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Sentido común



PATRICIA SÁNCHEZ ESPINOSA

No quedaba de otra


Lunes 21 de Octubre de 2019 7:06 am


“NUESTRO objetivo es no buscar enlutar hogares sino resarcir el desgarrado tejido social de nuestra patria. No vamos a regresar a las masacres aun cuando las pidan en insistencias dignas. No nos interesa andar por la vida con un manto de sangre desgarrada, vamos a ganar pero no convirtiendo a México en un cementerio mayor del que ha sido por tantos años”, declaró el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, durante una conferencia de prensa desde Culiacán, Sinaloa, para informar respecto a las balaceras del jueves pasado, que dejaron nueve personas muertas y 23 heridas.

En dicha conferencia de prensa, el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval González, responsabiliza del fallo de la operación a la Guardia Nacional que no esperó a que llegara la orden de aprehensión, precipitándose a organizar el operativo entrando en el domicilio en el cual tenían localizado a Ovidio Guzmán López y provocando la reacción violenta del Cártel de Sinaloa. Durazo Montaño aclaró que en dicha conferencia de prensa buscaban corregir la información que habían dado un día antes, en donde declararon que la detención se había dado debido a que un convoy había sido atacado a balazos desde la casa en la que se encontraba el hijo de El Chapo, razón por la cual procedieron a ingresar en él y detenerlo, sin el conocimiento de quien se encontraba ahí. Mencionó que se intenta ser lo más transparente posible, y que si los datos son distintos a los dados antes, se debe a que en un principio no contaban con toda la información que hoy tienen.

No obstante, lo ocurrido el jueves pasado en Culiacán en donde murieron nueve personas y 23 más fueron heridas, no es algo que se pueda solucionar con una aclaración durante una conferencia de prensa, sobre todo si en ella se admite que hubo errores garrafales de los que no estuvieron enterados los superiores jerárquicos, que incluyen al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador; al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo; al titular de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval; al secretario de Marina, José Rafael Ojeda, y al comandante de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio, quienes en estos momentos son corresponsables de lo ocurrido en Sinaloa, ya sea por incapacidad o por negligencia.

Culiacán, Sinaloa, vivió horas de pánico el jueves pasado, mientras el mundo entero era testigo, gracias a las aplicaciones de redes sociales en las que la gente compartió en tiempo real las agresiones del crimen organizado contra las autoridades, así como el momento en el que son puestos en libertad 51 reos del penal de Aguaruto. Asombrados e impotentes, las y los mexicanos observamos a integrantes del Cártel de Sinaloa portar armas de alto poder, algunas de uso exclusivo del Ejército de Estados Unidos, rondar las calles en camionetas de empresas de telefonía clonadas, como si se tratara de un país en guerra. De la misma forma, miembros de otros grupos comenzaron a subir videos a las redes sociales mostrando cómo se apresuraban a trasladarse a Culiacán para engrosar las filas del crimen organizado. ¡De terror!

Por supuesto que en ese momento lo mejor era soltar a Ovidio Guzmán, con todo y el mal precedente que México dejaría ante el mundo, al reconocer tácitamente que había sido superado por el Cártel de Sinaloa. Claro que eso era lo humano y lo más inteligente, pues además de que en ese momento no se contaba aún con la orden de aprehensión que los facultaba detener al hijo de El Chapo, haber insistido en retenerlo habría escalado el conflicto hasta convertir a Culiacán en un campo de guerra y a sus ciudadanos en escudos humanos. Habría sido un baño de sangre, inocente en su inmensa mayoría.

Pero eso no indica que tengamos a un Presidente humanista, ni tampoco que se hizo así porque se valora la vida de la gente. Si eso fuera cierto, jamás se habría dejado tan suelta a la Guardia Nacional, que se estrenaba en este tipo de operaciones, al punto de que fueron capaces de actuar precipitadamente (según la versión oficial) y poner en riesgo la vida de toda la ciudadanía de Culiacán. En un operativo de inteligencia de esta magnitud cada uno de los responsables debe de estar al pendiente hasta el momento en que se concluya la misión, desde el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, hasta el Presidente de la República, precisamente para poder tomar decisiones importantes, asegurar que se tiene toda la inteligencia y se toman todas las precauciones, para así evitar que se dé la cadena de errores que tuvieron lugar el jueves pasado.

No obstante eso no se hizo. En el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, minutos antes de tomar un vuelo rumbo a Oaxaca, el Presidente refirió que “nos vamos a esperar, vamos a informar más tarde. Va a ser el Gabinete de Seguridad, están reunidos ahorita. Ellos van a dar el informe”, mientras que los Secretarios involucrados estaban tan desinformados que no pudieron dar la información completa en el primer comunicado que emitieron, además de que ni siquiera se encontraban en Sinaloa. Tomadas en cuenta todas estas fallas, es increíble que sólo haya habido nueve muertos y 23 heridos, cuando aquello pudo haberse convertido en una masacre. Es claro que si eso no sucedió, fue porque el Cártel de Sinaloa cuidó de no lastimar civiles, mostrando no sólo más sentido común, sino mejor sentido humano.

Por supuesto que el crimen organizado se fortaleció bajo el amparo del poder de los gobiernos anteriores. Esa no es una sorpresa, ni tampoco que Sinaloa es el bastión del cártel que lleva su nombre, pero por esa razón no es entendible la poca inteligencia empleada en el operativo, ni por lo mismo tampoco es una justificación válida de las autoridades, pues justamente esa fue una de las razones por las cuales la gente votó por Morena en las elecciones pasadas, porque prometían poner un fin a la delincuencia y no utilizar las mismas estrategias que sus antecesores para combatirla.

La discusión entre si el Gobierno Federal actuó bien o mal al soltar a Ovidio Guzmán, no es importante, porque hacerlo fue la consecuencia directa de una pésima estrategia. Lo importante ahora es hacer el recuento de los daños y deslindar responsabilidades. Después del mal momento que vivió la gente de Culiacán y la situación tan difícil por la que ésta administración ha hecho pasar a las Fuerzas Armadas, es necesario reconsiderar la estrategia de seguridad, superar el “fuchi, guácala” y darle a la situación la seriedad e importancia que se requiere. Las autoridades mexicanas se vieron superadas por el crimen organizado y mostraron que en Sinaloa quienes mandan son ellos, por lo que es necesario comenzar a cambiar el discurso para dejar de encargarle a “las mamacitas” que regañen a sus hijos mal portados, para emplear una verdadera inteligencia en seguridad, pues si bien lo primero causa gracia, hay que recordar que México eligió un Presidente para resolver los problemas más difíciles del país, no un comediante que pueda hacer una broma de un problema tan serio como es la delincuencia organizada.