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GERMÁN RUEDA

DCXIV


Sábado 08 de Agosto de 2020 8:25 am


¿CUÁL noticia nos ha impresionado más, la explosión en el puerto de Beirut o los más 50 mil ciudadanos caídos frente al SARS-CoV-2?

Tomas de aficionados en más desde una docena de ángulos, nos han permitido captar los dos momentos de ambas explosiones, casi en tiempo real, dejándonos sin habla.

La tragedia se debe a la negligencia del gobierno libanés para atender los llamados de las autoridades portuarias, según se ha sabido, para retirar del almacén del puerto las 2 mil 750 toneladas de nitrato de amonio.

Los pormenores se han ido sabiendo conforme pasan las horas. Hoy viernes, cuando esto se escribe, la historia deriva de un barco ucraniano de nombre Rhosus con rumbo a Mozambique. El dueño de la nave estaba en problemas económicos y decidió entrar a Beirut para cargar maquinaria y ayudarse. La tripulación no accedió a llevar la pesada carga para la capacidad del buque y se desató la quiebra. Los tripulantes abandonaron el barco 11 meses después, amarrado al muelle de carga.

La sustancia es un fertilizante usado actualmente en múltiples países. Es altamente explosivo. A grado de ser utilizado para elaborar la llamada pólvora blanca usada para aquellos rifles de “chispeta” de los cazadores.

Los trabajos de soldadura en una bodega cercana, prendieron fuego y se originó la primera explosión, seguida de la mayor y más destructiva. Se han contabilizado más de 150 muertos, 5 mil heridos y 9 mil familias sin hogar, amén de los daños a infraestructura urbana, hospitales, vehículos y fachadas de edificios cercanos.

Se habla no sólo de negligencia, sino de alta corrupción gubernamental, ahora denunciada por el pueblo enfrentado a las autoridades del orden. Macron llegó el jueves a ofrecer ayuda pero con supervisión por el alto grado de corrupción.

Viene a la memoria aquella gran explosión en Bombay, India, el 14 de abril de 1944; el barco británico Fort Stikine entregó un millón de libras en lingotes de oro; almacenaba mil 700 toneladas de trilita (municiones), azufre, caucho, algodón, resinas, aceite de motor y fertilizantes. Tardaron dos semanas en extinguir el fuego. Negligencia gubernamental. Se han escrito libros acerca de la tragedia con miles de muertos y heridos.

Para nuestro consumo interno, nos fuimos a dormir con la última cifra de muertos por la pandemia. Para cuando esto salga a la luz, la cifra de 50 mil 517 habrá sido rebasada con al menos 500 fallecidos más tomando en cuenta las cifras oficiales de López-Gatell, a quien ya nadie le pone atención desde haberse convertido en vocero de las mentiras del gobierno por instrucciones de ya saben quién. Taparle el ojo al macho en las cifras, irme de gira lo más alejado posible para bajar la presión de la opinión pública, cada día más crítica rechazando la burla a nuestra inteligencia.

La estrategia nos está llevando a ser uno de los peores países en el manejo del virus por negarse a hacer pruebas; esas son consideradas gasto, no dan votos. Por ello nuestro índice de positividad (quienes pueden estar enfermos) es de 60 por ciento, cuando en España, donde se han hecho bien las cosas, el índice es de 3.7 por ciento, Inglaterra 0.07 por ciento, habiendo sido uno de los más afectados al inicio.

Quien siente estar enfermo del virus llega al hospital, es valorado sin pruebas, le dan Paracetamol, se envía a su casa. No hay seguimiento; cuando regresa ya es tarde y los resultados están a la vista, la tasa de mortalidad es de 40 por ciento de hospitalizados; en Baja California el porcentaje sube a 49 por ciento, por eso López-Gatell presume un bajo índice de camas ocupadas; cómo no, la gente se muere pronto y deja la cama lista a recibir al nuevo moribundo.

Mientras, en la capital, los floreros se enfrentan al caos gubernamental; Toledo, el de Semarnat, nos deleita “No debemos idealizar a la 4T. Nuestra visión no está en el resto del Gabinete y me temo que tampoco está en la cabeza del Presidente”. Y él, vuelve a ofender nuestra inteligencia con otra joya; hay libertad de expresión pero yo soy el mero mero. Catón advierte: “La 4T es un ente anárquico, una nave en que el piloto anda en continuo caminar de la proa  a popa, de babor a estribor y de la cubierta a la sentina en vez de tomar el timón…”.

 

gruedaf@yahoo.com.mx