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La palabra del domingo



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

Cristo ilumina nuestra ceguera


Domingo 22 de Marzo de 2020 5:35 pm


EN el Evangelio de este domingo, Jesús se manifiesta y se proclama hijo de Dios al darle la visita a un ciego de nacimiento. Jesús dijo: “Este hombre, ya nació así para que en él se manifestarán las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras de mi padre que me envió. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”.

Jesús curó a aquel ciego de nacimiento y al mismo tiempo le abrió los ojos del alma, dándole la luz de la fe. El ciego, al ser curado, saltó de gozo y proclamó sin miedo su testimonio ante los hombres, expresó su agradecimiento y su adoración al señor y lo siguió en su camino.

En cambio, los jefes de los judíos, cegados por el orgullo, no quisieron aceptar aquel prodigio, sino que cerraron sus ojos a la evidencia y se obstinaron en la negación. Veían y no veían. Paradoja de lo absurdo.

Cristo, luz de luz, Dios y hombre verdadero, ilumina a los hombres, quiere con vehemencia nuestra salvación y nos busca. Pero él nos hizo libres y somos libres de aceptar o negar su luz, en doctrina, su amor. Ante el milagro de los ciegos de nacimiento, los fariseos rechazaron a Cristo y el ciego lo aceptó y dijo a Jesús: “Señor, yo creo, y postrándose lo adoró”.

También hoy, en nuestro tiempo, vemos que cada vez más se dividen los caminos de la gente entre creyentes e incrédulos. También hoy hay que decir: por Cristo o contra él.

Nos proclamamos cristianos, pero, ¿nos dejamos iluminar y orientar por Cristo en nuestro diario vivir, en nuestros planes, en nuestras obras? ¿Nos sentimos ciegos y necesitamos de su luz, o nos parece que vemos muy bien, que nadie nos puede enseñar nada? ¿Somos ciegos o nos tapamos los ojos?

Si nos dejamos iluminar por Cristo, es necesario que se note claramente nuestras obras. ¿Son luminosas? ¿Son justas? La justicia es la verdad, la bondad, la preocupación por el prójimo y todo lo que es expresión auténtica de la fe y del amor. Todos somos, de alguna manera, espiritualmente ciegos a quienes el señor tiene que dar o aumentar la fe.

Este cuarto domingo de Cuaresma debe ser un día de reflexión y decisión, para renovar nuestra vida en el seguimiento de Cristo. El señor se proclama: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tiene luz de vida. Ustedes son luz del mundo para que las gentes vean sus obras y den gloria al Padre de los cielos”.

Amigo(a): La luz de Cristo nos iluminará y nos impulsará a ser coherentes con nuestra fe, luchando seriamente, con amor, con alegría por el reino de Dios y su justicia.