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En Solfa



HÉCTOR SÁNCHEZ DE LA MADRID

Deficientes dirigentes políticos y empresariales


Miércoles 25 de Marzo de 2020 8:10 am


EN 2015, Bill Gates, cofundador de Microsoft, dio una conferencia en la que sostenía que la próxima guerra mundial no sería nuclear sino bacteriológica y apremiaba a que nos preparáramos para enfrentar la pandemia mundial de un poderoso virus, en el corto o mediano plazo. Asimismo, informó que no había un sistema internacional para hacerle frente a ese flagelo.

La realidad nos alcanzó más temprano que tarde con el coronavirus, el cual no fue frenado desde su inicio en Wuhan, China, ni atajado en el resto del orbe, con la excepción, quizás, de Rusia, que supo aplicar medidas drásticas para impedir que entrara y se desparramara la virulenta plaga, normas que debieron implantarse radicalmente al conocerse los alcances del temible virus.

Es evidente que los más encumbrados dirigentes políticos y los más fuertes hombres y mujeres de negocios en el plano internacional no tuvieron la sensibilidad y el interés de apoyar e invertir en investigaciones científicas para encontrar las curas de esas enfermedades y las vacunas para impedir que se siguieran proliferando en el planeta entero. Ni unos ni otros estuvieron a la altura de las circunstancias, vamos, ni el propio Gates.

La carrera por alcanzar y retener el poder de los políticos y el atesoramiento ilimitado de dinero de los grandes empresarios hizo que se olvidaran de la fragilidad del ser humano, de la vulnerabilidad de la vida ante el ataque de un microscópico virus que ha cobrado ya varios miles de personas y nadie sabe hasta dónde y hasta cuándo va a llegar ni cuántas víctimas seguirán cayendo en las siguientes semanas o meses.

La búsqueda de los políticos de sacar el mayor provecho y lo más pronto posible de sus administraciones los aleja de los logros verdaderamente importantes y trascendentes, de ahí que la mayoría de ellos se dedica a alcanzar resultados menores a corto plazo, de menor valía, que los rara avis que persiguen éxitos relevantes aunque consuman todo el periodo para el que fueron electos.

Igual sucede con los empresarios prominentes –me refiero a quienes se mueven en los planos nacional e internacional– que se pasan su vida acumulando dinero que ni sus tataranietos se van a acabar, en lugar de ayudar a los necesitados y apoyar a los investigadores y científicos para que trabajen y encuentren las curas y las vacunas a los azotes que cíclicamente matan a decenas de miles de individuos.

Esa carrera desenfrenada por el poder y el dinero ha puesto en jaque a la humanidad una vez más, sin saber cómo y cuándo podremos salir de este atolladero, al haber entrado a un terreno desconocido en el que las mejores expectativas refieren que la vacuna contra el coronavirus estaría lista hasta dentro de 11 meses, una eternidad para 7 mil 700 millones de personas que estamos en vilo ante la amenaza mortal que nos acecha.

Cómo le hacen falta al mundo estadistas que piensen y trabajen en el futuro de la humanidad, no en las elecciones intermedias ni las reelecciones o en eternizarse en el cargo, al igual que carecemos de las y los empresarios que dediquen su talento y su fortuna para financiar proyectos dirigidos a erradicar las enfermedades que nos diezman y a construir un mundo más justo, más equitativo, más humano que el actual.

En épocas de crisis es cuando se manifiestan los grandes valores humanos, tanto de los dirigentes políticos como de los capitanes de la industria, así como de la sociedad misma. Mal se ven quienes se aprovechan del trance angustioso en el que estamos inmersos para sacar provecho personal, político o económico. Es tiempo de unirnos, de ayudarnos, de protegernos todas y todos. Ya vendrán días mejores.

La pandemia del coronavirus será frenada y controlada en el corto o mediano plazo, al igual que seguramente se encontrará la vacuna en el tiempo señalado, quizás antes o después, sin embargo, debemos todas y todos sacar experiencia de esta calamidad reflexionando nuestra vida personal, familiar, al igual que replantear nuestra función como parte de la sociedad en que vivimos para mejorar en su conjunto.

Nuestro papel como ciudadanas y ciudadanos es hacer caso a las recomendaciones de las autoridades y seguirlas al pie de la letra. Ayer entramos a la fase 2, que es muy peligrosa si no hacemos lo que nos indican los epidemiólogos, que es quedarnos en casa el mayor tiempo posible, solamente salir lo indispensable, sin saludar de mano, abrazo o beso a quien sea. Si obedecemos, la transmisión del virus será mínima, con lo cual el contagio se irá disminuyendo y se podrá controlar la enfermedad virulenta. Se dice fácil, entonces, hagámoslo.