Cargando



Inbox



SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

Crónica de un removedor de pintas


Martes 21 de Enero de 2020 7:13 am


II/II


VINO entonces la necesidad de reactivar al equipo de químicos, encabezado por expertos en mezclas que podían diseñar en cuestión de horas una emulsión para eliminar incrustaciones de cualquier tipo y aunque su genialidad estaba fuera de duda, nos fuimos dando cuenta de que en el caso del cemento había poco que hacer. Proteger la piedra era urgente porque venían más marchas. Una de ellas logró al fin romper el tapial de la glorieta de Cuauhtémoc y las feministas encapuchadas subieron hasta el segundo cuerpo, rayándolo con consignas. En la peana dejaron una extraña fotocopia de una escena porno, luego más arriba dos impresiones más en papel conteniendo fotos de pezones. 

Los vecinos al pasar nos aplaudían, preguntaban qué hacíamos. Mariana les explicaba brevemente. Luego vinieron los de la prensa, con sus pesadas cámaras de televisión y chicas de cabello largo contoneándose para encontrar el mejor encuadre. Pero eso fue poco antes de la intervención gráfica en el Ángel de la Independencia que acabó partiendo en dos al país: los que rechazaban la expresión pictórica y quienes apoyaban a las chavas que incluso le rayaban la cara a un pizzero o empujaban a un cuate que trataba de cruzar la calle en bicicleta bajo el grito de “¡Hombres no!”. 

Nosotros ya habíamos empezado a limpiar los pedestales y ni siquiera imaginábamos qué nos esperaba. Porque no solo era ese sofoco del interior de una marcha ni los empujones o gritos, sino visibilizar la intrusión, palpar el vandalismo. Era verlas marchar enfurecidas porque las autoridades nada hacen para frenar la violencia contra las mujeres. Había vulvas en color negro simulando flámulas e invadiendo casi todos los pedestales. “Hermana, radicalízate”, decían otras. Y yo me acercaba a esos genitales como si fueran flores negras y empezaba a frotar, asperjando químicos, y seguía frotando y cambiaba de atomizador y de producto y al fin, horas más tarde, aquellos labios mayores y menores habían dejado solo una sombra. “No estás sola” y un círculo también negro con un puño cerrado. “Útera libre” y el sabor de que el radicalismo entraba, perforaba en la lengua, en la historia, en las conciencias, en el eje social. “Aborto legal”, luego otra vez la flor de la vulva pero ahora en verde y circundada con un corazón. Como si toda la fuerza de la sangre se agolpara entre las piernas de una mujer. Pero el corazón es tan rico en símbolos que cada quien toma y ve lo que le viene en gana. En la glorieta de Cuauhtémoc una frase contundente: “Ayer la secuestraron. Hoy te vas de putas”. Otra en un pedestal: “Riots, not diets” y una mujer gorda con la mano derecha apoyada sobre una de sus nalgas enormes.

Como si se acercara a un cuerpo en agonía, la restauradora Mariana Grediaga está en cuclillas haciendo las probetas en un costado del pedestal frente al 222 de Reforma. Se reacomoda, se agacha otra vez, rueda el hisopo con el que extrae algo de pintura. Luego abre otro frasco. Era el principio. Era el arranque. Las pruebas de limpieza se acumulaban porque se combinaban productos, se los dejaba actuar. Diez, 15, 20 probetas. Más tarde, revisando la hoja de resultados, sumaban más de 30. Y la cantera con diferentes grados de limpieza, en ciertos espacios ningún producto había hecho efecto. Se volvía a revisar el protocolo, se eliminaban determinados solventes, se agregaban otros. En entrevista telefónica una restauradora de la vieja guardia dice que las pintas “se van a ir deteriorando con la exposición de la luz del sol y de la lluvia y de todo eso”. Nos sorprendemos todos.

Cada 2 días llegan mujeres desconocidas a videograbarnos con sus teléfonos: pertenecen al movimiento Restauradoras con Glitter, en Facebook. Debaten en su página sobre las pintas en el Ángel de la Independencia. Trato de entrevistarlas por Messenger, pero me dejan en visto. No quieren hablar del tema. Dicen que el graffiti no daña los monumentos y citan a teóricos franceses que parecieran pedir el rayado del patrimonio cultural porque con eso “se contextualiza”. Nos volvemos a sorprender. Pero seguimos trabajando.