La plaga del cielo
JULIO IGNACIO MARTÍNEZ DE LA ROSA
Sábado 21 de Marzo de 2020 9:50 am
LAS crisis tienen lados positivos, hay que encontrarlos y aceptarlos. Aunque nos disguste mirar hacia atrás, lo cierto es que estamos aquí
porque somos resultado de una enorme cadena de hechos. Hoy nos reconocemos como
el producto de grupos o “razas” que se mezclaron a lo largo de los siglos. Hay
miles de opiniones acerca de las mejores razas humanas, como Hitler algún día
lo hizo. Lo cierto es que una mirada al pasado es necesaria para entendernos. Como nosotros hoy, ellos sin nuestra tecnología, nuestros antepasados
vivieron las más horribles pestes y hambrunas, plagas y carencias arrojadas por
la naturaleza y la misma obra de los hombres de antaño. Los códices y relatos
de los visitantes dan cuenta de ello. No toda la vida prehispánica fue
placentera, hubo momentos cuya crisis sacudió y cambió la vida de todos. Ellos quizá no entendían las razones de las obras y enojos divinos. La
ciencia no era cosa de ellos, como hoy tampoco es para muchos, aunque ofrezca
la verdad y razones de los hechos, tal es el caso del Covid-19 o coronavirus. O
no quieren entenderlo o no saben. La ciencia dice todo, pero hay que leer,
estudiar, oír y aceptar. Los chismes de vecinos y las redes sociales poco o
nada aportan. Dicen los especialistas que allá por 1446, la construcción del dique de
Netzahualcoyotl que separaba aguas dulces y saladas del Valle de México, los
inundó de langostas, sequías y falta de alimentos. De 1450 en adelante, como
registra el códice Chimalpahin, ese valle fue atacado por hambre y
enfermedades, a causa de cambios climatológicos que les impusieron
contaminación y epidemias. Dicen los estudiosos de hoy que la población casi se acabó y los
gobernantes cambiaron su posición dura, dejando de acopiar los tradicionales
tributos y usar las reservas reales para alimentar a sus súbditos. El códice Chimalpopoca indica que muchos emigraron al imperio totonaca,
uno conejo se apropió de la situación, eran males de un desventurado signo
astrológico que aplastó al imperio del centro. Según Torquemada, cesó la guerra y el hambre duró tres años. Entonces se
fueron a tierras menos frías. Quienes se quedaron fueron esclavos por comida y
vendieron a sus hijos a los totonacas. La medida del precio era el maíz. Las
autoridades permitieron la venta de esclavos al precio de una doncella, unas
400 mazorcas. Los jóvenes eran más caros. Los hombres y mujeres que no se vendieron tuvieron que alimentarse de
raíces de plantas silvestres. Cuando la hambruna arreció, miles emigraron del
valle y enfrentaron “la plaga del cielo”, un intenso frío que mató a miles de
migrantes que formaron las largas filas de hombres con la esperanza de
salvarse. Ixtlixóchitl narró que hubo un catarro por el frío, diezmando aún más
a la población, sobre todo de personas mayores. Los efectos de la hambruna
fueron tales que los coyotes dieron cuenta de humanos débiles. En esos momentos de crisis la moral era subterránea. Pasaron años para
superarla. No tenían herramientas científicas para prevenir, dependían de sus
rezos y de la voluntad de sus dioses. Hoy no es así en este maravilloso México
nuestro. Nosotros sí tenemos ciencia y capacidad de actuar y prevenir. Todo
depende de la voluntad. Hoy, los gobiernos harán lo que juzguen necesario, mal o bien ya vendrán
los resultados. Antes eran pueblos dependientes de la nada, sólo de sus
creencias acientíficas. Si hace 600 años un dique causó efectos nocivos
coincidiendo con fenómenos naturales, hoy vemos cómo los efectos del cambio
climático nos azotan con un virus. Nosotros lo sabemos, nuestros antepasados ni
idea tenían. La plaga del cielo nos ilustra. El contacto diario entre hombres y
mujeres los contagió y los mató. No sabían de cuidados. Nosotros sí sabemos, no
hay que especular, ni anteponer razones ideológicas (políticas), pues son una
falsa conciencia de la realidad. Simplemente hay que protegerse, como
seguramente muchos lo hicieron para evitar el sida u otras enfermedades
indeseables.
nachomardelarosa@gmail.com