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Psico-tips



GERARDO OCÓN DOMÍNGUEZ

Spiderman, el portero


Domingo 02 de Agosto de 2020 6:51 am


LA humanidad funciona como un complejo organismo gregario y nos organizamos para realizar la mayoría de nuestras actividades en grupos, ya sean grandes o pequeños. Entre esas actividades se encuentra el esparcimiento que incluye uno que otro juego, entre ellos el futbol (o football, soccer, balompié, fucho y fuchito pa’ los cuates.).

Sin temor a equivocaciones, el futbol es el deporte más popular del mundo porque es altamente inclusivo: lo pueden jugar sin distinción de género, jóvenes y mayores, altos o chaparros (como yo), personas delgadas o con sobrepeso, con los dos tenis o sólo con uno, como hacían dos conocidos para jugar fuchito llanero; uno era zurdo y el otro pateaba con la derecha… ambos de escasos recursos, pero el que tenía calzado, le prestaba un tenis al que no podía comprar. Así que, gracias a la camaradería, ambos podían jugar. Se necesita poco: un balón (a veces aunque esté ponchado y hasta un bote de pet relleno de papel), un par de tenis y muchas ganas de divertirse.

Como casi todo, tiene su lado obscuro. En lo personal, nunca me ha agradado la laxitud de la aplicación del reglamento en los partidos oficiales aquí en México, ni en la mayoría del mundo. Ya no digamos en los partiditos express durante el recreo en la escuela, donde a veces se marca la falta del que grita más, se gritan todo tipo de insultos a las progenitoras y hasta se llega a los golpes. En ocasiones, desde ligas juveniles, me ha tocado ver equipos donde el entrenador le ordena a los jugadores patear a los contrincantes, barrer con todo, jugar con lo que el árbitro permita; he visto equipos infantiles donde se insultan al despedirse incluso delante del entrenador, pero pues según es una costumbre y no pasa nada. Ni papás ni mamás mostraron interés en la situación.

Desde mi punto de vista, cualquier deporte, incluyendo el futbol, debe cultivar valores, virtudes y conductas como la honestidad (no fingir faltas), honradez (negarse a ser beneficiado por una marcación injusta o equivocada), juego limpio (tratar no lastimar deliberadamente al contrincante), trabajo en equipo (pasar el balón a quien esté mejor posicionado para gol o lo que sea) y respeto (no se debe insultar a jugadores, árbitros o cuerpos técnicos), entre muchas otras cosas.

Jugué de portero, un amigo me apodó Spiderman porque según lograba las atajadas lanzándome como araña. Incluso, como delantero izquierdo, llegué a anotar algunos goles gracias a que soy zurdo, pero no siempre tuve quién me entrenara, así que no descollé a pesar de ser zurdo. Seguramente me gustaría más si se jugara como se debe, para aprender de uno y de los demás. Para crecer y no para ganar, para compartir y no para pelear.

Si yo hubiera sido árbitro, me hubiera gustado que me permitieran sancionar (así se dice a la acción y efecto del trabajo del árbitro durante un partido) al más puro estilo de Pierluigi Collina. Éste árbitro italiano le sacaba la tarjeta a los más famosos siempre que se la ganaran. Si él ponía el balón en el césped y se lo movían medio metro, inmediatamente amonestaba al jugador y, encima, regresaba el balón a la posición original. Puede parecer extremo, pero así es como se cultiva el respeto: aplicando el reglamento siempre.

Prácticamente cualquiera puede aprender a jugar futbol. Y a mí me encantaría que el panorama general fuera cediendo el paso a un esquema con un reglamento más sólido en su aplicación. Sobre todo para que nuestros hijos e hijas no jueguen con la intención de lastimar, ni salgan lastimados.

Recapitulando, el futbol tiene muchos grandes beneficios físicos, como mejorar la salud cardiovascular, permite construir fuerza muscular y desarrollar coordinación. Por el lado psicológico, no menos importante, promueve el trabajo en equipo, aumenta la función cognitiva (ayuda a pensar de manera táctica), canaliza la ansiedad, cultiva la confianza, mejora la autoestima y fomenta la camaradería. Ustedes eligen.


*Psicólogo