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Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Ayúdenos, Mr. Trump


Viernes 08 de Noviembre de 2019 7:10 am


MÉXICO, su gobierno, debe aceptar la ayuda que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ofrece para arrasar y desaparecer de la faz de la Tierra –así lo dijo– a los cárteles del narcotráfico.

Para enfrentar un ejército poderoso como el del narco, dijo Trump, se necesita un ejército superior. Y ese es el suyo, claro.

El inquilino de la Casa Blanca hizo la oferta al presidente Andrés Manuel López Obrador luego de la masacre de los LeBarón, en Sonora, a donde se dirigían desde Chihuahua. Nueve mujeres y niños, incluyendo dos bebés gemelos, fueron acribillados y cuatro de ellos incinerados a bordo del vehículo en que viajaban. Tres más resultaron heridos de bala.

De nuevo, circuló la versión oficial de la confusión de los asesinos. Por supuesto, es falsa. El ataque fue deliberado. Uno de los vehículos atacados estaba, al momento de acribillar, dos horas después, a sus ocupantes, a 18 kilómetros de donde ocurrió el primer atentado. Inevitable, traer a la memoria la “confusión” en el aeropuerto internacional de Guadalajara, cuando sicarios rafaguearon al cardenal Juan José Posadas Ocampo, a quien supuestamente confundieron con El Chapo Guzmán, al que pretendían asesinar en mayo de 1994. Apresurado, fácil recurso, muestra al omnipresente pasado priista en las conclusiones de las actuales autoridades de seguridad pública.

Por cuanto a mí respecta, uno más entre millones y millones –como 130– de mexicanos, no sólo acepto por conveniente la ayuda del señor Trump, sino que me permito aconsejarle cómo nos puede ayudar, y mucho. Por esa razón, le dirijo este breve texto que, espero, tal vez se lo haga llegar su embajada en México. (Usted dirá si peco de optimismo.) Va.

Mr. Donald Trump, presidente de Estados Unidos de América:

Con el debido respeto que usted me merece –que no es mucho–, quiero informarle que soy un ciudadano mexicano que acepta y agradece su voluntad de ayuda a mi país, envuelto en la violencia generada por los cárteles de las drogas.

Aunque su oferta de enviar un ejército a tierras mexicanas a muchos les resulta apantallante proposición, tal vez no sea la mejor medida. Se lo digo porque a muchos mexicanos nos disgustaría ver desfilar tropas estadounidenses por nuestro territorio. La historia nos dice que cuando han pisado suelo de mi país, nunca ha sido para bien. También le advierto que su poderoso ejército no es como la legendaria Armada Invencible. Recuerde usted esa pantanosa aventura cruenta que sus tropas tuvieron en Vietnam. Le ayudaría a la memoria, visitar en Washington el monumento a los caídos en esa guerra de invasión. Ahí, sobre mármol, formando una punta de flecha clavada en la tierra, en los muros en vértice, están labrados los nombres de los 100 mil jóvenes estadounidenses sacrificados en esa guerra larga, inútil, sangrienta y absurda. Por cierto, la mayoría de los últimos miles de nombres, tienen apellidos de origen hispano que pelearon y murieron por Estados Unidos. Son tan hispanos como esos que usted repudia ahora y a quienes calumnia de ser violadores, asesinos y ladrones, aunque en realidad trabajan para contribuir al esplendor de su país, a donde una rama de la familia suya arribó hace tiempo en calidad, también, de migrante. No son güeritos muchos de ellos, como usted y sus ancestros; son personas, como todos, usted incluido, aunque a veces sus dichos y sus actos nos hagan dudar de que usted lo sea del todo.

En cambio, sí puede ayudarnos si ataja el tráfico de drogas proveniente de mi país y de otras naciones. El negocio de la droga se lo arrebataron delincuentes mexicanos a colombianos porque nosotros tenemos la suerte –buena y mala a la vez– de compartir con Estados Unidos una frontera de 3 mil kilómetros. Si usted decomisa la droga que entra a su patria, le aseguro que el tráfico dejará de ser negocio y ahuyentará a los delincuentes de México y los que plácidamente residen en la patria suya sin ser molestados. Recuerde, la droga no camina ni vuela sola, no tiene pies ni alas. Requiere que la transporten y que quienes la lleven entren sin impedimento a Estados Unidos, como hasta ahora ha sucedido. Una vez allá, usted puede –y debe– impedir que se distribuya. Su ejército puede ser asaz útil en esos menesteres. Úselo.

Y emprenda una campaña médica y publicitaria para erradicar el consumo de drogas de la faz de ese gran país, hermoso país, que es el suyo. Sin mercado, las drogas y los traficantes desaparecen. Es ley del capitalismo. Recuerde usted que donde hay consumidores, hay vendedores. O como decimos en México: Donde las dan, las toman.

Recuerdo que estando yo en Washington, allá por 1990 ó 1991, creo, el alcalde de la capital de Estados Unidos fue enjuiciado por consumir cocaína y rodearse de prostitutas en legendarios reventones. Ese es, por desgracia, un síndrome de su patria. Lo leí en el USA Today y, si bien recuerdo, en The Washington Post, que compré cerca del edificio Watergate, frente a la orilla del Potomac. Supongo que usted leyó esos periódicos, como también supongo que por aquellos plácidos días usted todavía no odiaba a la prensa.

Con esas acciones que le sugiero, nos ayudaría mucho, muchísimo, sin exponer a sus tropas al repudio de muchos mexicanos y a que no pocos de éstos tomasen partido, equivocadamente lo sé, pero lo harían, por los ejércitos del narco sólo por rechazar a los soldados extranjeros.

Ayúdenos, Mr. Trump, del modo que le digo. Millones de mexicanos se lo agradeceríamos.


Cordialmente, Armando Martínez de la Rosa, ciudadano mexicano.