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SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

Los culpables


Martes 07 de Abril de 2020 7:46 am


CUANDO el rockstar del momento lanzó la piedra para inculpar a los gobiernos panpriistas de la crisis de salud por la que México atraviesa, nadie se imaginó que no solamente el sistema se lavaría las manos ante las proporciones descomunales de una epidemia como la del Covid-19 que, dicho sea de paso, no ha pegado tanto como se esperaba, sino que adicionalmente la estrellita de actualidad acentuó la pandemia al colocar en la mira a esos responsables de la actual dinámica de penetración y contagio del virus global.

“Esto es producto de muchos años, 4 décadas al menos de mala alimentación”, dijo Hugo López-Gatell. Ándele: no es producto de malas políticas, de errores de estrategia, ni de declaraciones campechanas en las que se antepone la imagen de una Virgen a las necesidades de la comunidad. Y ándele todavía más: cuando los mexicanos estábamos esperando un posicionamiento científico radical, con la más pura lógica de la deducción y el raciocinio, lo que obtuvimos fue un primer acto de preaspirante a la Presidencia de la República, una vez que finalice, si es que lo hace, la infernal franja de estancamiento provocada por el invisible huésped con forma de corona.

Si el PAN y el PRI pensaban que este sería el hoyanco definitivo en el que se ahogaría el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se equivocan. El discurso obradorista a través del referido Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, ha ocupado los espacios de las redes como rockstar de una crisis en donde la voz de muchas mujeres ha apuntalado ese reflectorismo tan atípico para estos momentos, pero tan clásico para la estudiantina política, que aunque no haya fiesta se pone a tocar con sus calcetas altas y sus clámides en medio de salones de eventos sin un alma.

Así es la coyuntura. Nadie abrió el hilo pero la discusión ahí está. Pese a las mecánicas de alebrestamiento implementadas por Marcelo Ebrard en su propia conciencia y deseos de suceder a AMLO, el gancho lanzado por papá López-Gatell no tuvo réplica porque se convirtió en abatimiento de su contrincante, que en una sola semana demostró que su palabra es ley, que su voz es bálsamo. Sí, que podría fácilmente aspirar a colocarse a la derecha del Señor. Y con ese capital político conferido por la angustia y el pánico acumulado en los pechos de las señoras y señores de este país, papá Gatell podría convertirse en un bólido con la misma velocidad en la que se acaba, si es que se acaba, la enfermedad del siglo.

Y aunque los culpables de la debacle sanitaria son la diabetes y la obesidad heredadas por el panpriismo mediante cochupos y cabildeos con las refresqueras y los descendientes de los Servidtje, los no culpables, es decir, los moreni-amloístas, siguen siendo los responsables de este infierno “porque así lo digo yo”, y porque nadie hay que pueda frenar la andanada de adjetivos que en las últimas semanas le han endilgado al cabecita blanca para hacerlo pagar su osadía de aventar por delante a la Morena del Tepeyac y a su vez lavarse las manos con entrecejo pilatesco y voz cadenciosa de aprendiz de cura.

Puede ser, nadie lo niega. Los cabildeos entre la alta fructosa y los dipu-tables fueron pan de lo mismo a lo largo de esas 4 décadas. Hasta hoy medio nos estamos defendiendo al obligar a las embotelladoras a ponerle la cantidad de letalidades contenidas en sus productos y a eliminar los muñecos infantifílicos en los envases, disposición que se llevará entre las patas, por cierto, tanto al Tigre Toño como al Osito Bimbo. Bien por ellos, que en el año 41, después de esas 4 décadas de amasiato antisalud, por fin están sacando la casta y la cresta.

Es nostalgia, ya todo lo que nos lleve a la escena donde comprábamos en la tiendita las papas, los Frutsi, los Kranky, los Cheetos, y aunque estos trabajos de Hércules relacionados con expulsar de las escuelas a las firmas genocidas no son de ahora sí lo es la energía y el coraje de hacer valer esas leyes, reglas, ordenanzas que nos hagan recuperar la salud para, en dado caso, enfrentar al corona y despojarlo de su virus.