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La palabra del domingo



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

Misión profética del bautizado


Domingo 12 de Enero de 2020 7:00 am


HOY estamos celebrando el bautismo de Jesús, realizado por Juan Bautista, en las aguas del río Jordán. Este bautismo de penitencia y de conversión era impropio para Jesús porque él no tenía ninguna mancha que purificar. Pero Jesús quiso someterse humildemente a este rito penitencial, para que se manifestaran los misteriosos planes divinos. Fue el momento providencial en que la voz del Padre de los cielos, en presencia del Espíritu Santo que descendió en forma de paloma, proclamó la divinidad de Jesús y su misión profética: “Este es mi hijo, muy amado, en quien tengo mis complacencias”.

El bautista dijo de Jesús: “Él los bautizará en Espíritu Santo y fuego”. Así se anunciaba el bautismo cristiano. Sacramento divino que fue directamente instituido por Jesucristo y lo impuso como ley universal el día de su ascensión: “Vayan y enseñen a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

En el bautismo recibimos el regalo de la fe y de la gracia. Nos encontrábamos, antes de recibir el bautismo, con la puerta del cielo cerrada. Pero el bautismo nos restituyó la divinidad sobrenatural de hijos de Dios, herederos de su gloria. El bautismo nos hace miembros de Cristo, nos incorpora a su Iglesia y nos hace partícipes de su misión salvadora.

Pero el bautismo es comprometedor. Los cristianos nos integramos a la vida y al destino de Jesús, y eso implica una participación en los poderes sacerdotales, reales y proféticos del propio Cristo. El cristiano tendrá el compromiso de buscar la santidad siguiendo a Jesús y aceptando la misión profética de hablar a los hombres en nombre de Dios.

Pensemos seriamente en esta misión profética del bautizado. Todos los miembros de la Iglesia somos enviados por Cristo a anunciar y construir el reino de Dios. No sólo el Papa, los obispos y sacerdotes tienen esta misión, sino todo el pueblo de Dios. El Concilio Vaticano II hizo especial énfasis en que los laicos o seglares tienen la misma misión y la misma responsabilidad que la Jerarquía de llevar a Jesucristo a todos los confines de la tierra. Todos los bautizados somos iguales en la responsabilidad de propagar el Evangelio, cada uno debe servir, según las cualidades, grandes o pequeñas, que Dios le ha dado, y según su vocación, allí donde Dios lo ha llamado.

Amigo(a): Estamos en los planes de Dios desde toda la eternidad, y en el día de nuestro bautismo, nuestro Padre Dios derramó sobre nosotros su amor misericordioso y nos dijo como a Jesús: “Este es mi hijo, muy amado, en quien tengo mis complacencias”.