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Aprender de la historia



JULIO IGNACIO MARTÍNEZ DE LA ROSA


Sábado 23 de Mayo de 2020 8:20 am


LA comezón irritaba mis pies. La molestia aparecía de repente. Me desesperaba. Viajaba en el pequeño yip y de pronto me salía del camino para atender la comezón. No se rasque, me decían, los hongos le invadirán las uñas. Veinteañero, tomaba pocas precauciones. Para mí era una enfermedad rara y desconocida.

La enfermedad era fiel. No me dejaba. Me marcó, fueron años de molestias, el primero fue fatal. Un médico me dio pomadas y sustancias untadas que poco ayudaron. Por las noches recordaba mi casa y mi familia pensando que si vivera en Colima ya me hubiera curado, pero la sierra del sur me probaba, aunque los hongos eran originarios de Jalisco.

Un día, mi amigo Melquiades, personaje de la chinanteca, me observó y a la semana siguiente me llevó un paquete de papel periódico con hongos. Esos me quitaron mi sufrimiento, me desinflamaron e iniciaron la cicatrización. La sonrisa de Melquiades era retadora, como diciendo, mira, nosotros sí sabemos curar. Le agradezco hasta la fecha.

Pensé en las medidas necesarias para evitar enfermedades y curar. Nunca supe qué tenían los hongos, pero me ayudaron. Ellos ya habían probado la medicina, los siglos de conocimiento ancestral se sintetizan en decir esto te sirve. Y no hubo ritual, ni ceremonia, ni protocolo. Cada semana me llevaba mi envoltorio, él sabía cuántos y de cuáles. No eran alucinógenos, sólo curaban.

Con mis amigos del sur platicábamos acerca de la medicina tradicional y del encuentro de dos mundos, esa manera pomposa de llamar a la búsqueda europea de mercados y del poder. Hoy la recuerdo porque la pandemia del Covid-19 despierta la memoria, los arrepentimientos, las amenazas, los buenos deseos, los sanos propósitos, como en toda época anormal o de crisis. Todo seguirá igual.

Nos enseñaron que la famosa conquista española de América fue y se centra en la caída de Tenochtitlán, que ahí inicia lo importante de la historia nacional, precedida de las alianzas entre extranjeros y tlaxcaltecas. Por eso un maestro francés nos decía, hay que repensar la conquista. Hay datos escalofriantes que invoca la actual pandemia.

En la revista Arqueología, releída y releída como documento obligado, hay reportes de investigación muy interesantes. Diversos autores, como Bernardo García, han abordado el tema de las pestes en Mesoamérica. Dicen que el siglo XVI fue víctima de devastadoras epidemias, más o menos entre los años de 1520-1521, 1545-1548 y 1576-1581. Murió más de la mitad de la población, otros dicen que nueve de cada 10 habitantes. Repensar la conquista. La muerte ayudó a los conquistadores, sin duda.

Recordé ciertos hechos. En Veracruz, mi playa favorita era la Villa Rica, cercana al puerto. Pues, en 1520, a esa playa llegaron enviados del gobernador de Cuba buscando a Cortés, con ellos venía un enfermo de viruela, dicen que un negro africano. Eso bastó para desatar la epidemia y debilitar, con el tiempo, hasta el tlatoani Cuitláhuac. Fue el caos, los pueblos originarios eran presa fácil de elementos desconocidos.

La muerte en guerra pudo ser honrosa, pero morir por algo desconocido como la viruela, debió ser horrible, fuera de la cosmovisión local. Esos hechos nos marcaron para siempre, aunque la población originaria se hubiera reducido casi a la nada.

En Europa, desde el siglo VI sabían de las epidemias. La peste bubónica mató a un tercio de su población. Acá no había la necesaria inmunidad. Otros señalan que influyó la escasa mezcla genética (nueve de cada 10 eran del grupo sanguíneo O). Hay muchas versiones de esta visión de la conquista. Todas reales y diferentes a la romántica del parteaguas en 1521, al caer Tenochtitlán. En los primeros 130 años de dominación murió el 95 por ciento de la población originaria.

Somos conquistados, sabemos los riesgos de la pandemia que vivimos. No es una enfermedad como los hongos. Aprender de la historia es educarnos. Ni las valentonadas ni las poses políticas sirven. Deseo que todos libremos la amenaza y disfrutemos la libertad y la vida.

 

nachomardelarosa@gmail.com