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Despacho político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Gobernadores


Miércoles 05 de Agosto de 2020 7:52 am


1.- Gobernadores de nueve estados, Ignacio Peralta entre ellos, propusieron la destitución del subsecretario Hugo López-Gatell, vocero del Gobierno Federal para asuntos de la pandemia, aunque cada día más su papel se limita al registro de víctimas. Quedan las certezas de su ineficiencia en tal labor.

López-Gatell se ha inflado hasta la petulancia. Un inesperado protagonismo televisivo y mediático lo colocó donde tal vez nunca imaginó, en la mira de casi todo el país. Si bien la Nación esperaba un guía eficiente en el borrascoso océano de la pandemia, la constante exposición –“la fama”, diría el lenguaje de la banalidad– mostró un ángulo de su personalidad agresivo y manipulador. A las fallas demoledoras de sus pronósticos, se sumó el intento de responsabilizar de los efectos de la pandemia a los Gobernadores. No todos estuvieron dispuestos a cargar con el estigma ajeno, esto es, a pagar las culpas del Gobierno Federal. Y protestaron. Tiraron a donde le duele al gobierno nacional. Ya antes de la reclamación de los Mandatarios estatales, el Presidente lanzaba, como en un mitin, porras a Gatell: “¡No estás solo!”. Claro, nunca más será solitario: lo acompañará para siempre la memoria de las víctimas de una política sanitaria errática.

Los Gobernadores sabían de antemano la respuesta a su demanda. Era obvio que el Presidente no lo removería. Su intención era atajar los intentos del funcionario federal de endilgarles la responsabilidad de la errancia sanitaria. Tampoco aceptarían las amenazas torpes de proceder legalmente contra ellos lanzadas por un Gatell fatuo e impolítico.

2.- Lanzaron al quite a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, uno de cuyos méritos ha sido mantener buenas relaciones con los gobiernos subnacionales, incluidos los Gobernadores disidentes. Tiene, como dicen los políticos, mano izquierda. Se acordó una norma elemental que en condiciones de inteligencia en el manejo de la pandemia sería pacto innecesario: el respeto.

Si bien el irrespeto a propios y ajenos ha sido una de las marcas de la administración obradoriana, Sánchez Cordero entendió la necesidad de tranquilizar el ambiente para evitar complicaciones mayores. ¿Para qué iniciar pleitos en un territorio necesitado de los oficios buenos de la política? ¿Para qué crispar a un país asediado por la pandemia y la creciente crisis económica? La secretaria de Gobernación demostró que no es, ni con mucho, florero del Gabinete. Es la bombera encargada de apagar las lumbres que otros como Gatell encienden desde la petulancia de la exposición mediática pasajera.

3.- Los saltapericos se encendieron al primer roce de la pólvora. Resulta de risa el escándalo en respuesta a la demanda de los Mandatarios estatales. Aquellos del oficio de pedir renuncias por quítame estas pajas, ahora brincaron pasando por indignados porque desde la oposición les aplicaron una inyección de su propia farmacia. Qué corta memoria de quienes antes –y aun ahora siendo gobierno– “exigían” renuncias, ceses fulminantes de sus blancos políticos de ocasión. Luego, olvidaban la “demanda” para pasar a la petición de otras renuncias y otros ceses. Es verdad: no es lo mismo ser borracho que cantinero. Entienden poco y aguantan menos.

4.- En un ambiente de nuevas relaciones políticas institucionales establecidas sólo por la democratización nacional alcanzada por décadas de presión ciudadana sobre los gobiernos, a nadie debiera extrañar el choque abierto en los niveles altos de la política, sobre todo cuando la embestida es la respuesta desde el poder.

Antes, muy antes, la disidencia política institucional era paso previo a la defenestración. Gobernadores derrumbados por desacatar órdenes presidenciales. Senadores lanzados a la oscuridad del destierro por una descortesía en ocasiones involuntaria. Secretarios del Gabinete arrojados a la inopia institucional por no coincidir con el Presidente o con un influyente de los grandes. Así era. Y parece que quienes ahora están en el poder pretenden que así sigamos. Pero los actuales son otros tiempos. Rigen normas para todos, incluidos quienes hoy transcurren por el lapso efímero de un sexenio. 

Si antes desde la oposición increpaban a los gobiernos, ninguna razón hay para el asombro y la “indignación” cuando se invierten los papeles. A aguantar. Esto es así, les guste o no.


MAR DE FONDO


** Cuando encarcelaron al ex director de Pemex, Jorge Díaz Serrano, por haber aspirado a la Presidencia de la República, lo acusaron de corrupción. Conocedor de los juegos del poder, Díaz Serrano dijo desde la celda: “Seis años pasan pronto”. Y pasó el sexenio. Le pregunté a él, empresario, si se arrepentía de haber entrado a la política. Me respondió: “Quien no quiera ver bultos que no salga de noche”.

** “Nada de esto es así./ Esta no es nuestra tierra./ Ni ésta ni cualquier otra ni el agua./ Yo soy un desterrado./ Todavía mi espalda tiene dolor de alas./ Nunca podré aprender a tocar las monedas:/ Se palpan/ se acarician,/ se toman fieramente,/ ¿o se les busca algo?/ Yo soy un desterrado,/ un extranjero,/ un intruso que se halla entre nosotros/ con un martillo absurdo entre las manos/ y un impulso distinto/ que me lleva/ por camino contrario./ No soy de aquí./ No sé de dónde vine./ Y no sé a dónde voy./ No me gusta./ Nada de esto me gusta./ Me irritan vuestras caras de organismo./ Me molestan estas vuestras palabras que ahora uso./ Nada de esto me gusta./ ¿Quién me obliga a necesitar de esto que no me gusta?” (Manuel José Arce, guatemalteco, 1935-1985. Fragmento de Quinto).