. Lo chundo, es que se me enlengua la traba.

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*Psicólogo

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