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Razones



JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ

Evo: lo tiró la gente, no un golpe


Martes 12 de Noviembre de 2019 7:08 am


NO hubo en Bolivia un golpe militar. Ni el propio Evo Morales lo calificó así: habló de un golpe cívico (por la intensidad de las movilizaciones opositoras) que tuvo apoyo policial. No habló, en su texto de renuncia nunca de un golpe militar. El golpe militar es la lectura que le han dado en México algunos funcionarios del Gobierno Federal quizás hablando más de sus propios miedos que de la realidad. 

Algunos llegaron a hacer francamente el ridículo, comparando a Evo Morales con Angela Merkel (ambos han gobernado 14 años), sin tomar en cuenta pequeños detalles, como que el sistema alemán es parlamentario y el boliviano presidencialista, o que el gobierno alemán ha sido producto de distintas coaliciones sin haber modificado la Constitución desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, mientras que en Bolivia, Evo Morales fue electo para 4 años, con posibilidad de una reelección, y cambió a placer la Constitución para reelegirse una y otra vez y modificar todas las instituciones a placer.

La última elección, la que provocó su renuncia, fue el producto, primero, de un referéndum que perdió al tratar de ampliar su mandato por cuarta vez. Como no ganó la consulta recurrió a la Suprema Corte, controlada por Morales, para que en virtud del “respeto a sus Derechos Humanos” se le permitiera volver a ser candidato, lo que el máximo tribunal insólitamente aceptó.

En las elecciones de octubre pasado perdió, no alcanzó la mayoría. El órgano electoral, también colocado por Morales e integrado por sus partidarios, primero suspendió el conteo rápido cuando perfilaba la derrota de Morales. Después de 2 días de silencio, sorpresivamente habían cambiado por completo las tendencias electorales y Evo resultaba con mayoría. Eso fue lo que desató la mayor ola de protestas encabezadas entre otros por los mineros y los sindicatos bolivianos.

Evo tuvo que aceptar que la OEA revisara los comicios y el fraude quedó al descubierto en forma inapelable. Cuando se confirmó el fraude, después de 3 semanas de movilizaciones cada vez más amplias, la policía se negó a reprimir a los manifestantes, como lo exigía Morales, quien entonces recurrió al Ejército para que controlara a la policía y se encargara de la represión. Los militares también se negaron. Cuando quedó exhibido el fraude por la OEA, sin apoyo de la ciudadanía, de la policía y las Fuerzas Armadas, Morales renunció. No fue un golpe de Estado, es una crisis constitucional que debe resolverse constitucionalmente.

La caída de Evo Morales es la historia de un dirigente social que quiso perpetuarse en el poder modificando una y otra vez la Constitución de su país. Que creó organismos electorales y de justicia a modo, que arrasó con sus opositores, que se fue deshaciendo de sus aliados (entre ellos la izquierda tradicional y los sindicatos), que fue exitoso unos años por el alto precio de las materias primas y por el narcotráfico (Bolivia es uno de los principales productores de hoja de coca), con cuyos líderes estableció una suerte de acuerdo de paz para no combatirlos. Cuando cayó el precio de las materias primas ya no alcanzó para dar los apoyos económicos que Evo repartía con generosidad, el sistema entró en crisis, y finalmente cayó luego del fraude electoral certificado por la OEA, que demostró que por lo menos el 38 por ciento de las urnas usadas en la elección tenían más votos que electores.

La doble tentación de perpetuarse en el poder y para eso construir instituciones a modo, es lo que ha llevado a distintos Mandatarios latinoamericanos que llegaron al gobierno con apoyo popular a ir perdiéndolo en la misma medida en que maniobran para reelegirse una y otra vez. El caso de Evo Morales en Bolivia no es diferente al de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, al de Daniel Ortega en Nicaragua o el de Cuba, con un gobierno que se mantiene inalterable desde 1959, cuando la mayoría de la población de ese país ni siquiera había nacido.

Lo que sucede es que estos gobiernos unipersonales terminan apoyándose en instituciones creadas a modo y para eso deben polarizar cada vez más a sus países. Al final, el único apoyo real son las fuerzas de seguridad. Cuando pierden el apoyo de éstas, como sucedió en Bolivia, se desmoronan. El peligro es que han llegado en ese camino a tal nivel de polarización que salir de la crisis sin venganzas y sin violencia termina siendo muy difícil. Por eso terminaron siendo tan valoradas las transiciones de España y Portugal en los años 80, lo mismo que las del Cono Sur tras las dictaduras.

Bolivia tendrá una salida constitucional a la crisis porque los principales actores políticos así lo aceptan y la salida deberá pasar por la convocatoria a nuevas elecciones.