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Escenario político



GABRIEL GONZÁLEZ CASTELLANOS

Independencia


Miércoles 18 de Septiembre de 2019 7:08 am


EN algunas entidades federativas, el aniversario de nuestra Independencia siguió sujetándose a la mercadotecnia, la inducción mercantil, la demagogia y el manejo pernicioso de los hechos históricos. La distorsión de los acontecimientos históricos es una consecuencia natural a partir de que en su análisis se sustrae el actor al principio clasista de su explicación.

La llegada de los españoles a nuestro continente significó la destrucción de culturas, usurpación de tierras y riquezas, explotación y casi exterminio de los indígenas, sometimiento económico y político a un imperio. Los 300 años posteriores a la Conquista, mostraron lo que sucede con los pueblos subyugados por un imperio: saqueo de sus materias primas, dependencia económica, subdesarrollo para el país sometido, miseria de la inmensa mayoría de su población, imposición de autoridades políticas afines a los intereses de la metrópoli.

En tal sentido, los movimientos de independencia desarrollados en los países de América Latina, se constituyeron como la respuesta lógica a las aspiraciones de libertad de los oprimidos, que se sintetizaron en las personalidades de Don Miguel Hidalgo, José María Morelos, Simón Bolívar, Bernardo O’Higgins, José de San Martín y Antonio Sucre, entre otros. En su conjunto, esos movimientos de liberación exhiben lo que es un salto cualitativo en la génesis dialéctica de las luchas progresistas de nuestros pueblos.

Cierto, se logró la independencia política, pero la dependencia económica persistió al ser sustituida paulatinamente por otro imperio que, incluso, se permitió el descaro de arrebatarnos más de la mitad de nuestro territorio. La entrega de los sectores estratégicos de producción a manos extranjeras, por parte de gobiernos dóciles, fortalece la dependencia de un país, sin importar la presunta independencia política, que no es tal.

Ahora, al cabo de 36 años de gobiernos neoliberales, la Conquista se siguió procesando con el saqueo de nuestras riquezas, pues tras el oro, la plata, el petróleo, el azúcar, hierro y más recursos que poseemos, está la oligarquía financiera con sus empresas transnacionales y sus instituciones financieras. Gracias a esos gobiernos dóciles, el capital financiero hace presa de nuestro país, en el que en particular, el español tiene inversiones en la banca privada y en los prestadores de servicios del sector energético, por mencionar algunos. Siguieron cambiando espejuelos por piedras preciosas, con la complaciente sumisión de la burguesía criolla tecnócrata, desplazada ya del poder.

Hace 37 años, se le impuso al país un proyecto de reestructuración económica que profundizó las desigualdades y quebrantó la planta productiva nacional. Un proyecto neoliberal que privilegió al gran capital y soslayó perniciosamente que la eficiencia económica debe traducirse en justicia social y que la apertura al exterior debe acompañarse de un decidido apoyo a la planta productiva nacional.

Los tecnócratas han entendido que reformar al Estado es disminuirlo y debilitarlo, para no darle a la sociedad los elementos necesarios para su desarrollo. Entienden la modernización como un instrumento para beneficiar a las élites y excluir al resto de la sociedad mexicana de las acciones y decisiones más importantes. Con 6 sexenios neoliberales, se demostró con creces que esa política hecha por las élites y para las élites auspició la corrupción, la impunidad, la inseguridad y el desfalco nacional.

Nuestra patria avanza con el nuevo régimen, hacia un Proyecto de Nación fincado en la democracia y hace del desarrollo económico una palanca para impulsar la justicia social. Es necesario fortalecer las nuevas políticas públicas, encaminadas a que México se configure como un país democrático e igualitario, y lograr cambiar las condiciones de vida de la inmensa mayoría de mexicanos que viven en la marginación.