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De ayer y de ahora



ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

Del afecto positivo llamado amor


Domingo 12 de Enero de 2020 7:00 am


AUNQUE amar es un estado de ánimo o una disposición, el amor necesita expresión corporal. En el amor “un abrazo dice más que 100 palabras”, aunque un “te quiero” nunca está demás si es sincero.

La comunicación verbal es un soporte para la expresión del afecto y un factor imprescindible para la convivencia en pareja, pero no es suficiente. Los gestos, el beso, la mirada, tomarse de la mano, un abrazo, un pasar mi brazo en tu espalda, y otras formas de “encuentro cercano” como las caricias, son la mejor expresión del amor.

Hay personas con dificultades para expresar afecto a través de contacto físico. En realidad, no es la única forma de demostrar amor, pero es universalmente la más requerida, la más contundente. La expresión corporal es el medio preferido de las emociones, del amor, para notificar su existencia. ¿Y qué decir de la sonrisa? La sonrisa transmite confianza, apoyo y amistad. El mensaje es: “confío en ti”, “estoy contigo”, “eres importante”, “me gustas”. La sonrisa honesta es una expresión facial de autenticidad. La sonrisa podría considerarse la carta de presentación del amor.

¿Qué factores influyen para que una relación amorosa sea satisfactoria? Ya dijimos de la expresión corporal. Entre los componentes del amor de pareja está el deseo, la atracción por el otro. Es una especie de antojo, ganas o gusto por el otro. Es una atracción por “todo” el ser humano. Es el “imán” del otro, su magnetismo, su esencia, la persona en su totalidad.

También tiene que haber admiración. “Me siento orgulloso de que seas mi pareja”. Se pueden admirar algunas características, virtudes o rasgos de la persona, pero sobre todo hay un encanto o fascinación por la valía del ser humano. Si no se valora a la persona supuestamente amada, pues no se ama. La admiración es la fuente de donde se alimentan los elogios, la inspiración para decir “cosas bonitas”.

La pareja necesita sintonía, es decir, coincidir en gustos y preferencias, al menos en cantidad y calidad suficientes como para que ambos sientan “estar del mismo lado, en la misma onda”. Acoplarse en lo básico para realizar la travesía existencial en el mismo barco.

Cuando la coincidencia sobre lo fundamental es poca, las diferencias afloran. La tarea de la convivencia se vuelve agotadora ya que hay que explicar, aclarar y traducir permanentemente los hechos para evitar o solucionar malentendidos. El desgaste psicológico sobreviene irremediablemente. La mala sintonía cansa y produce desamor.

La buena relación de pareja se alimenta de comunicación clara, directa, respetuosa y oportuna. Y a esto hay que agregarle humor, buen humor para sazonar la vida con algo de sal y pimienta. Tener actitudes joviales, juguetonas, con el ánimo de no ser complicados. El humor suaviza.

El componente básico del amor es esa preocupación cariñosa, real y auténtica, por el bienestar de la persona que se dice amar, con actitud de servicio y amabilidad respetuosa. El respeto va de la mano del amor y es clave para la armónica convivencia. Así que tenemos que dejar atrás subestimación, engaño, dominación, explotación, burla, desatención y mentira, por citar sólo algunas conductas que hieren y lastiman a la pareja.