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Innovemos algo ¡ya!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

Adolecer


Domingo 02 de Agosto de 2020 6:54 am


EL transitar los años mozos es complicado, más aún cuando la persona responsable está confundida o no ha sanado las heridas de la infancia, dictador impositivo que no puede dejar el control y que tiene amnesia, pues olvidó cómo es tener de 13 a 26 años, entonces, hay más conflictos generacionales. ¡Sí, crecer duele!, y es un tema complejo.

Acompañar a crecer y a la vez crecer es el nombre del juego, tengo la esperanza de que podamos reorientar los castigos y los abrazos, porque nuestros hijos merecen mayor compromiso de nosotros. Los adultos, a veces, carecemos de una conducta asertiva sin sentirnos juzgados, lo ideal es que papá y mamá busquen ayuda para ellos y así poder acompañar a crecer a sus hermosos polluelos. Los jóvenes en rebeldías y soledades tratan de comprender lo que sienten, lo que les pasa, lo que será de ellos y, sobre todo, están tratando de construir su propia identidad; quieren ser ellos mismos y no apéndices de sus padres. ¿Te has preguntado cómo se construye un joven con padres ausentes, distantes, estrictos, temerosos y que pelean entre sí?, ¿te das cuenta?, es importante prepararse y pedir ayuda, porque todos en casa adolecen cuando un joven crece.

Si en casa hay adultos cronológicos, pero críos emocionales, entonces estamos en problemas. Lo primero que debemos saber es que a un adolescente la autoridad le da comezón, créelo, o aprendemos a comunicarnos, a cuidarlos a distancia y a darles su espacio sin sentirnos apartados, rechazados, criticados, o pronto una bomba va a estallar.

La dulce chiquilla cambia las muñecas por blusas cortas y azotones de puertas, el niño que sonreía y corría a abrazarnos, ahora parece un sordo, absorto en su pantalla de evasión; lo único que les interesa es estar con sus amigos y los padres pasmos a ser segundos o terceros en su atención. Calma, por favor, que eso también pasará. Por cierto, te pido que nunca les digas, ni siquiera porque has enojado mucho, que te han decepcionado, que ya no los quieres o que si siguen así están mal o que su vida será terrible. Si a ti te lo dijeron, recuerda cómo se rompe el alma y se pierde todo entusiasmo por vivir, por favor, no rompas a tus hijos. Si no son como tú quieres, respétales y ayúdalos, no te apures, los delincuentes surgen de los conflictos y carencias, no de los límites con amor.

Se nos ha dicho que honrar a los padres es mandamiento, pero conocemos la otra parte, en donde a los padres se nos manda a conducir a nuestros hijos por los caminos de Dios; quiere decir que hay que acompañarlos hacia el amor por sí mismos, por los demás y para Dios, no hacerlos rabiar y menos frustrarlos, porque desde el enojo y la tristeza de sentir que no son amados ni aceptados, es justo desde donde caen al abismo, a graves errores, dolores callados y carencias profundas que lastimarán su vida.

Sin quererlo, los padres alteramos el rumbo de nuestros pequeños, ¿lo ves?, los padres sembramos la honra, en nosotros, en el corazón de nuestros pequeños mini adultos y en el alma de nuestros bebecitos. Ellos sólo nos dan lo que les sembramos.

¡Sí!, algo está mal en nosotros, nuestros hijos lo reflejan; si discutimos, si lloramos y nos frustramos, ellos responderán inconscientemente y por amor, quizás ese reflejo sea de forma que nos guste, por eso creo que es hora de ayudar a nuestros hijos a confiar en un mañana. Pasar de niño a adulto biológico y emocional duele, y hoy en día créeme que mucho más. Innovemos algo, ¡ya! Olvidemos ese mandato autoritario, busquemos ayuda de alguien externo que sepa de adolescencia y a quien nuestros hijos sí quieran escuchar.

Las personas grandes o chiquitas siempre necesitarán amor en forma de respeto y confianza, libertad y esperanza. Ayudemos a los jóvenes, propios y ajenos, a cruzar esta calle, no porque sean un bebé, sino porque le duelen las articulaciones de cuerpo y de vida al crecer.

 

*Terapeuta psicoemocional

 

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