Al debate
ISELA GUADALUPE URIBE ALVARADO
Participación ciudadana
Jueves 14 de Noviembre de 2019 7:15 am
TODO sistema democrático requiere de una participación de la ciudadanía, con el fin no sólo de que puedan formar y construir en conjunto con los gobiernos las decisiones, sino para que éstas adquieran mayor legitimidad. La democracia es más allá de una forma de organización social donde se renueva el poder político; es y tiene que convertirse en una forma de vida institucional donde las decisiones lleguen acompañadas con la inclusión de la opinión ciudadana. Necesitamos dejar de lado la participación de la ciudadanía acotada sólo a temas de elecciones, es fundamental, pero sólo es una forma –de las varias que existen– de participar de manera activa en sociedad. Más allá de discursos políticos, requerimos empoderar verdaderamente a la ciudadanía y que sea ella quien marque la pauta a los gobiernos, a las instituciones, al poder. Participar, en el sentido más básico, es formar parte; en realidad las y los ciudadanos tenemos que formar parte en todo lo público, no importando si hablamos de democracia directa, deliberativa o representativa. Diversos analistas, así como los marcos normativos, han descrito y tipificado algunos tipos de participación ciudadana más allá del sufragio como lo es la participación social, que es cuando las personas se integran por medio de organizaciones o asociaciones, con la finalidad de defender intereses comunes. La participación comunitaria pudiera ser donde las personas se integran y organizan para hacer frente a alguna adversidad, y esa fácilmente podemos identificarla cuando la ciudadana se organiza frente a desastres naturales o para mejoras a la comunidad. La participación política es cuando la ciudadanía se integra por medio de representaciones políticas, partidarias, con fines electorales o de poder político. En general, podemos afirmar que la participación ciudadana es cuando en sociedad de manera organizada o de coyuntura, la ciudadanía puede tener injerencia directa con las decisiones públicas. La ciudadanía participa y puede incidir en propuestas de iniciativas de ley, referéndum, plebiscitos, consultas, además de la del sufragio, por supuesto. La historia nos dice que cuando la ciudadanía está presente en las instituciones, cuando es vigilante, activa, cuando forma parte de las decisiones, hay mayor gobernabilidad y equilibrio. Y es que en realidad las grandes transformaciones sociales se han dado gracias a la insistencia y empuje ciudadano, no a libertades y voluntades políticas. Basta con observar la historia en la integración de organismos autónomos de tipo electoral o de Derechos Humanos, por ejemplo; y en buena medida han ganado legitimidad gracias a la presencia ciudadana. Para el caso del combate a la corrupción, el modelo del Sistema Anticorrupción fue crear una instancia ciudadana por medio del Comité de Participación Ciudadana (CPC), integrada por cinco ciudadanos y ciudadanas donde éstos serían el puente interlocutor entre la sociedad civil, y que además quien presida dicho Comité fuera a su vez quien presidiera el Sistema en su conjunto. Un ciudadano o ciudadana con méritos y sin privilegios es quien está al frente y vigilante que las autoridades con quienes integra el Comité Coordinador, cumplan con estrategias y políticas transversales para combatir la corrupción. La rifa del tigre es ciudadana, al menos en los sistemas anticorrupción. El tema no es menor y de gran sensibilidad y exigencia social, el punto es que en muchos de los casos los CPC sin dientes, sin presupuesto y sin atribuciones de peso, están en medio de un desierto donde nadie o casi nadie los escuchan o los quiere escuchar. No desdeñemos a la ciudadanía en sus diversas formas de expresión, organización o participación. Requerimos de una ciudadanía robusta, empoderada, informada, pero sobre todo respaldada (no utilizada) por las instituciones y los gobiernos que es a quien se deben. *Integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Anticorrupción de Colima iselauribe@gmail.com
