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El desafío de los migrantes



RODRIGO MARTÍNEZ OROZCO


Jueves 23 de Enero de 2020 7:09 am


EN un artículo anterior (12 de diciembre de 2019) sostengo que, dentro de las prioridades de la política exterior del gobierno de AMLO, la número uno es la permanencia de México en la región económica de América del Norte. Esto significa que lo más importante hacia el exterior es asegurar la estabilidad económica del país. En un segundo nivel están las prioridades políticas y sociales que dividimos en tres categorías: 1) seguridad y narcotráfico; 2) liderazgo regional latinoamericano; 3) migración y Derechos Humanos. Las acciones tomadas por el gobierno de México frente a la amenaza de Trump de elevar aranceles sugieren dicho orden de prioridades: en junio de 2019 México y Estados Unidos pactaron que el primero tomaría medidas para reducir el flujo migratorio y el segundo levantaría los aranceles a las importaciones mexicanas.

Lo acontecido este lunes en la frontera sur de México no es más que una reafirmación de lo pactado en junio del año pasado. El célebre internacionalista Mario Ojeda escribió en la década de 1970 su famosa obra Alcances y límites de la política exterior de México. En dicha obra, Ojeda propone lo siguiente: “México se mueve dentro de una realidad política concreta que le da el hecho de ser vecino directo de los Estados Unidos y de ser altamente dependiente de este país. En consecuencia, el dilema siempre presente de la política exterior de México es el de escoger –o conciliar– entre sus dos objetivos principales: mantener su línea antiintervencionista y no contravenir demasiado a los Estados Unidos”. Las circunstancias analizadas por Ojeda en los 70 se potencian después de cuatro décadas de integración regional y la llegada de Trump a la Presidencia.

Ojeda sintetiza los límites de la relación de México con Estados Unidos de la siguiente manera: “los Estados Unidos reconocen y aceptan la necesidad de México a disentir de la política norteamericana en todo aquello que le resulte fundamental a México, aunque para los Estados Unidos sea importante, más no fundamental. A cambio de ello México brinda su cooperación en todo aquello que, siendo fundamental o aun importante para los Estados Unidos, no lo es para el país”. Si adaptamos este análisis a la realidad actual, podemos sugerir que Trump aceptó la renegociación de un tratado trilateral de libre comercio, fundamental para México, pero no prioritario para Trump (aunque sí para algunos estados fronterizos norteamericanos). Por su parte, López Obrador reforzó los controles migratorios en la frontera sur de México, importante para Trump como gobernante en campaña permanente, pero secundario para el gobierno de AMLO. Las tesis de Ojeda parecen adquirir actualidad después de décadas.

El apuro para el gobierno de la 4T es evidente. En primer lugar, México ha adoptado diversas políticas para fomentar la mejora de la situación de los migrantes en sus lugares de origen o en el propio territorio mexicano. Sin embargo, la profunda asimetría de poder entre Estados Unidos y México se impone. Parafraseando a Lorenzo Meyer: México sacrificó a los migrantes en aras de la estabilidad económica. Pero la cuestión de los migrantes también tiene repercusiones en la política interna y en las intenciones de AMLO de ser el nuevo líder progresista en la región latinoamericana y caribeña. Hacia adentro, a pesar de los esfuerzos del Presidente por evitar la violación de los Derechos Humanos por parte de la Guardia Nacional, los enfrentamientos violentos con los migrantes suponen un riesgo para los Derechos Humanos. Hacia el exterior, AMLO debe defender a los migrantes mexicanos en Estados Unidos, a la vez que refuerza los controles en su frontera sur. La paradoja es evidente, pero la solución del gobierno obedece a aquella frase que AMLO repite constantemente: “la política es optar entre inconvenientes”.