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La política del coronavirus



RODRIGO MARTÍNEZ OROZCO


Jueves 19 de Marzo de 2020 7:32 am


ES difícil encontrar otro tema tan urgente como el del coronavirus. Sin duda hay temas fundamentales, como el feminismo y la violencia de género o el conflicto petrolero entre Rusia y la OPEP, pero el que domina la agenda actualmente a nivel global es el coronavirus. Primero lo primero: hago una invitación a todos los lectores a sumarse a la campaña contra la amenaza del coronavirus. Hay que tomarse el asunto con toda la seriedad posible, sin caer en la psicosis ni en comportamientos irracionales. Lo importante aquí es seguir las recomendaciones fundamentales: no salir de casa más que a lo estrictamente necesario, lavarse las manos constantemente, estornudar o toser en el ángulo interno del brazo, no saludar de beso ni de mano y, en general, guardar una sana distancia entre individuos para evitar más casos de contagio. Todos debemos colaborar con responsabilidad porque a todos nos afecta. Dicho esto, entremos en materia.

En general, la palabra política se puede traducir al inglés de tres maneras: 1.- Politics, que hace referencia a la lucha por el poder; 2.- Polity, que se refiera a las formas de organización de las sociedades humanas y 3.- Policy, que se refiere a las políticas públicas. Cuando hago referencia a “la política del coronavirus”, la palabra política se entiende de acuerdo con los significados 1 y 2, pues no me interesa por ahora analizar las políticas públicas particulares llevadas a cabo por los gobiernos. Lo importante aquí es tratar de observar cómo el problema de la pandemia ha incidido en un proceso hasta ahora lento y tímido, pero que representa la era Trump: el fortalecimiento de los estados frente a otros actores trasnacionales, el surgimiento de liderazgos fuertes al estilo de Trump, las reacciones antiliberales, la reafirmación de las soberanías nacionales (entiéndase Brexit, principalmente), entre otros fenómenos que en general se relacionan con una ola global antineoliberal. Ojo: esto no debe malinterpretarse y pensarse como un movimiento organizado, sólido y unificado contra el neoliberalismo global, sino como una serie de reacciones contrarias a esta doctrina.

Ante la emergencia sanitaria, los estados y jefes de estado se han visto obligados a asumir un papel primario por encima de otras organizaciones como las empresas trasnacionales, los organismos multilaterales o las organizaciones supranacionales. El estado, por necesidad, parece comenzar a reclamar el centro de la vida humana en colectividad. Por otro lado, los estados que están al centro del sistema internacional actual (principalmente Estados Unidos y China) están liderados por dos figuras personales fuertes. Trump está a la cabeza de un país con instituciones democráticas sólidas que constantemente frenan su voluntad autoritaria. Por el contrario, Xi Jinping está a la cabeza de un régimen autoritario con alta capacidad de control social que, aprovechando la coyuntura de emergencia, afirmó su poder y su capacidad coercitiva sobre una población china que ya tenía un alto déficit de libertades políticas.

El coronavirus también está obligando a los estados a cerrar fronteras o a tomar medidas para limitar el tránsito dentro y fuera de sus límites territoriales. Además, gobiernos de todo tipo ideológico están proponiendo transferencias directas de efectivo a las poblaciones que gobiernan para afrontar las semanas clave de la pandemia. De repente la realidad actual nos recuerda a la terrible década de 1929-1939. Es imposible saber si una vez terminada la emergencia los estados se replegarán frente a otros actores fundamentales o si aprovecharán la coyuntura para afirmar su poder. Sin embargo, poder observar un reflujo del estado como entidad política y jurídica por excelencia me parece un fenómeno fascinante.