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Indicador político



CARLOS RAMÍREZ

2021, escenario del fin del PRI


Martes 07 de Abril de 2020 7:45 am


EN la edición de mayo de 1985 de la revista Vuelta, el ingeniero, poeta y ensayista Gabriel Zaid, publicó un texto que cimbró al priismo: “Escenarios sobre el fin del PRI”. Luego de haber sobrevivido el 68 estudiantil, el 76 echeverrista y el colapso lopezportillista de 1982, el PRI parecía hundirse. A 35 años de distancia, la jibarización PRI se resume en cifras: 13.5 por ciento del voto presidencial en 2018, 10.9 por ciento de Senadores, 9.2 por ciento de Diputados y 34 por ciento de Gobernadores.

El PRI entró en una debacle en 1982 con el colapso económico y el arribo al poder de los tecnócratas neoliberales, pero pudo sobrevivir disminuyendo posiciones hasta la derrota presidencial en el año 2000. De 2000 a 2012 el PAN no pudo construir una alternativa y se ahogó en una alternancia mediocre y el PRI de Peña Nieto logró posicionarse para una victoria presidencial contra tres augurios en contra: el PAN por su tercer sexenio, López Obrador con fuerza creciente y un modelo económico sin expectativas sociales.

En 1985 hubo una triple inflexión: pérdida de mayorías políticas y legislativas, desplazamiento de la vieja clase política populista por la élite tecnocrática que impuso el modelo económico neoliberal y fortalecimiento de la oposición del PAN y el PRD. Estas tres características condujeron al fin histórico del PRI en cinco fases: partido absoluto del Estado, partido dominante, partido hegemónico, partido declinante y partido en la oposición.

El escenario del fin del PRI estaba asumido en el texto de Zaid: un ayatola contra la corrupción, crisis económica que no pudiera satisfacer el bienestar social y sobre todo ruptura en la élite priista. En 1982 arribó la élite tecnocrática que fue desplazando a los políticos tradicionales; en 1986 nació la Corriente Democrática del PRI; en 1988 Cuauhtémoc Cárdenas corrió como candidato independiente contra el PRI y le arrancó en las cifras oficiales el 32 por ciento de los votos; en 1988 Salinas ganó apenas con el 50.3 por ciento de votos; en 1994 asesinaron al candidato priista a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio; el relevo Ernesto Zedillo provocó una ruptura al interior del grupo tecnocrático; en 1999 el PRI le quitó al Presidente de la República la facultad de designar sucesor y el escogido, Francisco Labastida Ochoa, careció de fuerza y apoyo; y en el año 2000 se dio la alternancia que le dejó al PAN dos sexenios en la Presidencia. En 2012, el priista Enrique Peña Nieto pudo reconstruir una base mínima de priistas y ganó con 38 por ciento de los votos y 6 puntos prestados por el Partido Verde.

El PRI perdió en 2000 y 2006 porque no tuvo un candidato priista de consenso: en el 2000 Labastida no pudo reconstruir el bloque de poder gobernante y en 2006 Roberto Madrazo Pintado asumió una candidatura excluyente de grupos de poder y sin coalición dominante –el SNTE de Gordillo, los Gobernadores, los sectores corporativos y los PRI estatales–. En 2006, se dio la oportunidad política con un PRI aglutinado alrededor de Peña Nieto y la candidatura de fractura panista de Josefina Vázquez Mota.

El político que liquidó al PRI se llama Andrés Manuel López Obrador, una figura nacida de las bases sociales del PRI. En 1988 renunció al PRI para buscar por dos ocasiones seguidas la gubernatura de Tabasco y fracasó, en 2000 logró la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal por el apoyo de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles. Luego llegaron dos candidaturas presidenciales sin victoria: en 2006 quedó a medio punto porcentual del panista Felipe Calderón y en 2012 a 5.6 puntos abajo de Peña Nieto. Para 2018, se benefició con la crisis política del PRI: corrupción escandalosa, candidato priista sin fuerza y un realineamiento de alrededor de 15 millones de votos priistas que se fueron con López Obrador y su discurso social en nada diferenciado del discurso social del viejo PRI.


ESCENARIOS LIMÍTROFES


Lo que ha salvado al PRI del colapso final ha sido su capacidad de reorganización interna con relevos dinamizadores. Sin embargo, el PRI de 2020 da cara a las legislativas federales de 2021, al relevo de casi todos los gobernadores y a las presidenciales de 2024 carece de una propuesta propia y sólo estará esperanzado a que la coalición de López Obrador se quiebre desde dentro y las cuentas económicas y sociales en 2024 sean de colapso similar, por ejemplo, a 1976 ó 1982.

Sin embargo, el PRI carece de expectativas. En el supuesto caso de que 2024 sea de colapso lopezobradorista tipo 1982 de López Portillo o 1940 de Cárdenas, de todos modos el PRI logrará poco porque ha perdido su estructura de poder nacional. En 2019 y en 2020 se irá desgranando más rápidamente con la renuncia al PRI de figuras no de liderazgo, pero sí de alianzas locales e internas. En 2012 el papel político de Peña y los recursos económicos del gobierno del Estado de México le permitieron cohesionar a todos los grupos priistas. La figura de López Obrador en ese 2012 estaba diluida en las protestas callejeras de 2006.