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La palabra del domingo



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

Los ojos al cielo y las manos a trabajar


Domingo 24 de Mayo de 2020 6:56 am


HOY todo nos invita a mirar hacia arriba. La liturgia de este domingo pone ante nuestros ojos la maravillosa ascensión de Jesús, invitándonos a ascender junto con el Señor para que veamos a Jesús “sentado a la derecha de Dios en los cielos”, como jefe supremo de la Iglesia, guía de la humanidad, Señor del universo y fuente de vida para los que creemos en él.

La ascensión no tiene nada de sentimentalismo. Toda ella es alegría pura y desbordante, porque celebramos la exaltación del crucificado y con él nuestra propia exaltación. Por eso, hoy decimos al Padre: “Llena nuestro corazón de gratitud y de alegría por la gloriosa ascensión de tu hijo, ya que su triunfo es también nuestra victoria, pues a donde llegó él, que es nuestra cabeza, tenemos la esperanza cierta de llegar nosotros que somos su cuerpo”.

El camino está ya marcado para siempre por una esperanza viva y segura. Ninguna fuerza de este mundo, ni el mal, ni el pecado, ni la muerte serán ya capaces de cerrar el camino que Dios ha abierto con Jesús en medio de nuestra historia.

Pero la ascensión es no sólo mirar hacia arriba. Cuando los apóstoles y discípulos contemplaban la ascensión de Jesús, se les presentaron unos ángeles que les dijeron: “¿Qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”.

En verdad no debemos embelesarnos contemplando con lo brazos cruzados y gozando egoístamente el don de Dios. La ascensión no nos aparta de la vida cotidiana. El mismo Jesús volverá y nos llevara con él. Pero, entre tanto tenemos que ser testigos de su Evangelio para que más gentes de todas partes se hagan discípulos misioneros de Cristo. Jesús les había ordenado: “Vayan a todas las Naciones, enseñándoles a cumplir todo cuanto les he mandado. Y sepan que yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”.

¿Qué hacemos allí parados? Después de la ascensión ya no va a ser Jesús el que anuncie físicamente la buena nueva. Ahora nos toca a nosotros los cristianos predicar con la palabra y el ejemplo. Simplemente somos instrumentos de Jesús para cuidar de los pobres y de los enfermos, para dar de comer al hambriento, para trabajar con esfuerzo y responsabilidad a fin que pueda haber más paz, más justicia, más amor, trabajo, vivienda, medicinas, curación, comida para todos.

Amigo(a): Tantas y tantas cosas que podemos y debemos hacer dentro de nuestras posibilidades. Hagamos nuestra parte. Con la gracia de Dios y en su nombre, pongamos manos a la obra. El Señor estará con nosotros y él obrará maravillas a través de tan pobres instrumentos.