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Ciencia nuestra de cada día



ALFREDO ARANDA FERNÁNDEZ*

¿Expertos? ¡Guácala!


Domingo 24 de Mayo de 2020 6:55 am


PARECIERA que la experticia es algo negativo. Al preguntar sobre algo, uno esperaría que lo que se busca es una respuesta con veracidad. Por alguna razón, a veces, si la respuesta viene de una persona experta, como que no nos gusta. Cuántas veces no se escucha que le pregunten a alguien que se dedica a la biotecnología algo como: “¿Son malos (para la salud) los transgénicos?”. “No, para nada”, responde. “¿Y cómo sabes? Yo leí que hay muchos estudios que dicen que hacen mucho daño; es más, vi un video donde un científico dice que sí”. Otro inicio de conversación muy común que involucra un tema que pudiera ser controversial: “Bueno, como andas en eso de la ciencia ya sé que vas a decir que no es posible, pero a mí me consta que sí funciona”.

El hecho de que quien contestó sobre los transgénicos o a quien le están comentando las ideas equivocadas haya pasado tiempo preparándose, aprendiendo, especializándose en un área que precisamente tiene que ver con la pregunta y el tema, que sea una persona que ha dedicado buena parte de su vida precisamente a tratar de entender e incrementar nuestro conocimiento en esas áreas, parece no ser suficiente para contrarrestar una idea formada por lecturas poco técnicas y creencias de quienes preguntaron. Ni siquiera cuenta en la discusión que a veces, en muchas ocasiones, quien pregunta no terminó la prepa (o si la terminó nadie sabe exactamente por qué ni cómo) y que considera que todas las opiniones cuentan. Perdón, no sólo cuentan, sino que cuentan lo mismo.

Es bien sabido, y hasta me resulta cansado repetirlo, pero no olvidemos que todas las personas debemos tener el derecho a pensar y opinar lo que deseemos, pero que eso no implica que nuestras ideas y expresiones tengan sentido ni que no puedan ser criticadas. Las ideas no tienen por qué ser respetadas, sobre todo si sabemos y podemos sustentar con evidencia que están equivocadas. Ninguna persona está –ni debe ser– forzada a aceptar ninguna idea, independientemente de que yo tenga el derecho de expresarla. Las ideas deben ser analizadas, criticadas, contrastadas y matizadas.

Cada quien decidirá con qué se queda. Lo interesante es que cuando estudiamos y nos preparamos un poco, se esperaría que aprendiésemos a explotar nuestra capacidad de análisis para que así, poco a poco, lográramos ir aceptando aquellas ideas que tienen sustento y desarrolláramos la habilidad de ir “soltando” aquellas que no. También, ya que no podemos saber todo, ni podemos volvernos expertos en todo, cuando nuestras dudas e inquietudes recaen en áreas que no dominamos, y queremos tener un poco de idea, se esperaría que, al preguntar y recibir información, si esta viene de una persona experta, uno le daría un poco más de peso que si no. No se trata de que un experto siempre tenga la razón, se trata, simplemente, de que sabe más que yo.

En realidad, el problema no consiste en creer o no a una persona experta. El problema consiste más bien en recibir una respuesta que vaya en contra de lo que queremos escuchar o sea diferente a nuestra pre-concepción. Ahí está el asunto. Es difícil ver que nos equivocamos, y más si ya hemos manifestado nuestra idea antes. Como que nos veremos “mal”.

Hay muchas razones por las cuales nuestra sociedad desconfía de la ciencia y de las personas que nos dedicamos a ella. No hay una receta para poder cambiar eso, y se necesitan muchas estrategias diferentes que se adapten a situaciones muy diversas y además cambiantes. Sin embargo, uno de los ingredientes presente en cualquier estrategia es la educación formal, la que debemos brindar a todas las personas. Recordemos que una sociedad desinformada, con una paupérrima capacidad de pensamiento crítico y una cultura de rechazo al conocimiento, es una sociedad vulnerable y destinada a la manipulación y el subdesarrollo.


*Coordinador General de Investigación Científica de la Universidad de Colima


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