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Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

El terremoto que viene


Miércoles 09 de Octubre de 2019 7:09 am


SON datos duros, los del Fondo Monetario Internacional: 90 por ciento de los países entrarán en desaceleración económica. En recesión. México está en ese 90 por ciento. Mala cosa. Y una peor: No tiene cómo hacerle frente como no sea a costa de un mayor sacrificio fiscal de los ciudadanos.

La amenaza de la desaceleración de la economía se manifestó desde el año pasado y se remarcó al principio del actual. Señales del terremoto que viene fueron legibles en la guerra de los aranceles entre Estados Unidos y China, el conflicto europeo del Brexit, esto es, la salida de Gran Bretaña de la Comunidad Europea. En la industria automotriz hubo signos, hoy más visibles, de retroceso. Las más fuertes economías comenzaron a resentir dificultades de crecimiento. Lo mismo sucedió con las de Sudamérica y la mexicana. Flaquearon también las asiáticas, que presumían de solidez imperturbable, la de China, sobre todo.

A diferencia de la crisis global de 2008, provocada desde la especulación inmobiliaria y el abuso de recurrir al crédito incobrable, la que auguró ayer el Fondo Monetario Internacional se origina en el sótano mismo de un sistema de producción capitalista que da señales, otra vez, de agotamiento. Estamos ante una crisis de sobreproducción clásica que ha contenido la inflación a costa del desempleo que primero afecta a la periferia y ahora toca la puerta de las economías mayores.

La incógnita hoy es qué tanto resistirá la economía estadounidense a la crisis del mercado global. Reducida la capacidad de compra mundial, será cuestión de tiempo que la desaceleración ocurra también en ese país y arrastre tras de sí a aquellos que más o menos pudieran amortiguar la caída.

El secretario de Hacienda de México, Arturo Herrera, ha dicho que México está preparado para resistir el sismo. No lo está. Se entiende su discurso para evitar el derrumbe de las inversiones y una caída bursátil que afectaría más al país. Pero, ¿es cierto que nuestro país está preparado? No hay señales fidedignas de que eso sea verdad. Ahora mismo, las reiteradas afirmaciones del presidente Andrés Manuel López Obrador de que la economía mexicana va “requetebién”, que las inversiones fluyen y que el año próximo crecerá a tanto por ciento, resultan insuficientes. Negar un terremoto no lo detiene. Por lo contrario, pone en riesgo a quien crea que no va a ocurrir.

¿Qué medidas tomará la administración obradorista para enfrentar una realidad que no se modifica con discursos optimistas? ¿Habrá margen para una más rigurosa austeridad cuando la aplicada da visos de ineficiencia en muchas acciones de gobierno a las que ha afectado? ¿Se exprimirá más a los contribuyentes para que el gobierno tenga dinero suficiente para el gasto público? ¿De dónde saldría el dinero de los contribuyentes si ellos serán víctimas de la recesión y, por tanto, les será imposible pagar más impuestos? ¿Cómo se paliaría el desempleo, si la recesión arroja a la calle a más trabajadores? ¿Qué ocurrirá con los jóvenes preparados para trabajar si se encuentran con un mercado laboral deprimido, incapaz de satisfacer la demanda de empleo? ¿Se aplicarán medidas para contener la inflación a costa de cualquier otro sacrificio y al modo neoliberal, con tal de conservar prestigio político? En suma, ¿está el gobierno realmente preparado para enfrentar una crisis como la que augura el FMI? 

Otro de los enigmas es cómo reaccionará la iniciativa privada. Hasta ahora, los encuentros entre empresarios y gobierno han sido sólo para la propaganda. En el mejor de los casos, tal vez se les hayan ofrecido, a los invitados a dialogar, contratos de obra y asociaciones con el gobierno. Eso puede ser bueno. Pero, ¿qué hay con el resto, con cientos de miles de empresarios que están en condiciones difíciles que podrían empeorar por la recesión? Para ellos no hay alternativa clara todavía. ¿La habrá? Y cuando se dice empresarios, en sus dificultades están involucrados, sin defensa posible, sus trabajadores en riesgo de perder el trabajo.

Ese es el terremoto que viene, si los augurios del FMI son ciertos. Y parece que lo son. Hay suficientes indicadores de que el tiempo de coser y cantar está llegando a su fin. A una crisis económica no se le puede conjurar diciéndole “¡fuchi, guácala!”. Mala cosa.


MAR DE FONDO


** “Canta, me dices. Y yo canto./ ¿Cómo callar? Mi boca es tuya./ Rompo contento mis amarras,/ dejo que el mundo se me funda./ Sueña, me dices. Y yo sueño./ ¡Ojalá no soñara nunca!/ No recordarte, no mirarte,/ no nadar por aguas profundas,/ no saltar los puentes del tiempo/ hacia un pasado que me abruma,/ no desgarrar ya más mi carne/ por los zarzales, en tu busca./ Canta, me dices. Yo te canto/ a ti, dormida, fresca y única,/ con tus ciudades en racimos,/ como palomas sucias,/ como gaviotas perezosas/ que hacen sus nidos en la lluvia,/ con nuestros cuerpos que a ti vuelven/ como a una madre verde y húmeda./ Eras de vientos y de otoños,/ eras de agrio sabor a frutas,/ eras de playas y de nieblas,/ de mar reposando en la bruma,/ de campos y albas ciudades,/ con un gran corazón de música”. (José Hierro, español, 1922-2002. Así era.)