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SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

Bolivia, los Patiño, Colima


Martes 12 de Noviembre de 2019 7:09 am


HACE unos años terminé de escribir una novela acerca de las relaciones entre los Patiño y la Hacienda de San Antonio y el Hotel Las Hadas. En uno de sus fragmentos, que ahora comparto, se narra un pequeñísimo episodio de la vida política boliviana, en donde tuvo su apogeo quien luego se conocería como el Rey del Estaño. Hoy que el golpe de estado a Evo Morales capta la atención de los medios mundiales, no está de más recordar, aunque sea de pasada, ese brevísimo capítulo de los bolivarianos:

“La Hacienda de San Antonio está siendo objeto de un programa de restauración que incluye la consolidación de la capilla en la que descansan los restos de Clotilde Quevedo, esposa de Arnold Vogel, constructor de la finca a principios del Siglo 20. También se reforzaron los techos de nogal, además de estabilizarse varias estancias que años más tarde harían juego con la decoración de Robert Couturier, que fue contratado por Sir James Goldsmith antes de su muerte, provocada por un infarto mientras descansaba en esa finca enclavada al pie del volcán de Colima y rodeada por cuatro lagunas: la María, el Calabozo, el Jabalí y Carrizalillos.

“Cuando el hijo de Simón Patiño compró no sólo la Hacienda, sino los hoteles María Isabel y Las Hadas, había pasado mucho tiempo de que el estaño se nacionalizara en Bolivia, donde tuvo lugar el golpe de estado perpetrado por René Barrientos, un general que cobró popularidad al lanzarse en paracaídas sobre diversos puntos de La Paz. La junta militar que lo llevó a la Presidencia fue tan generosa que no sólo dejó satisfecho a los Patiño, sino a toda la oligarquía del estaño en ese país y dio cabida, incluso, a gente de izquierda que por primera vez en la historia fungió como cabeza de una asonada. Así llegó al poder J.J. Torres, el general izquierdista que acabó asesinado en un hotel de mala muerte en Buenos Aires.

“Pero el verdadero mérito de Simón Patiño y de su hijo Antenor había sido el asesinato del Che Guevara, en hechos que ocurrieron en una sangrienta campaña de represión contra los mineros, emprendida por el propio Barrientos. Los obreros de las minas de Cochabamba no se explicaban cómo un paisano suyo los había traicionado.

“El general Barrientos hacía su trabajo a cambio de fincas, mujeres y viajes, financiados por los Patiño. De Paz Estenssoro, quien vivía en un cíclico exilio, sólo se recordaba que había contendido en ocho ocasiones por la Presidencia boliviana, récord que en México estaba lejos de alcanzar Andrés Manuel López Obrador”.

En muchos sentidos Colima está unido a Bolivia. Hace unos años el proyecto de gas natural importado de los yacimientos de Camisea se puso en marcha y fue reactivado recientemente, luego de una larga pausa en la que incluso hubo sangre, con el episodio de las mujeres que se cosieron los labios durante la construcción de un tramo del gasoducto a cargo de una compañía coreana. Pero como señalo en la novela, que permanece inédita, la ligazón más férrea se dio a través de la familia Patiño, que se ocupó de construir el portento de hotel y península llamada Las Hadas, concebido arquitectónicamente por José Luis Ezquerra y su inconfundible estilo “lejanista” y también participó en algún momento de la evolución visual de la hacienda de San Antonio, convirtiéndose en uno de sus dueños, me parece que el segundo después de los Vogel, y volviéndose además protagonistas de una unión singular, tal como lo relato en la narración: “Antenor había terminado vengando a su padre, Simón, al sumir a Bolivia en la peor de las debacles, con un ciclo de dictadores como nunca antes lo hubo en Latinoamérica. Para rematar había terminado casándose con María Cristina de Borbón y Bosch-Labrús, Tercera Duquesa de Dúrcal. Lo que pocos sabían era que gracias a la Hacienda de San Antonio se había finalmente consumado el matrimonio.

“Ella tenía 17 años; él 37. Se acababan de casar y pasaban la luna de miel en una lujosa suite del Waldorf-Astoria de Berlín, sobre la Hardenbergstrasse. Antenor había tomado toda clase de consejos. Sus amigos le recomendaron jugo de guaraná, extracto de menta, higos, almendras. Pero nada”.

Corre la leyenda de que gracias al café de San Antonio pudo Antenor consumar su matrimonio.