Cargando



Despacho político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

De Joker a Torreón


Miércoles 15 de Enero de 2020 7:05 am


CON una fotografía a colores de tal calidad estética que es comparable a la de, en blanco y negro, Roma (Alfonso Cuarón, 2018), Joker (Todd Phillips, 2019) tiene, entre sus muchas virtudes cinematográficas, una trama original valiosa: La historia de cómo un hombre común se transforma, empujado por un entorno social agresivo hasta la saña, en un criminal que toma revancha y ríe compulsivamente. Joker se sumerge en el alma del personaje hasta mostrarlo víctima y victimario a la vez. Tal es, a mi juicio, su principal valor narrativo que se potencia mediante la actuación brillantemente excepcional en el cine contemporáneo de Joaquin Phoenix.

Ausente la exposición maniquea del bien y el mal contrapuestos, típica del cine hollywoodense, Joker es un poliedro de circunstancias que conducen al personaje a su condición casi inevitable. Casi, porque otro trato social, familiar y clínico lo habría llevado a otros desenlaces como a muchos en la vida real.

La semana pasada, se conmemoró el Día Mundial contra la Depresión, padecimiento éste en auge en los aciagos días nuestros de agria competencia, desdén, desprecio a la persona y elogio de los “triunfadores”, himno a la vanagloria, igual que en los tiempos bíblicos de la adoración del becerro de oro.

La depresión está lejos de ser un estado de pasajera tristeza o de dulce melancolía que forman parte de los ciclos del ánimo regular. Producto de la combinación de factores biológicos, genéticos y sociales, la depresión es una enfermedad como muchas otras, que sumerge al paciente en estados de inmovilidad y desinterés por todo, incluído él mismo. Según el grado con que se manifieste y si no se le atiende desde diversos ángulos, el clínico incluido en calidad de fundamental, indispensable, los desenlaces pueden ser varios. Ah, y no se resuelve con una de las frases más idiotas en boga: “¡Échale ganas!”.

Afectado por un estado de depresión profunda y varios factores más, entre ellos la ausencia total del padre y la reciente muerte de la madre, un niño de 11 años asesinó a balazos a su maestra e hirió a otro profesor y a varios alumnos del Colegio Cervantes, de Torreón. Luego se disparó a sí mismo y murió. Hasta donde se sabe, nunca recibió atención médica especializada ni se le diagnosticó su condición.

Como utilizó una pistola de calibre .40 y otra .25, sobrevino la condena inmediata, la del juicio tan sumario como ligero de los opinantes de ocasión de las redes sociales donde el chismorreo, el cotilleo, la calumnia, la mentira y, sobre todo, la irreflexión encuentran territorio ideal. Así, la Legión de los Imbéciles -como los calificó el filósofo, ensayista y novelista Umberto Eco- escribió un veredicto inapelable en que, además de las armas de fuego, sentenció al cadalso de sus desahogos emocionales a videojuegos, la “falta de valores” y similares. ¡Qué le vamos a hacer, si las redes dieron voz resonante a quienes antes chismeaban en la banqueta o la cantina!

Guardadas las proporciones y las desemejanzas, el caso del niño de Torreón y el personaje de Phoenix caminan trágicamente de la mano para señalar el entorno que orilla a la violencia. La condición, la circunstancia, no exime de culpa a nadie, pero permiten desentrañar causas de hechos como los citados. Conocerlas sirve para explicarlos, explicárnoslos, para prevenirlos en el futuro inmediato… salvo que todo mundo olvida pronto y migra al nuevo chisme, a la más novedosa viralidad, a los nuevos juicios sumarísimos para sentirse, ellos sí, a salvo, protegidos, almas (¿o sepulcros?) blanqueadas.

No son las armas de fuego que son instrumentos circunstanciales (se puede asesinar con muchísimos otros objetos), ni los videojuegos, ni la televisión, ni las redes sociales mismas. Lo que condena a muchos a la depresión y a sus consecuencias graves como la de Joker o Torreón, son los conceptos de cómo tiene que vivirse la vida para estar en la “normalidad”: Nacen, crecen, se casan, se reproducen y mueren, sin alterar en lo mínimo las normas sociales. Tanta presión lleva a estallar a muchos. Una forma de la explosión es el asesinato como revancha por agravios largamente acumulados. 

Espero que a Phillips y a Phoenix les otorguen sendos Óscar, y al niño de Torreón lo dejen en paz los políticos y las redes sociales, porque en el Colegio Cervantes todos los involucrados con los asesinatos y el suicidio son, antes que cualquier cosa, víctimas.


MAR DE FONDO


** “(I) La hoja de palma se parte con la nieve,/ las escaleras se derrumban, / la ciudad yace tiesa y brilla / en el extraño resplandor de invierno./ Los niños gritan y suben/ a la colina del hambre,/ comen de la blanca harina/ y rezan al cielo./ La rica quincalla invernal,/ el oro de las mandarinas,/ vuela en las ráfagas salvajes./Rueda la naranja sanguina./ (II) Yo, sin embargo, yazgo solo/ encerrado en hielo, lleno de heridas./ Todavía la nieve/ no me vendó los ojos./ Los muertos, abrazados a mí,/ callan en todas las lenguas./ ¡Nadie me ama ni ha agitado/ una lámpara para mí!”. (Ingeborg Bachmann, austriaca, 1926-1973. Primeras dos estancias de Cantos durante la huída.)