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Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Asilo


Miércoles 13 de Noviembre de 2019 7:55 am


DEBE de ser duro –infiero– buscar y encontrar un país diferente al propio dónde vivir. Más aun cuando se es un perseguido, cualesquiera que las causas sean.

El más reciente asilado por México es, lo sabemos todos, Evo Morales, quien renunció a la Presidencia de Bolivia por la presión de las movilizaciones sociales, la policía, el ejército y, a trasmano, Washington. Sus errores políticos Morales los pagó así, con el destierro.

Voló en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana. Pasó, junto con el gobierno receptor, dificultades para trazar la ruta de vuelo a México, a donde llegó ayer luego de pernoctar en el suelo en Cochabamba, su tierra natal, la noche de su caída.

México ha mantenido una alta política de asilo contra los perseguidos políticos, sin importar las condiciones políticas de los desterrados. Generosa, la diplomacia nuestra ha escrito páginas memorables en la historia nacional e internacional.

Gilberto Bosques, un acendrado revolucionario maderista, se convirtió en paradigma de la política de asilo mexicana. Si bien es conocida su acción de proteger a miles de judíos a quienes salvó de morir en campos de concentración abriéndoles camino a México, hay otros episodios brillantes de su diplomacia. Nombrado en 1953 embajador en Cuba por el presidente Adolfo Ruiz Cortines, quien le ordenó ver cómo lidiaría “al tiranuelo” que era Fulgencio Batista, Bosques convirtió la embajada en La Habana en refugio de revolucionarios y disidentes.

Y cuando la revolución de Fidel Castro triunfó, el mismo Bosques promovió asilo en México de cubanos perseguidos por el nuevo gobierno. Actuó de ese modo a pesar de las diferencias ideológicas con los anticastristas.

“El asilo diplomático en Cuba –sostenía– tuvo aspectos especiales de una gestión diplomática ardua y muy complicada. Fue necesario enfrentar situaciones que estaban fuera del cauce normal, del apoyo legal y en las que hay una faceta muy importante: el conocimiento de la legislación del país. Nosotros estábamos obligados, como cualquier diplomático debe estarlo, a conocer la Constitución de cada país. A conocer las leyes, las circulares y reglamentos del ramo militar, ya que era fuerza de dominio el ejército. El ejército contaba con medios de espionaje organizados. Había un organismo militar de represión y espionaje con asistencia técnica norteamericana, era el Servicio de Inteligencia Militar, el famoso SIM, que perseguía especialmente a los comunistas y a los políticos más radicales del país”. [Graciela de Garay (editora), Gilberto Bosques: Cuba 1953-1964, México, El Colegio de Jalisco, 2007, p. 4., citada en el ensayo Gilberto Bosques y su ejercicio de la práctica del asilo en Cuba, 1953-1964. Ed. Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques. Análisis e investigación, del Senado de la República. México, 2018.]

Cónsul General de México en París, nombrado por el presidente Lázaro Cárdenas en 1939, tuvo la encomienda de proteger a los españoles republicanos que, una vez perdida la guerra contra el golpe de Estado del franquismo, huyeron a Francia. Eran los días previos a la invasión nazi al territorio galo. Ahí mismo, Bosques protegió a judíos que de otro modo habrían enviado los hitlerianos a los campos de concentración y a la muerte segura. 20 mil judíos y 20 mil españoles se salvaron gracias al diplomático mexicano, quien incluso falsificó documentos de los refugiados para darles salvoconductos.

Otro episodio memorable de la política mexicana de asilo lo constituye la admisión de Lev Davídovich Bronstein, León Trotsky, el revolucionario ruso perseguido por Stalin, el dictador de la revolución que este mismo acuchillaba. Ni naciones civilizadas y de alto nivel cultural admitieron al fundador del Ejército Rojo. Fue el gobierno de Lázaro Cárdenas quien le otorgó visa. Es falso que Diego Rivera y Frida Kahlo hubiesen convencido a Cárdenas de aceptar al revolucionario ruso. Otro día me ocuparé de tan cursi mito.

Si bien esos episodios son destacados en la historia diplomática de México, hay muchos otros menos llamativos, pero no por eso menos importantes, como el asilo a perseguidos chilenos y argentinos tras golpes de Estado en sus países. Generosa tradición la mexicana.

Por eso mismo, más allá de afinidades o discordancias ideológicas con Evo Morales, es correcto que México le haya otorgado asilo. Discutir sobre sus políticas es asunto aparte.


MAR DE FONDO


** “En la variedad de razones que hubo de alegar la democracia para negarme el visado, las hay para todos los gustos. El Gobierno noruego se dejó guiar exclusivamente -nunca se lo sabré agradecer bastante- por consideraciones atentas a mi seguridad personal. Jamás pensé que tenía en Oslo, y ocupando puestos tan elevados, unos amigos tan cariñosos. No hay que decir que el Gobierno noruego es un entusiasta del derecho de asilo, exactamente igual que el alemán, el francés, el inglés y todos los demás Gobiernos del mundo. Ya sabemos que el derecho de asilo es un principio sacrosanto e inconmovible. Sólo que, en Oslo, el expulsado que quiera acogerse a él tiene que presentar previamente un certificado de que no van a asesinarle. Una vez cumplido este trámite, se le brinda hospitalidad... siempre, naturalmente, que no haya otros obstáculos que se opongan a ello”. (León Trotsky, ucraniano, 1877-1940. Autobiografía Mi vida.)