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¿Reelección?



RODRIGO MARTÍNEZ OROZCO


Jueves 12 de Septiembre de 2019 7:06 am


EL diputado local de Morena en Tabasco, Charlie Valentino, propuso la reelección del presidente Andrés Manuel López Obrador, además de los legisladores Ricardo Monreal, Noroña y Tatiana Clouthier. “Sufragio efectivo, sí reelección”, afirmando que “es una exigencia del pueblo mexicano”, aseguró el diputado, dándole la vuelta a la consigna maderista de larga tradición en México. “No podemos poner en riesgo el bienestar que ya llegó, por eso mismo […] sufragio efectivo, sí reelección, porque queremos a Andrés Manuel López Obrador 6 años más en la Presidencia de la República”, sentenció. Por si fuera poco, aseguró que su petición es una “súplica de parte de la historia”, como si “la historia” fuera un ente absoluto y unitario capaz de ejercer súplica.

Para algunos no fue más que otro episodio del excéntrico diputado con experiencia en declaraciones absurdas. Para otros fue la prueba irrefutable de una estrategia autoritaria del asalto al poder. Pero lo importante es el debate detrás de la reelección como instrumento democrático y la no reelección como problema de continuidad de un proyecto a mediano plazo que, hasta ahora, no cuenta con mecanismos institucionales de transición y estabilización.

En principio, la reelección no constituye una práctica antidemocrática. El principio fundamental de toda democracia, de acuerdo con Sartori, es el de la investidura. Por medio de elecciones libres y limpias, los ciudadanos otorgan la investidura a los gobernantes. El caso contrapuesto, el de la autocracia, es el de la autoinvestidura. Con base en la teoría unitaria de la democracia de Sartori, la reelección con fundamento en elecciones limpias y libres no constituye ni pude constituir una práctica antidemocrática.

Si la reelección no es antidemocrática, ¿por qué tenemos en México una tradición y una cultura que descalifica cualquier práctica relacionada con este tipo de procedimiento electoral? Porque México tiene una larga historia de conformación de poderes locales y nacionales basados en procedimientos electorales no libres. Madero y los maderistas creían que la rotación en el poder era el principio político de cualquier cambio profundo. Después, tras el asesinato de Obregón, fue evidente que para evitar confrontaciones por los poderes locales y nacionales, era necesario institucionalizar el traspaso del poder, aunque ese traspaso no fuera necesariamente democrático. Los mecanismos institucionales de transmisión del poder dotaron al régimen mexicano del Siglo XX de una estabilidad sin precedentes en América Latina. ¿La no reelección garantizó democracia? Evidentemente no, pero sí la rotación ordenada y más o menos predecible de cuadros.

Si algo nos mostró el sexenio de Peña fue que la no reelección no garantiza democracia en los estados. El sexenio de los gobernadores como señores feudales nos enseñó que los poderes locales autoritarios pueden ser muy dañinos. ¿Qué habría pasado si hubieran contado con la posibilidad de reelegirse?

AMLO ha desechado reiteradamente su reelección. El problema es que su proyecto es necesariamente transexenal y, hasta ahora, no cuenta con un partido institucionalizado y funcional. Tampoco parece confiar mucho en la construcción de instituciones. Hasta ahora, los planes para la continuidad de su proyecto son desconocidos, lo que no significa que no existan. Proponer un segundo periodo de 6 años es descabellado, y lo es aún más cuando el Presidente en turno lleva en el poder menos de un año. Si lo que plantea AMLO es un cambio de régimen, más que un cambio de gobierno, necesita garantizar que existan entes más allá de su propia persona. En democracia, una persona no hace régimen.