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Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Entre la selva y los mares


Miércoles 11 de Septiembre de 2019 7:10 am


LOS incendios en la Amazonia (no Amazonía) han causado terror desde que se dijo que las selvas de Sudamérica son fuente de 20 por ciento del oxígeno que contiene la atmósfera. Por tanto, el planeta perdería la quinta parte de ese gas, generado por la fotosíntesis de plantas.

Pero no. La Amazonia está lejos de ser el gran pulmón verde planetario. Pasa algo simple: El oxígeno que ahí se produce (unas 32 gigatoneladas, de un millón 200 mil gigatoneladas disponibles en la atmósfera) es consumido por la descomposición de la materia forestal muerta en el ciclo natural de la vida.

Por supuesto, los incendios en las selvas sudamericanas son una tragedia ambiental y tendrá efectos perniciosos en el clima global. Sin embargo, el oxígeno está lejos de ser protagonista de esa tragedia mundial. El oxígeno se produce, sobre todo, en el fondo de los océanos, donde se descomponen grandes masas de organismos muertos sin generar dióxido de carbono. Pongamos más atención a los mares que a las selvas, si de oxígeno se trata. Dejemos de creer mitos, para no fallar en el objetivo al que debe apuntarse.

El cambio climático global es real. Caminamos hacia el cadalso, si no lo detenemos. Téngase en cuenta que hay dos grandes procesos de cambio climático. Uno es natural, que se produce en el ínterin de larguísimos periodos de tiempo. Lo causa la inclinación de La Tierra en su permanente orbitar al Sol. Por eso aparecen las glaciaciones y los deshielos de manera alternada. Otro es el antropogénico, es decir, el causado por las actividades humanas, tales como la quema de combustibles fósiles en la actividad industrial, el transporte y otras acciones meramente humanas que hasta ahora no son reguladas ni mucho menos contenidas o evitadas.

Esa conducta humana genera gases de efecto invernadero, que calientan la atmósfera y el planeta, de modo que se deshielan a destiempo los polos y se trastocan los ciclos de lluvias, evaporación de mares, de cuerpos de agua continentales y periodos de aparición e intensidad de ciclones se trastocan. 

“El sobrecalentamiento de la Tierra, sumado al fenómeno de El Niño y a la acción humana, pueden llevar a la región al desastre ambiental, por eso los gobiernos, la sociedad y la comunidad internacional deben actuar pronto”, advierte Phillip Fearnside, del Departamento de Ecología del Instituto Nacional de Investigación de la Amazonia, en Brasil.[ phillip-fearnside-la-amazonia-brasile-a-aun-aguarda (TT: Phillip Fearnside: Brazilian Amazonia still owns it’s destiny.)(TA: interview)]

Con todo, la Amazonia tiene una ventaja: Aún es tiempo de revertir el proceso de deforestación que ya en otras regiones del planeta parece no tener remedio.

Los gases de invernadero también los encontramos en dos rutas. “El vapor de agua (H2O), bióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O), metano (CH4) y ozono (O3) son los principales gases de efecto invernadero en la atmósfera terrestre, los cuales, tienen la capacidad de actuar como el vidrio que cubre la estructura de un invernadero”. Si esos gases desaparecieran de la atmósfera, la temperatura global del planeta sería de 18 grados centígrados bajo cero. Cubierta natural, los gases de efecto invernadero protegen la vida del planeta.

En cambio, la acción humana altera el equilibrio natural de las proporciones de gases de invernadero en la composición de la atmósfera. Desde la revolución industrial hasta la fecha, la alteración tiene origen en un aumento de 40 por ciento del dióxido de carbono, debido a la industria y la agricultura que deforesta. Si no detenemos ese proceso pronto, en menos de 50 años el planeta colapsará y con él la vida.

Se trata, entonces, de frenar el modo como ahora producimos alimentos, mercancías y la movilidad mundiales. Eso implica cambiar el modo de producción capitalista por uno que permita la planeación racional de la economía global por encima de los intereses particulares de las gigantescas corporaciones financieras, industriales y agrícolas. Nuevos gobiernos, nuevas leyes, ciudadanos vigilantes de los gobiernos y contención de la rapiña de dinero es el camino. 

Hasta ahora, los gobiernos se hacen patos (¡todos en el mundo!, de derecha, extrema derecha, centro y supuesta izquierda) y terminan sometidos a los capitales financieros, los grandes destructores del planeta. Si queremos salvar La Tierra y la vida, dejémonos de boberías como plantar arbolitos, limpiar arroyitos y llorar por la Amazonia. El cambio debe ser político, radical, profundo, racional, pacífico y no necesariamente violento… todavía. Lo demás, como dice el Evangelio, “os vendrá por añadidura”.


MAR DE FONDO


** “Este soñar a solas... ¡Si tu vida/ de pronto amaneciese ante mi espera!/ ¿Por dónde voy cayendo? Primavera,/ mientras, en tomo mío dilapida/ su olor y se me escapa en la caída./ ¡Tan solitariamente se acelera/ -y está la noche ahí, variando fuera-/ la gravedad de un ansia desvalida!/ Pero tanto sofoco en el vacío/ cesará. Gozaré de apariciones/ que atajarán el vergonzante empeño/ de henchir tu ausencia con mi desvarío./ ¡Realidad, realidad, no me abandones/ para soñar mejor el hondo sueño!”. (Jorge Guillén, español, 1893-1984. El hondo sueño.)