Momentos
EVA ADRIANA SOTO FERNIZA
La música de los años
Sábado 23 de Mayo de 2020 8:28 am
¿QUIÉN podría vivir sin música? Yo no, por cierto.
“La música amansa las fieras”, y hasta el revolucionario Lenin cuando escuchaba
la Appassionata de Beethoven, expresó: “Si sigo escuchándola no podría
acabar la revolución”. Sí fue suya, en realidad, tal expresión, reflexión que
dejó salir en voz alta mientras en ese tiempo dirigía la revolución
bolchevique. Máximo Gorki, que compartió aquella velada con el líder soviético,
recordó luego las palabras de Lenin tras escuchar la sonata para piano: “No
conozco nada mejor que la Appassionata. Podría escucharla todos los
días. ¡Qué música asombrosa, sobrehumana! Pero no puedo escuchar música a menudo.
Me dan ganas de decir cosas amables y estúpidas, y dar palmaditas en la cabeza
a la gente”. La música provoca una transformación en quienes la escuchan al
conmover el alma. Este es un sentido
homenaje a esa persona que conmovió y movió nuestros años juveniles con la
música de su orquesta: ¡Horacio Colorado Naranjo! “Dichosos ecos”:
(23/marzo/2012) Todos los 19 de marzo, día de San José, desde hace ya varios
años se reúne un heterogéneo grupo de personas en el jardín que se encuentra
junto al templo que lleva el mismo nombre del santo patrono. Es una tradicional
fiesta religiosa, la cual, como acostumbramos en este alegre país, va de la
mano con un festejo pagano. En amena tertulia, espera la gente después de la
misa de siete, a que la música comience a tocar. Hay un respetable número
de espectadores, de pie o acomodados en sillas acarreadas de sus casas. La
expectación va en aumento conforme avanza el tiempo, y es que quien toca…
porque es toda una orquesta la que se presenta –aunque no con el número de
ejecutantes acostumbrado–, es la famosa orquesta de Horacio Colorado
Naranjo. Me permito decir que de manera gratuita y en homenaje al santo. Su
sólo nombre, provoca recuerdos memorables en muchas personas del viejo Colima;
del siempre extrañado Colima de ayer. El director termina de platicar con algún amigo,
y se dirige a su sitio, desde donde da la indicación de comenzar. Su cabeza,
antes de color del sol crepuscular, se ha vuelto blanca, pero su persona sigue
emitiendo electricidad, sigue tan vital y enérgico como siempre. En la diestra,
su infaltable trompeta, la cual sigue tocando como en sus buenos tiempos. ¿Será
el efecto de la música? La respuesta baila afirmativa en el aire al compás de
las primeras notas. Dicen que: “La música es
el eco de un mundo invisible”, y en este caso parece ser así. El Colorado,
infatigable, no permite que los ecos de ese mundo se apaguen. Su música los
mantiene presentes cuando dirige y toca su trompeta. Y es tal el entusiasmo,
que las parejas empiezan a levantarse y en pleno jardín, bailan e incitan a
muchas otras a seguir su ejemplo. Poco después, aquello es como un gran salón,
donde los que por algo no saltaron a la “pista”, observan emocionados y con una
alegría apenas disimulada el feliz espectáculo. Ecos de tiempos pacíficos, de
romances inolvidables y de alegrías sencillas, que aceleran los corazones con
las memorias que se desprenden de sus notas, y borran las telarañas de nuestro
espíritu. In Memoriam.
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