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Fanáticos contra el periodismo crítico



RODRIGO MARTÍNEZ OROZCO


Jueves 21 de Mayo de 2020 7:33 am


A partir del conflicto entre Sanjuana Martínez, directora de Notimex, y diversas periodistas, como Carmen Aristegui, se ha podido observar más a fondo la idea que muchos seguidores fanáticos de AMLO tienen del periodismo. Para muchos de estos fanáticos, Carmen Aristegui representó la crítica certera, la cara misma de la credibilidad de la prensa, un oasis entre los diversos medios vendidos de la mafia del poder. Ahora que López Obrador es presidente, Carmen Aristegui no ha hecho más que continuar con lo que ha hecho hasta ahora: periodismo crítico y plural, y de la más alta calidad. De repente, pues, la fanaticada tacha a Aristegui de traidora, de haberse vendido a intereses oscuros, de darle voz a periodistas y colaboradores “golpistas” (que son los mismos colaboradores de siempre). ¿Cómo explicar el comportamiento de los fanáticos? ¿Cuáles son los fundamentos de su idea de un periodismo bueno y malo?

La idea de que exista una prensa ligada estrechamente a ciertos partidos no es nueva; de hecho, forma parte misma de los orígenes de la prensa como tal. Durante el Siglo 19, antes de la existencia de la llamada prensa “moderna”, los periódicos grandes y pequeños eran abiertamente voceros de cierto grupo de poder. Quienes se han dedicado a estudiar la vida política del Siglo 19 (principalmente la segunda mitad), saben que para entender la vida parlamentaria y la conformación de grupos políticos, hay que ir a la prensa, revisar quiénes formaban parte de qué periódico y cómo las publicaciones periódicas se relacionaban entre sí. Los periódicos, principalmente durante el porfiriato, eran una especie de espejo de la vida parlamentaria nacional. La información era un componente secundario, menor, dentro de la estructura interna de los periódicos de aquellos años.

Con la modernización e industrialización de la prensa nacional, surgieron poderosos intereses nacionales y locales que buscaban hacerse de espacios en la prensa como mecanismo de influencia política y económica. Si bien cada periódico no representaba ya a tal o cual Diputado o Senador, la prensa moderna aquí y en cualquier país con un régimen no totalitario ha tendido a representar a determinados grupos de poder. Con honrosas excepciones, como el Excélsior de Julio Scherer o Aristegui Noticias en la actualidad, el periodismo de corte nacional representa, además de grupos de poder, ideologías e intereses. Encontramos publicaciones más cercanas a las causas liberales y neoliberales, como Reforma o El Universal, o algunos más cercanos a la ideología del nacionalismo revolucionario y otras tendencias de la izquierda, como La Jornada o Proceso. Aristegui Noticias se inclina más hacia un liberalismo clásico (que no neoliberalismo), pero en su caso, lo importante, más que su ideología, ha sido su congruencia y compromiso con el llamado periodismo independiente y crítico, más allá de quién se encuentre en el poder.

Los fanáticos no entienden que para leer publicaciones periódicas hay que tomar en cuenta todo esto. Para ellos, la prensa es como un partido de futbol en el que forzosamente hay que elegir un bando y defenderlo desde la emoción y no desde la razón. El criterio de calificación de la labor periodística es, pues, no racional. Muchos le atribuyen la culpa a López Obrador por la supuesta división que ha provocado en la sociedad. Yo pienso distinto. Este tipo de pensamiento acrítico ya existía antes de López Obrador y seguirá existiendo una vez que termine su periodo. Obedece más a la dificultad de generar ciudadanía con pensamiento crítico racional, pues necesariamente implica un proceso educativo, formal e informal, de mejor calidad. Mi solidaridad con Carmen Aristegui y su equipo de trabajo en estos tiempos de incomprensión generalizada. Que la prensa sea un espacio crítico y plural y no una arena de desencuentros violentos e irracionales.