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Maldonado dice



CARLOS MALDONADO VILLAVERDE

Elegía interrumpida


Jueves 12 de Septiembre de 2019 7:05 am


AYER miércoles se cumplieron 18 años de las muertes absurdas, el genocidio innecesario… Doscientos millones de kilos de acero desplomándose en el terreno más valioso de Manhattan, 324 mil metros cúbicos de concreto lloviendo en las aceras de Manhattan, 5 mil metros cuadrados de vidrio y un número indeterminado de litros de sangre en el Hudson, de sangre en el Potomac, de trozos de carne, de cuerpos despedazados, quemados, irreconocibles en el lugar donde alguna vez se irguieron orgullosas las torres más grandes del mundo. Pudieron ser 3 mil 16 muertos… pero solamente es la cifra oficial.

Ayer miércoles, publiqué en mi muro de Facebook el poema completo de Octavio Paz, “Elegía Interrumpida”, mínimo homenaje a las víctimas de la irracionalidad, del odio y del fanatismo. El poema inicia así:

“Hoy recuerdo a los muertos de mi casa./ Al primer muerto nunca lo olvidamos,/ aunque muera de rayo, tan aprisa/ que no alcance la cama ni los óleos”. Y termina así: “… Es un desierto circular el mundo,/ el cielo está cerrado y el infierno vacío”.

En esas fechas como testigo de los hechos escribí: Por eso, hoy que la fortaleza de la libertad ha sido vulnerada, la historia cambia. De victimarios a víctimas en un momento. El miedo presente en cada uno de sus pasos. Ya no hay la certidumbre de estar cobijados por un abrigo de impunidad y de poder. La gran pregunta que hoy podemos hacernos es cuántos planes de invasión quedaron destruidos por el ataque inesperado; qué ataques en nombre de la seguridad nacional tendrán que ser pospuestos; quién podrá decirnos cuál es el peor crimen, el cometido por los terroristas el pasado martes al matar a militares comprometidos con su carrera de muerte o el cometido por los militares al asesinar a niños, niñas, ancianos, mujeres y hombres, lanzándoles napalm en la seguridad del helicóptero que sobrevuela la selva. ¿Por qué tendemos a olvidar que los militares americanos han sembrado tempestades en todo el mundo y ahora cosechan apenas un poco de lo que han sembrado? Por desgracia, miles de inocentes mueren con ellos. Quizá la mayoría de los inocentes eran fundamentalmente pacifistas, pero han pagado con la vida el abuso de poder que el estado militar americano ha desplegado durante décadas contra los países libres o esclavos del mundo, llevándolos a una libertad simulada que enmascara la esclavitud de la dependencia creada. Por eso, en el Potomac, como en el Hudson, la sangre se mezcla con las aguas del río, pero aquí no brilla, únicamente se lava de culpas añejas.

Hoy, en 2019, la patria de Lincoln se llena de nueva cuenta de oprobio, sus dirigentes caen en la soberbia del poder, en la creencia de que pueden mover las piezas de la política internacional a su antojo y sin consecuencias. No es Trump, son todos aquellos que lo respaldan y que me recuerdan los peores días de la potestad fascista, donde los gritos y vítores eran por Francisco Franco, por Adolfo Hitler, por Augusto Pinochet (cuyo golpe de estado marcó otro 11 de septiembre, pero de 1973, e inauguró la época del genocidio en Chile).

A veces no alcanzan las palabras, por eso recurro a los poetas. Así es que termino esta elegía interrumpida con otro poeta, con el poeta de Norteamérica, aquel que celebró los ríos caudalosos, las montañas, los valles, las tierras de Manhattan, celebrándose al mismo tiempo a sí mismo: Walt Whitman: “A aquellos que han sucumbido en sus vastos anhelos,/ A los soldados sin nombre que han caído a la vanguardia,/ A los maquinistas tranquilos, abnegados –a los viajeros/ Demasiado vehementes– a los pilotos en sus navíos,/ A muchos altivos poemas y cuadros olvidados/ –quisiera erigir un monumento cubierto de laurel,/ Alto, más alto que los otros–/ A todos aquellos arrebatados tempranamente,/ Poseídos por algún extraño espíritu de fuego,/ Extinguidos por una muerte prematura”.


carlos.maldonado.v@hotmail.com