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Ciencia nuestra de cada día



ALFREDO ARANDA FERNÁNDEZ*

Pandemia


Domingo 22 de Marzo de 2020 5:35 pm


LE puede parecer exagerado. Quizás crea que no es necesario poner tanta atención al problema. Es posible que le hayan convencido plenamente de que en tierras tropicales no pasará nada, porque tenemos tanta biodiversidad, porque no hace frío, o porque sabrá la freg... o todas juntas, ¡pa’ que amarre!
Si usted cae en el grupo de personas que sienten y/o piensan algo similar a lo que acabo de describir, poco podré agregar a todo lo que los centros y organizaciones de salud, universidades y algunos gobiernos del mundo nos han estado diciendo para que cambie de parecer. No lo haré y sólo espero que no haya ninguna razón para que se arrepienta.
El último enunciado si me invita a comentar lo siguiente. Cuando hay una pandemia (y en general, la expectativa de un fenómeno potencialmente catastrófico) existen únicamente dos posibles futuros. Uno, en el que la catástrofe se consuma con su característico efecto devastador en términos de vidas, pérdida de infraestructura social y física, y con la subsecuente dosis de dolor y sufrimiento. El otro futuro es que no pasa nada, o casi nada, que no es lo mismo, pero es igual.
En el primer caso quedará evidenciado que no se llevaron a cabo las medidas necesarias para que los efectos de la pandemia fuesen controlados. Gobiernos e instituciones responsables quedarán en deuda con la sociedad a la que debieron servir. Es posible que, dependiendo de la situación y el país, se deslinden responsabilidades y existan castigos ejemplares. Es muy probable que personas que inicialmente no creyeron demasiado en los avisos y alertas emitidas por los diferentes sectores involucrados, olviden que no creyeron y demanden, ahora sí, el castigo ejemplar. Desde luego que podemos también imaginar el caso en que la situación era tan devastadora y peligrosa que incluso habiendo hecho todo lo posible, no se pudo conseguir nada, sin embargo, no será difícil saber la diferencia.
En el segundo caso, cuando sí se evitó la catástrofe, lo que invariablemente sucederá es que sentiremos que se exageró. “Ya ven, no pasó nada”, “¡Se los dije!”.
Nos atreveremos a decir cosas como que, el hecho de que la pandemia no tuvo efectos catastróficos enormes, es una “clara evidencia” de que no era necesario hacer nada. Difícilmente reconoceremos que fue gracias a todas las medidas tomadas que el resultado fue bueno. Será difícil reconocerlo sobre todo de las medidas que nos afectan directamente en el día a día y de las que nos estuvimos quejando todo el tiempo. No sé ustedes que prefieran. Yo prefiero la segunda.
A mí no me importa si usted cree que se exagera. Tampoco me importa que, en caso de lograr evitar un severo problema de contagio masivo descontrolado que imposibilite a los de por sí insuficientes sistemas de salud del país, usted al final diga “ya ven, no pasó nada”. Prefiero eso a que, por no molestarle, pongamos en riesgo caer en el primer futuro descrito arriba.
Por favor no vaya usted a pensar que considero que sea fácil y trivial. No, no es fácil y estas medidas afectan a todos en diferente medida. Sí, todas estas medidas nos afectan y mucho. Sé que un aislamiento impacta la vida cotidiana, que muchas personas se verán afectadas en su economía personal, en sus actividades laborales, escolares, que el país entero bajara su productividad, etcétera (un larguísimo etcétera). No es cosa menor. Por eso, precisamente por eso, deberíamos entender que el riesgo de no tomar esas dolorosas medidas es aun mayor. Sí, seguramente habrá quienes aprovechen el momento y la situación para llevar agua a su molino. Sí, como siempre. Que eso no sea la causa que a usted le impida contribuir a que la situación no empeore. Hay muchas otras maneras de expresarse y actuar contra sus adversarios políticoides e/o ideologicoides. Gracias.

*Coordinador General de Investigación Científica de la Universidad de Colima

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