La pandemia y su impacto en la deuda pública

JORGE A. CHÁVEZ PRESA*
Sábado 21 de Marzo de 2020 9:33 am
La pandemia desatada por el nuevo virus SARS-COV-2 (Covid-19) es una
fuerte llamada de atención a todos. Por sus repercusiones, la capacidad de
respuesta del Estado de cada país está poniéndose a prueba. También está la disposición
de su población y de sus organizaciones sociales a cooperar y a obedecer a la
autoridad en la materia. La escala
global, la velocidad y susceptibilidad de contagio de esta pandemia representa
una perturbación a la salud pública con un costo en vidas que aún no podemos
cuantificar. La capacidad de organización de cada país tendrá que sacar a
relucir lo mejor de sus cuadros en los sectores público, privado, social y
académico, porque se necesita acertar con intervenciones gubernamentales que
faciliten la recuperación de la producción de bienes y prestación de servicios
del desplome en el que han caído. Regresar a la demanda y oferta agregadas a
nivel global requerirá forzosamente de la cooperación internacional y de los
países con poder de señoreaje. El Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial, los organismos financieros internacionales de cobertura regional, el
G7 y el G20, tendrán que coordinar esfuerzos en el diseño de medidas que
permitan restablecer las cadenas globales de valor, el comercio internacional,
los flujos de inversión extranjera y el empleo. Por lo
pronto, lo más importante es que la autoridad defina la estrategia de salud a
seguir, y que lo haga con total transparencia y claridad en términos de sus
implicaciones para la vida y la economía de las personas. Esta decisión no es
nada fácil. La estrategia de mitigación que detiene el crecimiento exponencial
de contagio y “aplana la curva” ascendente tiene la desventaja de un costo
elevado en vidas; le apuesta a la capacidad de recuperación de la población y
de la respuesta eficaz de las defensas del cuerpo individuales. Sin embargo, se
ha observado que no habría capacidad hospitalaria para sostenerla. En
contraste, la estrategia de cerrar y confinar de forma generalizada, al parar muchas
actividades productivas, llega a ser insostenible económicamente en el mediano
y largo plazo, y, peor aún, puede conducir a cierres futuros de la actividad
económica y social al resurgir brotes de epidemia. Hay algo que se aprendió:
China, Corea e Italia están aplicando pruebas masivas, lo cual permite
identificar con más precisión los puntos con mayor potencial de contagio. Así
puede acotarse y dirigir de manera más específica los cierres de los centros
poblacionales y sus actividades. Este choque,
que superará al de la Gran Recesión de 2009, les pasará irremediablemente una
cuantiosa factura al Estado, y por ende a sus contribuyentes y beneficiarios de
servicios públicos. No hay vuelta de hoja, la deuda pública aumentará; es el
instrumento para acomodar en el tiempo choques gigantescos. Y por ello tienen
que adoptarse a la brevedad las transformaciones que permitan un crecimiento
económico vigoroso y sostenido. No son tiempos para que posiciones ideológicas
frenen al país. Desde ahora las autoridades y responsables de la política
económica tendrán que poner en práctica medidas que minimicen el cierre de
empresas y la pérdida de empleo (la fuente de generación de riqueza); será con
medidas heterodoxas de apoyo transitorio en materia tributaria y de apoyos
explícitos en efectivo a los hogares. Además, los gobiernos en los tres órdenes
territoriales tendrán irremediablemente que fortalecer las bases de
recaudación, así como cancelar, reducir o posponer programas y proyectos que
carecen de justificación social, ambiental y económica. Si la escasez de
recursos ya apretaba, ahora habrá que tomar decisiones contundentes que
permitan la recuperación más rápida posible de la economía y les devuelvan su
vida cotidiana a las personas. *Economista
Twitter: @jchavezpresa