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Tiempo fuera



HÉCTOR SÁNCHEZ DE LA MADRID

“Peperegrinos egigipcios”


Miércoles 15 de Enero de 2020 7:11 am


MI amigo de toda la vida, Luis Alberto Peralta Mejía, Luigi, es una fuente inagotable de anécdotas simpáticas en torno a su corpulenta persona y a su peculiar forma de hablar. Amigo de casi todo mundo, se le quiere y se le estima, pero sobre todo se le requiere para amenizar las reuniones de compañeros.

De buen humor, a veces agrio y pesado, es rápido para contestar las bromas que se le hacen, aunque en ocasiones se tarde un poco más de lo acostumbrado para expresarse debido a su dificultad congénita para platicar que lo acompaña desde que era niño.

Si alguno de sus innumerables amigos –entre los cuales me cuento– va a realizar un paseo, corto o largo, de ida o vuelta, recurre a Luigi, quien casi siempre está disponible para acompañarnos y hacernos agradable el periplo.

Excelente padre, da la vida por sus hijas Carolina y Victoria, de quienes permanentemente está al pendiente de su salud y bienestar, así como de sus estudios y preparación, satisfaciéndolas de comodidades y viajes acordes con su situación económica.

Hay dos pequeñas anécdotas de Luis relacionadas con su sobrino carnal (también mío), José Ignacio Peralta Sánchez, como Gobernador del Estado, que lo pintan tal y como es, al igual que dibuja la amistad que tenemos desde la infancia.

Resulta que transcurridos algunos meses del gobierno actual, Luigi comenzó a llamarle a su familiar por teléfono celular todos los lunes a la misma hora, una y otra vez, sin obtener respuesta alguna. Después de 3 años de repetir puntualmente el mismo ejercicio, sin que le contestara, por fin tuvo suerte y obtuvo la conexión, respondiéndole Nacho, en el tono amable que le caracteriza: “Tío, ¿cómo estás, qué hay de nuevo?”, lo que sorprendió a nuestro personaje que sólo alcanzó a balbucear: “Nnnaada, ttoodo eestá biien”, replicando el primero: “Ah, qué bueno, entonces luego te llamo, adiós”, cortando la conversación y dejando al segundo en el limbo.

Pasó el tiempo sin conseguir un encuentro con nuestro sobrino, sin embargo, se enteró (está muy bien informado) que yo tendría una cita con Nacho y me pidió que le dijera que quería verlo para conversar brevemente: “ddiile qque mme ddé ssoolamente ttrees mimiinutos papaara ttraattaarle un aasunto”, a lo que de inmediato le comenté: “Luis, en 3 minutos no alcanzas siquiera a saludarlo” (en clara alusión a su trabajo para hablar), soltando la risa y recibiendo un sonoro “¡caacabrón!” de mi querido amigo.

Precisamente por su humor negro, es muy atinado para poner sobrenombres a quien se le atraviese, por lo que a mis hermanos, Manuel y Jaime, así como a mí mismo, nos puso un apodo medio pesadito (estoy bromeando) y comenzó a decírnoslo en cuanta ocasión se le presentaba, pero como frecuentemente confunde la gimnasia con la magnesia, estando juntos los tres fraternos y ejecutando la habituada esgrima mental con él se defendió echándonos en cara: “Caacálleense, peperegrinos egigipcios”, dejándonos estupefactos, sin entender lo que nos decía, pero como yo lo conozco mejor y sé que cambia las palabras, encontré lo que quiso decir, y le repliqué: “Cómo serás nango, quisiste decirnos ‘pergaminos egipcios’, no ‘peregrinos egipcios’”, botándonos de risa los cuatro.

Platicar de Luigi me tomaría horas enteras e innumerables páginas completas para narrar las mil y una anécdotas de mi entretenido y divertido amigo, imprescindible para pasármela bien.