Cargando



Inbox



SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

Paquete presupuestal


Martes 10 de Septiembre de 2019 7:12 am


LA presentación en esta semana del paquete presupuestal para el año entrante, ofrece diversos ángulos de análisis que tienen que ver, la mayoría de ellos, con la percepción generalizada de una estrategia económica si bien no puramente izquierdista, sí al menos preocupada por un énfasis social en la aplicación de los recursos que se habrán de generar en los diferentes sectores que mueven la economía de este país, y es precisamente por eso que resulta indispensable escrutar hasta donde sea posible los mecanismos que permitirán, de ser posible, esa mejor distribución del ingreso.

Uno de estos ejes es el relacionado con la captación fiscal, que en los últimos años se vio afectada por las normativas presidenciales, es decir, las facultades del Ejecutivo para condonar deudas en materia de impuestos a las grandes empresas y consorcios que a final de cuentas terminaban siendo los auténticos causantes del desfalco en las finanzas públicas, no sólo por sus reiteradas omisiones, sino por la complicidad con que se movían en relación con el máximo Mandatario nacional. Este esquema llegó a su fin y es cuestión de horas que se convierta en delito grave, que no alcance fianza, el asociado a la facturación falsa en la que incurren numerosas empresas de alto nivel que contratan a expertos en la materia y logran, así, evadir miles de millones de pesos en impuestos.

Dicho nuevo esquema permitirá, además de evitar la evasión mencionada, recaudar todo ese porcentaje del PIB que se iba a las alcantarillas debido a la delincuencia organizada en que terminó todo este método de triangulación en el que destacaba sobre todo el papel presidencial, hoy acotado a solamente dirigir la Nación sin intervenir con canonjías o intercambio de favores con la aristocracia del empresariado.

La novedad en este rubro es que irán a la cárcel quienes evadan impuestos y todos aquellos despachos contables que vivían en jauja gracias a los cuantiosos recursos que evadían, tendrán que frenar sus ambiciones o atenerse a pasar años en la sombra del mismo modo en que lo hace un encarcelado líder de cártel, con la diferencia de que no se trata de tráfico de enervantes, sino de burlas al Sistema de Administración Tributaria.

El otro eje de desarrollo, que no de crecimiento, para el año entrante, es el referido a Petróleos Mexicanos, una empresa que ha sufrido en las décadas recientes un profundo desfalco y un intento de desmantelamiento que por fortuna fue frenado a la llegada a la Presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador. Pemex, como uno de los principales contribuyentes del SAT, será ahora el núcleo rector no únicamente de las expectativas de impulso a la economía nacional por las variaciones en el precio del barril de crudo, sino porque sus finanzas estarán perfilándose al mejoramiento con un portafolios que incluye la instalación de las polémicas refinerías y una intensificación en el combate al robo de combustible, comúnmente conocido como huachicoleo.

Los funcionarios a cargo de los impuestos en este país señalaron que la idea es estabilizar una monumental deuda que pasó del 24 al 48 por ciento del PIB con una serie de mecanismos que ya las agrupaciones empresariales han calificado de terrorismo fiscal, pero que no es sino un renovado ímpetu por emparejar esa distribución del ingreso que se quedaba, por lo menos en los últimos sexenios, en manos de quienes más tienen, en lugar de repartirse en esa fuerza de trabajo cuya participación en la generación de riqueza es la columna vertebral de cualquier economía.

Se advierten en estos prolegómenos presupuestales olores keynesianos, más que izquierdistas, pues se está tratando de llegar a quienes menos tienen con una política ya no asistencialista sino honesta, en la que el principal objetivo es abatir la desigualdad fiscal para en el futuro contrarrestar esas disparidades que están asociadas más al tráfico de influencias que al verdadero compromiso por sacar adelante a México, una tarea en la que deberíamos estar embarcados todos, sin distinción de partidos.